Profeta en Venecia
Una desconocida en un tranvía inspiró la nueva película de José Luis Guerín, la única española a competición en la Mostra, cuya programación se presentó ayer. La ciudad de los canales ya reclamó al director para su bienal de arte
Llega con sus imprescindibles: su gorra y su cartera. También trae el recuerdo fugaz de una mujer en tranvía. "No fue una fotografía, fue un instante fugaz, pero yo lo retuve como una fotografía desde ese momento". Fue hace años, en Estrasburgo, y ahora José Luis Guerín (Barcelona, 1960) ha situado esa visión, la ha reconstruido, le ha dado una explicación en En la ciudad de Silvia, único filme español que competirá en la sección oficial de la Mostra de Venecia, a finales de agosto.
"A mí me interesa el cine, y, si es posible, el cine bueno, y eso no conoce división entre ficción y documental"
Protagonizada por Pilar López de Ayala y Xavier Lafite, En la ciudad de Silvia, con un presupuesto de poco más de un millón de euros, narra la búsqueda que inicia un joven por las calles de una ciudad de bicicletas y tranvías de una mujer que conoció años atrás. El filme, rodado en francés y lleno de melancolía y silencios, responde a la misma filosofía que la instalación que Guerín presentó en junio en la Bienal de Arte de Venecia bajo el título Las mujeres que no conocemos, un trabajo secuencial de fotografías de mujeres desconocidas, realizadas en blanco y negro a lo largo de años y viajes siempre fuera de Barcelona. "Ambos trabajos son vasos comunicantes, desde lenguajes y propósitos distintos, pero ambos utilizan el mito de la mujer luminosa, renacentista, que más que una mujer real es una idea con forma de mujer", que Guerín ha depurado hasta el máximo en su nueva película. "Para que quede lo mínimo, para preservar ese margen de virginidad para el espectador. Si no paro de decir cosas y referencias me da la impresión de que estoy yendo contra mi trabajo", asegura el cineasta, que ha organizado En la ciudad de Silvia en tres días. "El primer día es un presagio de lo que va a suceder el segundo día, y el tercer día es una evocación del segundo. Siempre bajo la gravitación de un nombre, Silvia, sobre la ciudad, las calles y los rostros de esa ciudad". En la ciudad de Silvia es el quinto largometraje de Guerín, después de Los motivos de Berta (1984), Innisfree (1990), Tren de sombras (1996) y En construcción (2001).
Pregunta. Es un cineasta muy poco prolífico. ¿A qué se debe?
Respuesta. A la modalidad de cine que hago, que exige una implicación muy grande, que está siempre en las periferias de la industria. Una película normal se estrena con 80 copias en toda España y las mías con 10. Tengo que ir a acompañarlas a cada lugar como el trovador con su trabajo. En cualquier caso, he caído en la cuenta de que tengo 47 años y de que si realmente sigo con esa cadencia en mi siguiente película tendré 52 o 53 años. Me he asustado: me tengo que dar prisa porque creo, sinceramente, que tengo muchas películas por hacer. Tengo la impresión de que lo que llevo hecho no son más que unos esbozos para empezar de verdad.
P. Su cine es mezcla de ficción y documental. ¿No hay una división clara entre estos dos géneros?
R. No. En las últimas décadas, esa división se va haciendo más compleja. En el cine del pasado, documental y ficción permanecían casi como compartimentos aislados que se ignoraban entre sí. En los últimos años, asistimos en una parte del cine más ambicioso a un mutuo reconocimiento. A mí me interesa el cine y, si es posible, el cine bueno, y eso no conoce división entre ficción y documental. Para mí, el cambio de moral entre un filme de ficción y un documental pasaría por la veracidad de los cuerpos. En una película documental no puedes reemplazar un cuerpo por otro, si tienes un personaje determinado tiene que estar encarnado por él, aunque esté actuando porque es la verdad de su cuerpo. En tanto que en el cine de ficción se acepta ese canje de que un actor, profesional o no, pueda reemplazar la experiencia de otro. Para mí, la frontera estaría ahí. Ése es el caso de En construcción, en la que no hay una sola palabra escrita por mí, y En la ciudad de Silvia, que es una invención mía.
Guerín está convencido de que el cine está cada día más atosigado de estereotipos y de fórmulas, y por ello, este cineasta tan especial busca en ese espacio fronterizo "otras formas de representar la realidad, otras formas de dramaturgia apasionantes".
En la ciudad de Silvia nace de la imagen fugaz de una mujer desconocida: "El desarrollo de una película muchas veces empieza así, por una imagen que me apela, una imagen que acude repetida y obsesivamente a mi cabeza".
P. ¿Qué tienen para usted las mujeres desconocidas?
R. Es una gran ilusión, un gran hálito vital que tiene que ver con los destinos no vividos. Me atrevo a hablar de unos fantasmas femeninos que gravitan en muchos hombres y que tienen que ver con las vidas potenciales, los destinos. Cuando uno toma una elección, sobre ella gravita toda la fuerza y la melancolía de todas las elecciones no tomadas. Creo que muchísimos hombres, con vidas familiares ejemplares, tienen siempre el recuerdo imborrable de alguna muchacha en el momento de cruzar una esquina y el sentimiento de una pérdida, de que ahí podía haber algo más que una ilusión.
P. ¿Es la búsqueda de un misterio, un sueño o añoranza?
R. No me gustaría desmenuzar tanto. Es algo que gravita en la cultura europea, Dante, Petrarca, la fugitiva de Beaudelaire, que está muy arraigado y que encierra muchos imaginarios. Descifrarlo sería siempre restrictivo. Se ha de preservar el misterio. Ahí es esencial apelar al espectador para que dialogue. En esta última película he procurado una depuración extaordinaria, he quitado casi todo porque me parece que la sociedad hoy es extraordinariamente acumulativa. Yo he decidido quitar, y quitar cosas para que queden muy pocas y poder dotarlas de sentido y significación. El argumento de la película es nimio, ridículo. Lo que más me interesa son esos detalles ínfimos pero que, capturados por el cine, revelan una cualidad superior para así poder poner limpiamente al espectador en relación con eso. Yo estoy muy preocupado y me pregunto cómo se puede hacer una película ahora que todo el mundo ve tantísimas imágenes en televisión, ahora que hay tan poco tiempo para relacionarse con las imágenes, para pensar en ellas. He creído que en esta película tenía que eliminar casi todo y reemplazar las narraciones por un gran énfasis en el matiz, en el detalle. Ése ha sido mi propósito.
P. Ha rodado en color cuando es un entusiasta del blanco y negro. ¿Por qué?
R. Es una elección que ya no tengo. Es una opción que he podido tener en la Bienal. Hoy es imposible que una televisión entre en una película en blanco y negro, pero aprovecho para decir que para mí el valor significante en el cine viene dado por la luz y que la luz expresa más cosas en blanco y negro. El color mancha. A mí me fascina el despojamiento y la estilización que da el blanco y negro.
P. Se considera fuera de los circuitos industriales, pero su película es la única española a competición en Venecia.
R. Me impresiona. Es un escaparate extraordinario para mi trabajo. Han sido audaces en Venecia porque muchas veces en las secciones oficiales se buscan películas más representativas de la industria, de presupuestos mayores.
José Luis Guerín confiesa que en En la ciudad de Silvia, el trabajo del sonido ha sido en el que ha invertido más tiempo, incluso más que en la imagen. "En toda la película hay una especie de confrontación entre la mirada subjetiva de un soñador y la realidad más documental del entorno, de una ciudad. A veces, la película participa de esa mirada alienada del soñador en su búsqueda de la mujer y, en otras ocasiones, la película adquiere otra distancia y descubre a esa figura perdida entre el flujo de la cotidianidad. El sonido vendría no sólo a crear una arritmia, sino a definir esas dos perspectivas. He querido que la música esencial de la película fueran los tranvías, las bicicletas, las campanas, los timbres, las voces de gente de lenguas diversas. He intentado dotarle de ritmo y sentido a los sonidos. Se pueden decir muchas cosas a través de los sonidos, mucho más sutilmente que con la música".
Tenía mucho deseo de filmar a Pilar López de Ayala. Desde que la conoció en el Festival de San Sebastián. "Creo que es una actriz excepcional pero, sinceramente, no sé si hubiese pensado en ella por el hecho de haber visto sus películas. Pensé en ella cuando la conocí personalmente. Me gustó mucho su reserva en el trato directo y los ojos extraordinariamente luminosos que tiene. Me dije: 'Tengo que capturar esos ojos'. Es eso lo que te motiva para hacer cine. Yo sólo filmo aquellos rostros, aquellas presencias con las que siento una implicación. No serviría para filmar al enemigo, el cine lo concibo como un trabajo esencialmente de afecto. Claro que se puede filmar el monstruo o lo monstruoso, dejándolo fuera de campo, que esté presente pero sin encarnarlo. Creo que todas las personas que he filmado toda mi vida son personas que quiero mucho".
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