"Le he dado un riñón, pero no le prestaría dinero"
Los hermanos García son un ejemplo del éxito de la 'donación de vivo'
"¿Sabes cuántos días hace que nos trasplantamos? 631". Fabián García, bonaerense de 45 años, habla en primera persona del trasplante de riñón que recibió su hermano. Le sale de natural mientras esperamos a Sergio, de 47, el auténtico receptor del órgano. Pero no es sólo una forma de hablar: Fabián fue el donante en aquella operación.
Él es quien ha elegido el restaurante porque le recuerda a cuando llegó a España en 2002. Y porque desde ahí se ve a Colón, "todo un símbolo" de su vida, hijos de emigrantes españoles en Argentina. Y es quien lleva la voz cantante. "Vino a rescatarme a Buenos Aires", dice Sergio cuando su hermano, con tan buen apetito como conversación, le deja meter baza.
Los hermanos García son un ejemplo del éxito de la 'donación de vivo'
"Yo antes comía tanto como él", dice Sergio, que no se asombra ante los dos platos de pasta que ha pedido Fabián. "Ahora no lo hago; no sé si por el trasplante", comenta. Por eso se conforma con unos callos -"en Argentina los llamamos mondongos, pero ahora hay 30 grados ahí y voy a tardar en comerlos"-. Los dos reaccionan con una carcajada a la sugerencia de que pidan riñones, por aquello de que de lo que se come, se cría. "Me gustan mucho", dice Sergio. Pero no los hay en la carta.
Ambos hermanos hablan del trasplante con absoluta normalidad. "Lo hice porque era mi deber", zanja Fabián. Él fue el que decidió ofrecer su riñón a su hermano. "Tú no puedes ir por la vida diciendo: '¿Quién me da un riñón?'. Eso no se hace así", dice.
Ahora, con la tranquilidad que da saber que todo va bien, recuerdan "sin dramatismo" aquella decisión. Pero no fue tan fácil. "Me costó nueve meses convencerlo para que se viniera a España. Le hicieron el trasplante en la Fundación Jiménez Díaz", cuenta Fabián, quien enumera a todo el equipo que participó en la operación, empezando por Juan José Plaza. Antes de eso, Sergio pasó un año en diálisis porque tenía los riñones llenos de quistes. "No podía trabajar; mi vida era sólo ir al hospital", cuenta. "La donación de vivo es la mejor opción para todos. A él le siguen quedando todas las demás posibilidades médicas, y sacas a alguien de la lista de espera", dice Fabián. "Cuando me lo ofreció, me di cuenta de que era la solución", remata Sergio. En algo están los dos de acuerdo: "Lo que más temíamos era que al otro le pasara algo en la operación".
También coinciden en no ir pregonando su situación. "En cuanto lo decimos se desvía la conversación", dicen. Claro que eso no quita para que estén dispuestos a ir "donde sea" a proclamar las ventajas de la donación de vivo.
Aquella situación no ha cambiado la manera en que se tratan. "No tuvimos una relación especial en la infancia. Crecimos yendo a colegios distintos en barrios distintos", cuentan. Y, como prueba de que cada uno sigue haciendo su vida -Fabián en Madrid, Sergio entre España y Argentina-, Fabián dice tajante: "Que le haya donado un riñón no quiere decir que le vaya a dejar dinero o le vaya a dar la razón".
Tan autónomos son uno de otro que cuando Sergio viene a España para las revisiones médicas sólo avisa a su hermano cuando han acabado las pruebas. Hoy es un día de esos. Por eso, ya que están juntos, no dudan en despedir al periodista y quedarse prolongando la sobremesa.
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