El libro de las horas contadas

Narrativa. Formalmente, El libro de las horas contadas se presenta como un conjunto de cuentos aunque al final de la lectura predomina la impresión de haber leído una novela, quizá (pero no sólo) porque José María Merino recupera elementos y recursos que parcialmente remiten a su Novela de Andrés Choz (1976), que contaba la historia de un hombre enfrentado a la noticia de una enfermedad irreversible y se retiraba a un pueblo de la costa norteña para finalizar una novela. También en El libro de las horas contadas el personaje principal, Pedro, "ha dedicado buena parte de su vida a la escritura de ficciones" y ahora, a finales de un verano, mientras aguarda una intervención quirúrgica, decide combatir ese tiempo vacío de la espera inventando historias "que introducirían sus ámbitos en el tiempo real haciéndolo dilatarse y ensancharse", creando así una nueva obra, el Libro de las horas contadas, en la doble acepción: relatadas y enumeradas o calculadas. El resultado es un mosaico de ficciones yuxtapuestas ligadas entre sí por una red de simetrías y círculos envolventes construidos mediante la reiteración de personajes y motivos y sucesos que se reparten entre el marco del presente o la realidad (la casa familiar con su jardín -"edénica menor"-, la cotidianeidad, la presencia esporádica de allegados y próximos, los recuerdos) y la fabulación, que desvela facetas ocultas de aquel mundo, conjura miedos, alumbra secretos o moldea sueños. Todo lo que sucede dentro del marco realza los elementos allí circunscritos, que a la vez se hibridan en múltiples combinaciones, ya en el ámbito de la ficción, para ir generando esta gavilla de relatos de variada extensión y de naturaleza plural -ciencia-ficción ("metacósmica"), lo fantástico, el cuento de hadas- "Anderseniana" -o la metaficción-, y una brillante muestra del arte de contar pues el lector, a medida que avanza por este work in progress, aprecia el modo en que la imaginación, cuando se materializa, pasa a formar parte de la realidad, según le dice el zambuliano -una de esas criaturas fantásticas- a Pedro -su creador-. Y a la inversa.