Cómo acabar con el 'Spain is different'
Varios autores intentan borrar los estereotipos de país uniforme, romántico y apasionado cuyo plato nacional es la paella y donde sólo se bailan sevillanas
Nadie me ha podido explicar por qué tantos turistas ingleses vuelven a Manchester desde Reus con sombreros mexicanos". Esta paradoja se planteó Michael Eaude mientras recopilaba impresiones de Cataluña que ha volcado en su libro Barcelona. Británico de cuna y residente en la capital catalana desde hace 16 años, Eaude hila el texto entre citas literarias, datos históricos y una mirada crítica a uno de los más reputados destinos turísticos europeos. "Quise combinar una crítica radical del entorno donde vivo con la literatura del lugar. Política y literatura: conocimiento racional y conocimiento imaginativo", señala el autor.
Eaude comparte con otros veteranos hispanófilos el deseo de romper a través de las letras los estereotipos que el pueblo inglés aún guarda de España. "En general, los británicos tienen una visión equivocada de España. Piensan que toda ella es como la Andalucía de hace 40 años y que España es una nación indivisible. Es una visión interesada, promocionada por los gobiernos españoles y sus embajadas y oficinas de turismo. Me hace creer que las autoridades españolas piensan que la atracción del país todavía estriba en el 'España es diferente', el lema de Manuel Fraga de los años sesenta. Puede ser diferente pero intentemos no falsificar la verdad. Muchísima gente todavía llega a la Costa Brava o a Barcelona ignorando que está en Cataluña", se queja.
"A diferencia de Italia, se considera a España un país serio", dice John Hooper
"Los errores y prejuicios están muy extendidos", coincide Michael Jacobs, autor afincado en Frailes, el pueblo de Jaén sobre el que ha escrito The factory of light: life in an Andalucian village, además de una decena de obras y artículos sobre el arte, la gastronomía y la sociedad españoles. "Son muchos y entre ellos: que la paella es el plato nacional; las sevillanas, el baile nacional, y Andalucía, la imagen genuina de España; que la arquitectura barroca española es moralmente decadente; que García Lorca es el único poeta español interesante; que la mejor novela de los últimos años es La sombra del viento...", enumera.
El interés de los británicos por España es legendario. John Hooper, antiguo corresponsal en Madrid del diario The Guardian, relaciona parte del éxito de su galardonado The spaniards: a portrait of the new Spain, de 1986, reeditado con el título de The new spaniards (Los nuevos españoles) 10 años después, en su distanciamiento de la España pobre y reprimida de la primera mitad del siglo XX, que abordan escritores consagrados como Gerald Brenan y Hemingway. "Fue el primer libro que no hablaba de España como país de burros", advierte Hooper.
Casualmente, la tercera actualización de Los nuevos españoles, que avanza hasta el Gobierno de Zapatero, llegará a las librerías británicas en otoño coincidiendo con la reedición de la editorial londinense Serif de La faz de España, el clásico del viajero Brenan e hijo adoptivo de Ugíjar (Granada).
"Brenan fue de los primeros autores extranjeros que no alaba ciegamente el pasado musulmán de España, escribe desapasionadamente de la Guerra Civil, celebra la literatura del país y sustituye los clichés de la España romántica por una visión del lugar basada en la vida rural tradicional", defiende Jacobs. Pero la nostalgia por los mitos del duende y la pasión, la siesta y las castañuelas todavía perdura en autores jóvenes, como Jason Webster, cuyo primer libro, Duende, tuvo un sorprendente éxito crítico y popular en el Reino Unido.
"La literatura romántica de España siempre existirá. Pero la actitud de los británicos ha avanzado y se aprecia ya una percepción más sofisticada. A diferencia de Italia, España está considerada como un país serio. La sociedad española ha cambiado a un ritmo muy acelerado en los últimos 30 años. Hay ahora una tendencia a vivir en el presente, olvidando el pasado y sin pensar en el futuro. Pero es necesario reconocer nuestro pasado. Los países son como los seres humanos. Si atajas un problema relegándolo al fondo de la mente, sentirás alivio temporal pero luego surgirá la enfermedad mental", explica Hooper. Un editorial reciente del semanario The Economist comparte ésta opinión al sugerir que "cuando España se congenie con su pasado, se enfrentará mucho mejor a su futuro".
Eaude, mientras tanto, vuelve a la carga sobre la realidad catalana. Desconfía particularmente de la pericia de las autoridades locales en la promoción de Barcelona como ciudad "del arte y del buen vivir, como urbe sostenible del siglo XXI". "Es una visión que quise retar al comprobar que arquitectos tan reconocidos como Richard Rogers se creen esta autoalabanza y proponen a Barcelona como modelo de desarrollo urbanístico y como ejemplo a seguir por Londres ante los Juegos Olímpicos de 2012. Barcelona es bonita y atractiva, pero el tráfico es horroroso; el ruido, insoportable; la contaminación ambiental, alta, y no hay vivienda ni trabajo dignos para los jóvenes. Muchas ciudades tienen problemas similares, pero no presumen de ser las mejores del mundo".
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