"Fui violada. Exijo justicia"
La joven modelo Soraya habla por primera vez de la supuesta violación que sufrió hace tres años y de la que acusa a un rico príncipe saudí. Este niega de plano las acusaciones
Me levanto cada día con la cabeza bien alta, pensando que se va hacer justicia, y veo que mi caso no avanza nada. Exijo justicia. Nada más. Solo gracias a mi familia, a mis amigos y a mis abogados consigo seguir adelante". Soraya, una modelo de 23 años, fue supuestamente violada la madrugada del 12 de agosto de 2008 en el lujoso yate Turama, anclado en el puerto de Ibiza. Un hecho que la ha dejado marcada para siempre. Sostiene que quien abusó de ella fue supuestamente el príncipe saudí Al Waleed bin Talal, uno de los 20 hombres más ricos del mundo.
Es una joven tímida que dice vivir constantes pesadillas desde aquel terrible episodio. Muchas veces, en mitad de la noche, se despierta sobresaltada y tiene que telefonear a alguien de su familia. Durante estos tres años ha estado en silencio. Ha costado mucho convencerla para reunirse con un periodista. Llega a la cita con EL PAÍS acompañada de dos tías suyas y sus abogados, Max Turiel y Javier Beloqui. Durante un largo rato permanece queda. Observa y escucha lo que estas personas comentan de su caso. Tarda en hablar, y cuando lo hace al fin, explota en una parrafada que muestra su enfado por la lentitud de la justicia. Le cuesta afrontar las preguntas de la primera entrevista con un medio de comunicación.
"No consigo dormir. Me entran ataques de ansiedad, tengo temblores y pesadillas todas las noches"
Se nota que le resulta doloroso recordar. Hay que hacerle las preguntas con tacto, sin atosigarla, dejándole pensar. Da la sensación de que le gustaría tener el poder para borrar de su mente lo que sucedió la madrugada del 12 de agosto de 2008 en el Turama. Este lujoso navío de bandera maltesa, de 120 metros de eslora y 43 cabinas, estaba alquilado por miembros de la familia real saudí, sin que todavía hoy se haya logrado saber el nombre de alguno de sus pasajeros. La policía argumentó que ese yate era territorio saudí y que no podía subir a bordo.
"El 11 de agosto de 2008 había quedado en el puerto de Ibiza con dos chicas árabes a las que había conocido días antes. Cogimos un barco que nos trasladó a la discoteca El Divino. Nos llevaron a la zona vip. Al poco, empecé a sentirme mal, mareada, como si tuviera sueño. Creo que me habían echado algo en la bebida. Me fui a la pista de baile y le pedí ayuda a una chica vasca que estaba allí con otros chicos, pero no me hicieron caso. Un gorila de la zona vip se me acercó y me dijo que yo no podía estar en la pista de baile". Ese fue el inicio de la pesadilla.
Soraya les dijo a las dos chicas árabes que le acompañaban -dos supuestas princesas- que se sentía mal y quería irse a su casa. Salieron a la calle y subieron a un coche que las esperaba a la puerta de la discoteca. El vehículo las condujo hasta el puerto donde estaba atracado el imponente yate Turama. No recuerda muy bien cómo subió a ese inmenso barco, tan grande como un edificio. "Lo que más me impactó fue ver cómo corría la cocaína por allí. Y me dio mucho asco ver a un montón de chicas desnudas rodeadas de hombres vestidos. A mí me pareció que esas mujeres eran prostitutas. En esa orgía estaba la chica vasca a la que yo había pedido ayuda en la discoteca El Divino", dice. Y ahí interrumpe su relato, como si intentara eludir el momento terrible que marcó su vida tal vez para siempre.
"Después, lo único que recuerdo es que estaba como en un sueño, como si alguien estuviese tocándome y como si estuviera encima de mí besándome, a la vez que noté un fuerte dolor", cuenta Soraya trabajosamente, tras vencer su pudor. "Yo era virgen. Aunque unos meses antes había salido con un chico, quería guardar mi virginidad para alguien que mereciera la pena. Al ver al hombre que estaba encima de mí, corrí hacia la puerta. Estaba tiritando y muerta de miedo", agrega. Soraya da muestras de una candidez insólita. A lo largo de la conversación se define a sí misma en varias ocasiones como naïve (ingenua).
En las diligencias tramitadas en 2008 por la comisaría de policía de Ibiza consta que la joven envió a través del teléfono móvil varios mensajes de texto a un tal Benedicto, en los que le dice que se encuentra mal, que creía que alguien le había echado algo en la copa, y le ruega que acuda a recogerla al puerto. "Es un chico que había conocido unos días antes. Trabajaba de chófer para la familia real saudí. Beni era como un hermano para mí, aunque a veces me preguntaba si era virgen, qué posturas me gustaban... Así él se dio cuenta de que yo era virgen. Después de que me pasara aquello, no se lo conté porque yo no sabía de qué lado estaba él".
Durante cuatro meses, Soraya y su madre rastrearon Internet en busca de personajes de la familia real saudí tratando de localizar el rostro del que había abusado de la joven modelo. En un vídeo sobre la familia Al Saud vieron unas imágenes del príncipe Al Waleed, al que ella reconoció como el hombre que supuestamente la había forzado.
Al Waleed bin Talal, a través de sus abogados, rechaza de plano su supuesta implicación en el caso y esgrime una batería de documentos y declaraciones de personas señalando que ese día estaba en Cannes (Francia). Nada de esto ha sido aportado a la investigación judicial, puesto que el príncipe no está personado en la causa.
La joven modelo no titubea ni un segundo cuando se le pregunta si sigue creyendo hoy que ese magnate fue quien abusó sexualmente de ella. Se ratifica no una vez, sino dos: "No tengo la menor duda de que fue este hombre el que me violó. Si tan inocente es, que dé una muestra de saliva para obtener su ADN". El objeto final sería cotejar ese ADN con el perfil genético obtenido del semen encontrado en el cuerpo de la víctima.
Al Waleed se opone a dar su saliva por entender que él no tiene por qué hacer eso porque nadie está obligado a demostrar su inocencia. "Si yo fuera inocente de algo de lo que se me acusa, estaría dispuesta a poner la mano en el fuego", replica Soraya. Esta se muestra muy enfada por la pasividad de los investigadores: "La policía insinuaba que me había pasado eso porque iba en busca de dinero y me había dejado deslumbrar por los yates. El forense, además, no me miró bien y sugería que ponía esa denuncia, como hacen otras chicas, para poder abortar. Me trataron como un animal".
-¿En qué ha cambiado su vida desde aquel día de agosto de 2008?
-No consigo dormir. Me entran ataques de ansiedad, tengo temblores y pesadillas todas las noches. Soy modelo y habitualmente tengo que viajar mucho, pero no puedo viajar por miedo a encontrarme a algunas de las personas que vi en el yate Turama. Me dan pánico los árabes. Me siento amenazada. Alguna vez he sentido como si me siguiera alguien. Intento olvidar lo que me pasó, pero no puedo hacerlo y estoy dándole vueltas constantemente.
- ¿Y qué pide?
-Exijo justicia. El daño que me han causado no lo repara nada. Me enfada que nadie me ayude y que nadie haga nada porque en este caso hay implicado un príncipe. Por eso solicito ayuda. Hay una conocida mía que me escribió unos meses después diciéndome que sabía que yo había sido una especie de regalo y que me habían hecho una encerrona.
Uno de los abogados aprovecha la ocasión para hacer un llamamiento: "si alguien puede aportar datos, rogamos que nos los comunique a través de nuestro Twitter, que es @turielbeloqui. -
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