El hombre o la máquina
Hace unos pocos meses, el gran público tenía depositadas muy pocas expectativas en la resurrección de la saga Terminator. Hasta que en febrero de este año se coló en la Red un documento de audio de cuatro minutos captado en el set de Terminator salvation en el que Christian Bale despachaba a gritos la profesionalidad del director de fotografía por haberse interpuesto en su ángulo de visión durante una escena. Una ilustrativa cinta que mostraba hasta 37 conjugaciones de la palabra fuck y que ha acabado por convertirse en uno de los vídeos virales más radiados de los últimos tiempos, incluyendo remixes en YouTube, camisetas que rezan "Christian Bale y yo hemos acabado profesionalmente" y hasta una canción electropop (R U professional, del grupo The Mae Shi).
"Siempre me ha gustado ver a la gente sufrir. Y si es un personaje mío, más"
Como pueden imaginar, a Bale todo este asunto no le hace ni puñetera gracia. Repanchingado en un sofá, parece llevar todo el día evitando la cuestión. "¿Sabes lo más irónico de todo? Que aquella escena ni siquiera está en el montaje final", afronta sin admitir que, después de todo, la filtración ha servido para captar la atención de millones de potenciales espectadores. "No creo que pueda salir nada positivo de aquello. Pero es que yo estoy en medio, el árbol no me deja ver el bosque. Sólo veo que ojalá no hubiera ocurrido nunca. Me horrorizaría pensar que alguien lo hubiera aireado a propósito en busca de publicidad para el filme. Si descubriera que fue así, no volvería a trabajar nunca; porque es algo que han hecho a mi costa y a costa del trabajo de todo el equipo. Trabajamos otros 77 días que, de hecho, transcurrieron muy plácidamente". La búsqueda de culpables saltó de los técnicos de sonido a otras teorías conspiratorias: en su desaforado discurso Bale amenazaba con abandonar el rodaje, algo que habría sido letal económicamente para la productora. Ese audio podría haber servido como posible prueba ante la aseguradora para cubrirse las espaldas ante su marcha. Cuesta creer que Bale no haya hecho más indagaciones al respecto. "Incluso si lo supiera, no hablaría de ello públicamente", finiquita.
Bale no engaña. Se desliza de puntillas por el camino de baldosas amarillas de Hollywood en busca de un corazón. Su nombre se convirtió en sinónimo de dólares cuando resucitó junto a Christopher Nolan al vengador de la capa en Batman begins. Desde entonces, este actor de método es más conocido por su carácter dentro y fuera del plató que por generar buen rollo entre sus compañeros. Lo más que puedes arrancar a los de Terminator salvation son loas a su "profesionalidad" y a su "contagiosa energía interpretativa". Y es que cuando gritan "¡corten!" Bale desenchufa del todo. Vive en una casa modesta con su mujer, la ex asistente de Winona Ryder Sibi Blazic, y su hija de cuatro años Emmeline, conduce un coche normalito y apenas mantiene contacto con nadie de la industria. Y mucho menos con otros actores. De hecho, para Enemigo público, que veremos este verano, rechazó la mansión que le ofreció la productora como alojamiento durante el rodaje y apenas cruzó cuatro disparos (literalmente) con su antagonista, Johnny Depp. "Hicimos una escena de fuego cruzado y ni siquiera le vi", dice seco.
Mucha gente quiere ver en esa cinta de Michael Mann, centrada en la figura del atracador de la Gran Depresión John Dillinger (Depp) y su persecución por el agente del FBI Melvin Purvis (Bale), una actualización del duelo entre De Niro y Pacino orquestado por Mann en Heat. "Que nadie se confunda", rebate, "el mío no es más que un papel secundario. Hay a quien le cuesta pensar que a estas alturas de mi carrera haga un secundario; es una cuestión de creer realmente en la película".
En Terminator salvation también ha elegido un papel secundario. El problema fue otro, que inicialmente desestimó hacerla una y otra vez. Su director, McG (cuyos máximos logros son las pirotecnias de estrógenos de las dos partes de Los ángeles de Charlie), fue pertinaz. Cuando Bale rechazó el papel de Sam Worthington, el auténtico protagonista de la peli, en favor de John Connor, el mítico líder de la resistencia humana contra los robots, también solicitó una reescritura del guión desde cero (e impuso que Jonathan Nolan, hermano de Christopher y autor de El caballero oscuro, ampliara sus secuencias). "Sin Bale no había película", asegura el entusiasta McG, "es el mejor actor de su generación". Si el público responde, ésta será la primera parte de una nueva trilogía.
A pesar de las serias carencias del guión final, Bale defiende Terminator salvation como "una montaña rusa, un subidón de adrenalina para disfrutar en grupo". Y duda sobre el inminente final de la civilización que apunta la cinta. "Cada nueva generación tiene la arrogancia de pensar que presenciará el Apocalipsis". También defiende que sin dolor no sale nada. No en vano adelgazó hasta lo tísico para El maquinista. "Siempre me ha gustado ver a la gente sufrir. Y si es un personaje mío, más", afirma haciendo gala de un oscuro sentido del humor. Algo que ya quedó patente en American psycho, el auténtico punto de inflexión en su carrera, donde lanzaba una mirada irónica al yuppie anabolizado concebido por el escritor Bret Easton Ellis. ¿Quizá lo más parecido a una comedia que osa hacer? "Muchos te mirarían fatal por encontrar humor en aquella peli, pero no puedo estar más de acuerdo. Sería incapaz de hacer una comedia romántica o algo así. Las detesto. Yo sólo me río cuando veo una película que es muy mala. Me da la risa. Y en los rodajes siempre me río por cosas que sólo me hacen gracia a mí y no puedo parar. Me encanta lo ridículo que puede llegar a resultar que tenga 35 años y, esencialmente, me dedique a pasearme disfrazado ante una cámara". n
Sam Worthington tiene cara de ladrillo. De paleta, de borono, de alguien muy poco sofisticado. Y a mucha honra. "Mi única aspiración en la vida era ser albañil", afirma en un hotel de Los Ángeles este australiano de 32 años que fue exactamente eso hasta los 20. Entonces conoció a una chica que se estaba preparando para conseguir una beca como actriz. "Me presenté a la prueba como apoyo moral. Yo entré y ella no. Ni decir tiene que me dejó una semana más tarde", recuerda divertido.
La vida le sonríe. Este año estrena Terminator salvation (donde interpreta a un condenado a muerte renacido en 2018 y roba plano a Christian Bale) y Avatar (la primera película de James Cameron desde Titanic).El realizador de los dos primeros Terminator se peleó por tener a este desconocido como protagonista en su próximo estreno, que supone además la prueba de fuego definitiva de la comunión entre imagen real y 3D. ¿Y en su elección para este nuevo Terminator, tuvo Cameron algo que ver? "No realmente. Pero es un hecho que en cuanto mencionas la palabra Cameron suben todas las apuestas", contesta como quien habla de la partida de mus de después del trabajo.
También fue seriamente considerado para reemplazar a Pierce Brosnan como 007 en Casino Royale, papel que recayó finalmente en Daniel Craig. Y estos días le corta en Tenerife la cabeza a Medusa para el remake de Furia de titanes. Es la estrella del momento y él sigue hablando de ladrillos. Se rasca la barba mal afeitada y con mirada pícara suelta: "Es que ser albañil te da la mejor escuela. Lo mismo que construyes casas poniendo un ladrillo tras otro, así haces carrera, película a película".
¿No se da cuenta este nuevo Schwarzenegger que está en el ojo del huracán llamado Hollywood? "El centro del huracán es también el lugar más tranquilo", admite jugueteando con su camiseta de Iron Maiden. "Aunque supongo que si saco la cabeza un poco me puede acabar golpeando".
Terminator salvation se estrena hoy en España.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.