Polly Morgan, entre criaturas de otro mundo
El estudio londinense de Polly Morgan (pollymorgan.co.uk) no es apto para aprensivos. Esta taxidermista inglesa de 31 años vive y trabaja rodeada de animales muertos. Unas alas de pájaro descansan en la mesa junto a una barra de cereales a medio comer. El frigorífico está repleto de canarios y periquitos en bolsas. "Hago una mezcla de carnicería y escultura", afirma la artista, de humor cáustico y físico exquisito. "Cuando he desollado al animal y he retirado toda la carne, puedo moldearlo como prefiera". Morgan ha hecho de la taxidermia un arte. Ha fabricado esferas de alas y ramilletes con cabezas de periquitos. Los polluelos en sus vitrinas flotan desfallecidos y prendidos de un globo. Los animales constituyen uno de los elementos de la instalación, nunca el todo. Refinada y lúgubremente bella, su obra está más cerca de la tradición del memento mori que de los trofeos de caza. "Los otros taxidermistas no me consideran parte del gremio. Su tratamiento es muy naturalista; el mío, todo lo contrario". Sus creaciones han sido exhibidas en las galerías londinenses White Cube y Haunch of Venison, y han atraído la atención de coleccionistas como Charles Saatchi y Anita Zabludowicz. En junio tiene previsto exponer en Venecia coincidiendo con la Bienal de arte. El artista Damien Hirst, propietario de varias de sus piezas, es uno de sus admiradores. Aunque Morgan aprecia su trabajo no considera que compartan influencias: "Los dos utilizamos animales. Pero lo que hace Hirst parece salido de un laboratorio. Mis fundamentos empiezan en la imaginaría victoriana". Criada en el campo, llegó a Londres a los 18 años para cursar literatura inglesa. Desencantada con sus estudios universitarios, Morgan comenzó a trabajar en un bar frecuentado por artistas. Cuando se mudó a un piso encima del establecimiento, mientras pensaba cómo decorar su nuevo hogar, se le ocurrió que podía incluir algún animal disecado: "Estuve mirando, pero todo era carísimo. Decidí aprender a hacerlo yo misma". Un día viajó hasta Edimburgo, disecó una tórtola junto a un maestro taxidermista y volvió a Londres en el tren de la tarde con su primer trabajo bajo el brazo. Morgan se sirve exclusivamente de animales que han fallecido por accidente o causas naturales. Su mayor inspiración son las aves: "Se trata de seres angélicos, delicados, de colores hermosos. Son criaturas de otro mundo. Y además vuelan". No todos los animales en el estudio de Morgan son inertes. Dos perros merodean por el caótico loft. La artista asegura rotundamente que nunca inmortalizará a sus canes. "Ni los míos, ni los de otros. Me niego a trabajar con mascotas".
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