Transgresión bajo cero
No suele atribuirse a una sola película la responsabilidad de haber acabado con todo un género -o un subgénero-, pero, durante mucho tiempo, sobre la excelente Braindead (1992) de Peter Jackson planeó una sospecha: la de haber terminado con toda posibilidad de futuro para el gore, esa especialidad del cine de terror, fundada por Herschell Gordon Lewis con Blood Feast (1963), que tiene en la amputación su identidad. La película de Jackson parecía agotar las posibilidades del gore en un deslumbrante ejercicio de excesos que asociaba, de manera tan brillante como directa, las mecánicas del subgénero con la noble tradición del slapstick.
Todo fue, por supuesto, una falsa alarma: su retórica visual emergió de su limbo temporal, más airada que nunca, de la mano de una generación de nuevos cineastas. En este contexto, una producción tan modesta como la noruega Zombis nazis, de Tommy Wirkola, parece buscar su pequeño lugar en el sol en calidad de anacronismo: un juguete capaz de seducir a espectadores nostálgicos o a posibles novatos en la degustación de este tipo de manjares.
ZOMBIS NAZIS
Dirección: Tommy Wirkola.
Intérpretes: Stig Frode Henriksen,
Vegar Hoel, Lasse Valdal, Charlotte
Frogner, Jeppe Laursen.
Género: terror. Noruega, 2009.
Duración: 90 minutos.
El título castellano de la película -Død snø en el original, Dead Snow en su versión internacional- parece jugar a favor de la vocación de concierto básico -un gore unplugged- de la propuesta: la suma de dos arquetipos ideales para satisfacer los bajos instintos del espectador sobre un escenario vacío. A todo espectador que considere la idea de un zombi nazi como convincente argumento de venta quizá le vendría bien que alguien le recomendase La tumba de los muertos vivientes (1981), de Jesús Franco, película que no se cuenta entre las joyas de la filmografía del prolífico cineasta, pero que contiene mayores dosis de libertad y locura que el bastante tímido ejercicio de Wirkola.
Zombis nazis integra en su trama a personajes que ejercen de fastidiosos eruditos del subgénero, construye alguna ocurrente escena de slapstick gore, flirtea con el teatro de sombras en su imagen más contundente, pero acaba desaprovechando las posibilidades de su planteamiento para el humor políticamente incorrecto. Es más que probable, no obstante, que buena parte de su público objetivo se sienta más que satisfecha con la parquedad de la ración.
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