Fuera de lo que es lícito
El hartazgo es la sensación molesta que resulta de algo con exceso. Hartazgo es lo que debemos sentir los ciudadanos españoles, y especialmente los valencianos, ante lo que está ocurriendo con la enseñanza de una asignatura, Educación para la Ciudadanía, que, guste o no, forma parte del currículo escolar de este país. La posición que han adoptado las autoridades de la Generalitat valenciana, del Partido Popular, es un exceso, se sale de lo normal y de lo lícito, y no debería ser consentida ni por el propio PP ni por los militantes sensatos de ese partido. Pretender que Educación para la Ciudadanía se imparta en inglés y que en cada aula exista un traductor simultáneo a español no es una idea discutible; es indiscutiblemente un exceso y una reacción chabacana y grosera, impropia de personas responsables del Gobierno de una comunidad autónoma. ¿Son conscientes las autoridades valencianas del ejemplo que están dando a sus estudiantes? ¿Cree alguien que una trapacería semejante ejercida precisamente en las escuelas y en los institutos tiene alguna gracia? Es profundamente descorazonador pensar que los responsables de la educación de niños y jóvenes en la Comunidad Valenciana son personas incapaces de mantener una discusión seria sobre los contenidos de esa asignatura, como ha ocurrido en otros puntos de España, y que prefieren regodearse y darse placer con algo que resulta perjudicial para otros: con lo que es simplemente una broma soez y estúpida.
La idea de impartir Educación para la Ciudadanía en inglés no es discutible; es, sin discusión, un exceso soez
Esta vez, la inflación de los pobres, el aumento salarial, no es la culpable de la crisis, sino el exceso de riqueza de los ricos
El hartazgo es una impresión muy extendida ahora por el mundo. En Estados Unidos, por ejemplo, las encuestas del Pew Center indican que el 67% está harto y furioso (la mitad, el 51%, confiesa, además, tener miedo). La mayoría querría enviar al infierno a los financieros que han provocado la burbuja y la crisis, pero muchos (88%) temen también que si no se les ayuda a salir del agujero, sea el país entero el que soporte un declive económico duradero y feroz. Los deseos de rechazar las ayudas se mezclan con un "profundo anhelo de que el Gobierno actúe", afirma Andrew Kohut, presidente del Pew. Entre unos y otros, se han movido esta semana el Congreso (que rechazó el plan de Bush y Paulson) y el Senado (que lo aprobó con algunas modificaciones). Y entre unos y otros se mueven los gobiernos europeos que exigen a Bush que intervenga, pero que están furiosos con las consecuencias de la política de Bush.
El hartazgo lo provoca fundamentalmente la convicción de que esta crisis ha sido provocada por lo que el economista y escritor Mario Trinidad llama "el exceso de riqueza de los ricos". El intento de convencer a los ciudadanos norteamericanos (y del resto del mundo, España incluida, por supuesto) de que ellos tienen parte de la culpa por su desenfreno consumidor está encontrando, afortunadamente, en este caso más resistencia de lo habitual. La responsabilidad es de todos, intentan difundir los auténticos responsables de la monumental estafa que padece el conjunto de la ciudadanía. Pero esta vez las cosas han quedado bastante más claras y los ciudadanos están más avisados: la responsabilidad de lo que ocurre es de unos pocos, precisamente de quienes han ganado demasiado, en exceso. Esta vez, nadie podrá decir que la culpa de todo la tiene el aumento de los salarios que disparó la inflación y aumentó artificialmente el valor de las cosas. Esta vez, la tan fustigada inflación de los pobres (el aumento del salario) ha dejado paso a una gigantesca inflación de los ricos (el aumento injustificado del valor de los activos) y las consecuencias de esa inflación de la que nadie quería hablar, que nadie denunciaba ni criticaba, han sido mucho peores.
El analista británico Martin Wolf es uno de los pocos que lleva escribiendo de estos temas muchos meses. Hace un año publicó un artículo bastante clarificador en el que anunciaba que el exceso de ahorro que se había dirigido a Estados Unidos en la creencia de que era un lugar seguro (tres cuartas partes del ahorro mundial), mezclado con el relajamiento de las políticas monetaria y de control, iba a provocar una burbuja gigantesca. Aquí está. Realmente, George W. Bush, bajo cuyo mandato de ocho años se ha desarrollado esta enorme estafa, sin que pestañeara ni un segundo ni se le ocurriera ponerle el menor freno, pasará a la historia. Partió en busca del mal para destruirlo y resultó que era como el viejo profesor Abronsius de la película de Roman Polanski El baile de los vampiros: en lugar de acabar con él, terminó expandiéndolo por todo el mundo.
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