Patxi Bisquert
Un metalúrgico ex militante de ETA, última revelación del cine vasco
Se dice de Patxi Bisquert que, a sus 32 años, es la última revelación del cine vasco. Pero a este guipuzcoano, criado en caserío, que comenzó a trabajar a los 14 años en una fábrica metalúrgica, militó en ETA y cumplió tres años de cárcel, le dan "mucho corte" las consecuencias de la fama. Sin vocación cinematográfica conocida, se prestó en 1981 a desempeñar un papel en el cine que tenía mucho que ver con un capítulo de su propia historia: la fuga de Segovia. Desde su reciente aparición en la pantalla con la película Akelarre le están lloviendo los contratos. Si le hubieran dicho que, después de su agitada vida sindical y política, llegaría a encarnar papeles de aventureros vascos en el cine, probablemente no se lo nubiera creído. "Nunca me planteé ser actor porque me gustaba el mundo del espectáculo como observador, y nada más. A mí me enrollaron los amigos que producían La fuga de Segovia, y no me lo pensé dos veces, pues creía que esa historia la tenía que conocer mucha gente".Casi en cuanto comenzó a trabajar en una empresa del metal Patxi contactó con el mundo de ETA. Fue detenido por primera vez marzo de 1972, y, tras dos meses de libertad provisional ese verano, volvió de nuevo a la cárcel, en la que permaneció hasta 1975. A su salida no tuvo problemas para reincorporarse a su centro de trabajo, ya que la empresa no sólo le había guardado el puesto, sino que durante ese intervalo de tiempo le había comprado, regular mente, los correspondientes décimos de lotería.
Tras sus últimos escarceos como obrero metalúrgico, Patxi se ganó la vida vendiendo libros a domicilio, oficio que, al parecer, le produjo beneficios económicos: "Vendía libros por metros, ya que entonces se puso de moda entre ciertos ambientes seudopolitizados adquirir libros para la decoración de estanterías".
Cuando aceptó su primer pape en el cine vivía con seis jóvenes y tres niños en una cabaña que tenía una huerta de 24.000 metros cuadrados, junto a Vitoria. Él y sus amigos soñaban con poder vivir del terreno gracias a la adquisición de ganado. Pero sus proyectos se vieron limitados a la plantación de lechugas, tomates y cebollas. Después de su debú en las pantallas, alquilaría, solo, un caserío en la localidad alavesa de Zalduendo, en donde crió, durante más de año y medio, conejos, gallinas, palomas gatos y perros.
El mismo productor de su primera película le ofreció un nuevo papel. Casi sin darse cuenta, Patxi Bisquert se iba dejando querer por la industria del cine. "Todavía no sabía si quería ser actor", dice, "pero me fascinaba la loca historia de 200 navarros que en el siglo XIV fueron a conquistar un país que ni siquiera sabían si existía; por eso participé en La conquista de Albania".
A partir de ahí, todo ha ido rodado, y nunca mejor dicho. Después de Akelarre está haciendo pruebas para representar el papel de un carbonero navarro en una película cuyo rodaje comienza el próximo 2 de abril. Patxi,que continúa militando activamente en una formación política abertzale de reciente creación -Auzolan-, reconoce su timidez ante las consecuencias de la fama. "Vaya corte me daba en la pasada campaña electoral", dice, "cuando chavalitas jóvenes, al acabar un mitin, me pedían que les firmara un autógrafo".
Le gusta "meterse en el pellejo" de personajes aventureros; es quizá una forma de proyectarse en historias que no se atrevería a vivir. Estaría dispuesto a hacer también cine que no fuera vasco, pero, sobre todo, le gustaría encarnar el papel del colonizador Lope de Aguirre, con el que, según confiesa, se identifica.
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