Viggo y el apocalipsis
Cuando Viggo Mortensen (Nueva York, 1958) aparece en una sala del hotel Excelsior de Venecia luciendo media melena y camiseta de la selección argentina (que está a punto de jugarse un puesto en el Mundial de 2010 contra Uruguay), a muchos representantes del gremio cinéfilo se les desencaja el rostro. Efectivamente, la combinación entre el pase previo de la terrible —por dura— La carretera no acaba de encajar con el discurso futbolero de este actor neoyorquino con alma argentina.
La película acaba de ser recibida en loor de multitudes en La Mostra después de meses de rumores en los que venía a decirse que era infumable. Lo cierto es que La carretera, que muestra a un padre y su hijo vagar por una tierra arrasada sin futuro ni esperanza, merece toda clase de adjetivos, muchos de ellos buenos, pero, ante todo, es indiscutible que no deja títere con cabeza. "Los rumores sólo son eso, rumores, no forman parte del trabajo de un actor", admite con sorna en ese español somnoliento que le caracteriza.
"Que David Cronenberg me llame cuando quiera y para lo que quiera. Allí estaré"
"La novela era espléndida. Mi único miedo era si seríamos capaces de hacerle justicia. Estaba muy preocupado por ello, así que un día llamé a Cormac McCarthy [autor del libro original y ganador del Premio Pulitzer 2007] para preguntarle acerca de un montón de dudas. Sin embargo, acabamos hablando de nuestros hijos, y de repente lo entendí: La carretera trata de contar una historia de amor entre un padre y su hijo. Eso es todo lo que hay que entender. Yo soy padre, así que no me costó empatizar con mi personaje", confiesa mientras le da un buen trago al mate.
Al actor se le recuerda por su papel de Aragorn en El señor de los anillos, una de las trilogías más celebres y taquilleras de todos los tiempos; pero, por el contrario, pocos parecen recordarle en Único testigo (Peter Weir, 1985) o en Atrapado por su pasado (Brian de Palma, 1993), quizá porque por aquel entonces su rostro era demasiado distinto como para llamar la atención del espectador corriente. Tuvo que ser Tony Scott el primero que le puso en el mapa de los grandes estudios de Hollywood con Marea roja (1995), aquella película con submarino donde Quentin Tarantino —guionista en la sombra— se marcaba unos cuantos momentos colosales.
"Nunca renegaré de Aragorn, fue muy importante para mi carrera y le tengo muchísimo cariño al personaje", dice Mortensen de su montaraz convertido a la postre en rey. Sin embargo, este poeta, pintor y músico parece decidido a borrar todo rastro de épica en su carrera para dedicarse a recorrer senderos menos luminosos de la mano de un tipo que sabe cómo manejar una linterna: el realizador canadiense David Cronenberg, con quien trabajó en Una historia de violencia (2005) y en Promesas del este (2007), y para el que el actor tiene un mensaje: "Que me llame cuando quiera y para lo que quiera. Allí estaré".
Mortensen parece tener una relación bastante más fría con John Hillcoat (director de La carretera), a juzgar por la elegancia con que ambos se ignorarían poco después de su paso por Venecia, en el Festival de Sitges. "¿Viggo ha venido?", suelta Hillcoat al periodista nada más sentarse, mientras el actor concede entrevistas a unos veinticinco metros de allí. El realizador, con un currículo basado únicamente en el filme The proposition (2005), pasa por ser una de las grandes revelaciones del año: "Mucha gente me pregunta por qué no contamos en la película cuál es el origen del desastre. Mi respuesta es siempre la misma: no me interesa nada, y creo que al espectador le resulta mucho más interesante concentrarse en la historia entre el padre y el hijo. Ése era mi principal desafío, que el Apocalipsis sólo fuera el trasfondo del relato y no el relato en sí".
Con quien sí se llevó bien Mortensen fue con el director de fotografía de la película, Javier Aguirresarobe. El español está en primera fila para las nominaciones de los Oscar por su impresionante trabajo en el filme. "Yo soy fotógrafo, y como tal me maravilla el trabajo de Javier. El desafío de rodar con un paisaje gris, sin luz, sin mostrar demasiado. Creo que ha hecho un trabajo sutil y muy bonito, y me alegraría muchísimo que le nominaran".
El actor también hizo buenas migas con el niño Kodi Smith-McPhee, un huracán interpretativo de medio metro capaz de darle réplica al propio Mortensen: "Teníamos que encontrar a un genio para interpretarlo [risas]. En el set yo no lo vi como un niño, sino como otro actor. Eso sí, no veas cómo le hinchaba las pelotas a Javier [Aguirresarobe]. Maldito niño [risas]".
El actor se pone serio cuando se le pregunta por el matiz de realismo que le dan al filme acontecimientos como el Katrina: "Bastaron tres días para convertir aquello en un infierno. La falta de comunicación, el miedo, la ignorancia. Es en esos momentos cuando la gente empieza a actuar de forma brutal y aparecen dos opciones: el amor o el odio. Al final se trata de eso".
A Mortensen le han crecido los enanos últimamente: su supuesto romance con la actriz Ariadna Gil es la comidilla del cotilleo patrio, y ha vuelto a suspender, esta vez sine die, su estreno teatral en Madrid, arguyendo una grave enfermedad de su madre. Al menos nos llega, por fin, La carretera.
La carretera se estrena en cines el 5 de febrero.
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