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Columna
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Tomates y pepinos

La distribución de los escaños en el Parlamento de Extremadura (32 del PP, 30 del PSOE y 3 de IU) permitía dos soluciones distintas para la investidura presidencial: o bien aplicar el criterio de la lista más votada, en provecho de los populares, o bien la alianza de los grupos llegados a la meta en segundo y tercer lugar, a favor de los socialistas. La abstención de IU ha resuelto el dilema en beneficio de José Antonio Monago, que obtuvo la mayoría simple en la segunda sesión del debate.

A diferencia de la pinza impulsada por Aznar y Anguita contra el PSOE desde la derecha y la izquierda en la etapa 1993-1996, su repetición en la Extremadura de 2011 ha producido una grave fractura en el seno de IU: mientras la organización regional se pronunciaba mayoritariamente a favor de la abstención, el coordinador nacional, Cayo Lara, y la presidencia federal trataron de impedir la llegada del PP al Gobierno extremeño. Esta vez fallaron las justificaciones dadas en su día por Anguita para declararse neutral ante la lucha por el poder entre populares y socialistas (y para favorecer en la práctica al partido de Aznar). De un lado, nadie podría ya defender sin ruborizarse la cursi parábola neotestamentaria de las dos orillas, que reservaba la ribera izquierda del río a los blancos corderos apacentados por la coalición y agrupaba en la contraria a los pardos cabritos votantes de populares y socialistas. De otro, nadie apuesta hoy a favor del sorpasso electoral del PSOE pronosticado en los años noventa por la prensa conservadora para poner los dientas largos a Julio Anguita.

El PP mejora su capacidad de coalescencia política para lograr alianzas con otros partidos

El factor psicológico de las ofensas recibidas y los rencores albergados por los militantes de IU durante los 28 años de ininterrumpido Gobierno socialista en Extremadura no explica por sí solo su abstención. Tampoco resulta suficiente el papel desempeñado por la feroz competencia en el mercado electoral teorizada por Schumpeter y vulgarizada con crudeza destemplada y garrulería simplona por el expresidente Rodríguez Ibarra en sus declaraciones al diario Hoy: "Socialistas y comunistas son enemigos acérrimos porque vendemos el mismo producto; IU y nosotros vendemos tomates, y el PP vende pepinos".

Es necesario tomar igualmente en consideración la mejora de la capacidad de coalescencia política del PP. El discurso de investidura de Monago abundó en guiños a IU (impuestos de sucesión y de patrimonio, renta básica, reforma de la ley electoral) para justificar su abstención. Ahora bien, el entendimiento alcanzado con IU en Extremadura, con el Par en Aragón, con CiU en Cataluña y con EB en Álava no elimina totalmente la rigidez del PP a la hora de concertar pactos institucionales: a la espera de lo que suceda con sus difíciles relaciones en Asturias con Francisco Álvarez Cascos, tanto Canarias como Navarra son un ejemplo de esa falta de flexibilidad de los populares para las alianzas.

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