Denominación de origen: 'indie'
El Sonorama reúne a 40.000 personas en torno al vino y el pop - Su historia de éxito ha corrido paralela a la de músicos como Nacho Vegas o Triángulo de Amor Bizarro
Desde hace 14 años Javier Ajenjo descorcha a mediados de agosto su particular añada de pop-rock. La bodega del Sonorama, un festival que arrancó el jueves y espera la visita de unos 40.000 asistentes, está en mitad de Aranda del Duero y funciona como una especie de Masía en la que se han fogueado decenas de grupos españoles antes de que su nombre y sus canciones fueran paladeadas por la mayoría. "Estamos comprometidos con la música nacional. Nos convertimos casi en orfebres en busca del equilibrio perfecto para conseguir el mejor festival", explica Ajenjo con la precisión del enólogo. "No nos hace falta ganar dinero, solo queremos que el Sonorama no pierda su esencia".
En el comedor común del festival se puede catar un pequeño sorbo de esa esencia. Nacho Vegas trata de comerse una paella entre los chistes del productor Paco Loco y los saludos del grupo zaragozano Tachenko, al tiempo que cuadra horarios para no perderse a Bigott y Los Campesinos! "Creo que he venido al Sonorama unas siete veces", calcula el músico asturiano. "Me gusta porque he crecido con él y lo he visto evolucionar. Además, tiene algo diferente, está montado por unos amigos a los que les gusta la música y no tiene ese rollo empresarial de otros". Tachenko fue el primero de los compinches de Vegas en subirse ayer al escenario con algunos temas nuevos como No quiero sonar moderno. Desató los bailes y coros en la primera fila. "Este festival, aunque a nosotros nos pilló un poco mayores, te reafirma", dice Sergio Vinade, cantante de Tachenko. "Nuestra primera referencia fue Benicàssim, pero ha perdido toda su identidad. Por eso ahora es el Sonorama, que ha mantenido su apoyo a los grupos nacionales".
El festival es fiel a su filosofía 'low cost' y no ha variado los precios
Amaral ha elegido este escenario para presentar su disco 'Hacia lo salvaje'
Unas horas antes del advenimiento de la banda de ecos de baloncesto ochentero, Nacho Vegas y los chicos de Triángulo de Amor Bizarro habían brindado en la bodega Neo, propiedad de Ajenjo, por el rock and roll. Entre barricas firmadas por las bandas que han pasado por Aranda, los músicos pergeñaron una nueva modalidad enológica, el lanzamiento de vino. "Nos gusta tocar aquí por el sitio, la naturaleza y las ganas de la gente", dice Rodrigo, guitarra de Triángulo, ganador de esta competición a tenor del estado de la camiseta del fotógrafo. Los gallegos triunfaron el jueves de la primera jornada con Año santo, su segundo trabajo de guitarras y sintetizadores.
A la misma hora, en el centro de Aranda, Fuel Fandango llenaba la plaza del Trigo. "Este escenario se ha convertido en el tesoro más preciado entre las bandas", explica Ajenjo. Por aquí pasaron Vetusta Morla y Russian Red antes de que reinaran en la escena indie española. Un género que, al ritmo de este festival, ha ganado visibilidad en los últimos tiempos. "Lo de la plaza es la bomba", dice Fernando Pardo, guitarrista de Sex Museum y Coronas. Este año se disputan la rampa de lanzamiento Medelia, Dinero y Mucho, entre otros.
Entrada la noche, a quienes se esperaba era a los mallorquines Sexy Sadie, plato fuerte de la segunda jornada del Sonorama. La banda indie de finales de los noventa, que dijo adiós en 2006, anda metida en una gira de reunión. Y recaló en Aranda para recordar algunos de sus grandes éxitos.
Los Campesinos!, un grupo procedente de Gales, es la primera incursión internacional del cartel del festival y una de "las perlas" del Sonorama, como las denomina Ajenjo. Como una prueba definitiva de la apuesta de la cita por el pop autóctono, valga un dato: de los 110 grupos que tocan estos cuatros días solo cinco son extranjeros. "Jamás podríamos entrar en una guerra de dinero por un grupo porque trabajamos con coherencia y criterio. No pagamos locuras", dice el director. "La competencia es tal que en España se están pagando tres veces los cachés de Alemania o Inglaterra". Por eso, el Sonorama es decano en la filosofía low cost y desde sus inicios no ha cambiado el precio de la entrada: 50 euros que suben a 70 la semana antes del festival. Por eso también, no corre el peligro del cambio político. Del millón de euros de presupuesto con el que cuentan, 60.000 euros provienen de las arcas públicas y el resto a través de patrocinios privados como el de Denominación de Origen Ribera del Duero.
Otra de las cualidades del Sonorama es que los horarios no se solapan y ninguna de las 10.000 personas que pasan por el recinto al día tiene por qué perderse a Rinôçerôse el sábado o Teenage Fanclub el domingo.
Aunque ese día, el de la clausura, será enteramente de Amaral. Eva y Juan han elegido el Sonorama para encaminar su ruta Hacia lo salvaje, título de su nuevo trabajo que saldrá el 27 de septiembre. "Nos apetecía mucho tocar en directo, hacer algo eléctrico durante el verano y este festival ha coincidido con el final de la grabación del disco", cuenta Juan Aguirre. Es la primera vez que vienen al Sonorama y han decidido presentarse hoy, un día antes de su concierto -la organización espera unas 14.000 personas el domingo-, para "ver tocar a unos cuantos amigos". Y a lo mejor, quién sabe, atrapar la esencia mágica del Sonorama, la fórmula de la denominación de origen indie.
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