Pinchazos al raso un decenio después
La crisis acaba con la primera narcosala de España tras 11 años de atención a los drogodependientes en Las Barranquillas. El cierre es parte de una política de recortes en los recursos de atención para toxicómanos
Senén García, de 48 años, vio a ratos el debate del pasado lunes entre los candidatos del PSOE y el PP a la Presidencia del Gobierno. La voz de los políticos se coló esa noche en Las Barranquillas, un descampado en el que unas 20 chabolas se levantan alrededor de la primera narcosala que se abrió en España en el año 2000. Un lugar en el que los toxicómanos pueden pincharse bajo la supervisión de trabajadores sociales, dormir bajo techo, comer caliente o darse una ducha. "Rajoy dijo que no quitará el paro", informa Senén con alivio a los trabajadores del centro. Tanto él, en la droga y en la calle desde finales de los noventa, como los cerca de 40 empleados del centro tienen los días contados en Las Barranquillas. Las políticas de recortes se han llevado por delante la narcosala. El 1 de enero de 2012, los drogadictos volverán a pincharse al raso, una escena que nos obliga a echar la vista 11 años atrás.
Ha impedido con sus análisis a las dosis miles de chutes mortales
Ya solo queda un punto de venta de droga en el poblado
"Los drogadictos ya no interesan. No son peligrosos", dice un psiquiatra
La narcosala recibió en 2011 algo más de dos millones de euros
Las Barranquillas, en el distrito de Villa de Vallecas, era entonces el mayor hipermercado de la droga de Europa. Senén llegó allí desde Oviedo en 2005. Estuvo cinco meses en la calle sin darse una ducha hasta que se enteró de que había un lugar solo para toxicómanos, en el que podía pincharse sin miradas indiscretas, con una jeringuilla nueva y sin preguntas incómodas. Allí se quedó. "Esta gente ha salvado muchas vidas", dice ahora desde su chabola, que ha construido frente del local. Los trabajadores, que no hablan por imposición de la Agencia Antidroga de la Comunidad de Madrid, han sido testigos de multitud de sobredosis, han impedido con sus análisis a las dosis miles de chutes mortales y se han ganado el respeto de todos. Incluso cuando el nerviosismo invade Las Barranquillas ante la visita de los periodistas, que con su indiscreción hacen que el único punto de venta de droga (un hombre y una mujer sentados en un sofá rojo) cierre el chiringuito durante un rato, por si las moscas.
En ese momento una furgoneta baja por el terraplén. Conduce un patriarca gitano que trae a sus dos hijos, uno de ellos manco, enganchados a las drogas desde hace años. Como no terminan de salir de este mundo, el padre los lleva hasta la narcosala para que se inyecten de la forma más higiénica posible. "Es una canallada que lo cierren. ¿Prefieren que se pinchen en la calle como perros?", se pregunta con su sombrero de ala, apoyado en el bastón que le guía. A lo lejos, dos policías echan un vistazo al campamento. Es mediodía y Santi, un adicto que acaba de despertarse, carne de prisión durante años, los observa con los ojos medio cerrados:
-Que no se acerquen, me dan urticaria.
Aunque estos días Las Barranquillas parece un erial con solo un puñado de toxicómanos, hace 11 años surtía a unos 13.000 drogadictos. La imagen era parecida a la de estos días en Valdemingómez, en plena Cañada Real. Fogatas a cada paso informando de los puntos de venta, toxicómanos buscándose una vena en plena calle y niños descalzos entre el barro. El problema no se ha erradicado, solo se ha trasladado. Pese a las desconfianzas, la realidad es que al menos esta vez, drogadictos y policías se han puesto de acuerdo y condenan el cierre. La Comisión de Seguridad del Distrito, integrada por políticos y representantes de la policía, pide que el centro se traslade a Valdemingómez. El comisario de Villa de Vallecas, Porfirio Jiménez, mandó a una carta a la Agencia Antidroga para que reconsiderase su postura. "Ese centro es un domicilio fijo para los toxicómanos. Reciben notificaciones judiciales en esa dirección y es muy útil para tenerlos localizados. Esa labor se va a complicar mucho", analiza el comisario. La policía y los trabajadores sociales creen que habría que trasladar el centro, pero esta es época de recortes y el presupuesto de la Comunidad de Madrid para la Agencia se ha reducido algo más de un 8% para el próximo año.
El cierre de la narcosala el 1 de enero no tendrá nada que ver con su apertura. Desaparecerá sin hacer ruido, sin apenas un recuerdo del lío que generó su desembarco, en el año 2000. Pocos entendieron entonces el beneficio que podría suponer el abrir un lugar para que los toxicómanos se drogaran en condiciones higiénicas. Alberto Ruiz-Gallardón era aquellos años presidente de la Comunidad y fue uno de los principales promotores de la idea. Se enfrentó al entonces alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano, y al entonces presidente del Gobierno, José María Aznar. Pero se salió con la suya. Implantó en Madrid un proyecto que ya estaba en marcha en países como Holanda y Suiza y que pronto fue imitado en otros puntos de España como Cataluña y el País Vasco. El otro día, inmerso en medio de la vorágine electoral por las elecciones generales, el ahora alcalde, que conoce en primera persona la tragedia que provoca la droga en las familias, se enteró por la prensa del cierre. "Me produce una tristeza inmensa", dijo a su círculo cercano.
Junto a Gallardón, otro de los padres de la narcosala fue el médico forense José Cabrera, especializado en psiquiatría. En contra de la opinión de otros colegas, Cabrera, como director de la Agencia Antidroga, defendió a toda costa los programas de metadona para los adictos. Ahora, echando la vista atrás, cree que el tema se ha caído de la agenda. "Los drogadictos no interesan a nadie. Hace 10 años eran peligrosos porque robaban bolsos o atracaban farmacias, pero como ahora tienen metadona han desaparecido del mapa y nadie se acuerda de ellos", reflexiona el forense. "Y a los que menos interesa es a los políticos, ni PP ni PSOE. Es la triste realidad", añade.
La narcosala, gestionada por la Fundación Salud y Comunidad, recibió en 2011 algo más de dos millones de euros. La actual directora de la agencia, Almudena Pérez, niega que el cierre responda a problemas económicos. Asegura que no tiene sentido seguir en un lugar donde han sido desmanteladas casi todas las chabolas. Según los datos que maneja, el 80% de las jeringuillas se dispensan en Valdemingómez, donde hay varias unidades móviles de atención. ¿Y por qué no trasladar el centro? "El perfil del drogodependiente ha cambiado, ya no es el de un heroinómano que vive en la calle, sino el de un hombre soltero de nivel socioeconómico medio y adicto a la cocaína. El objetivo es sacarlos de la red de consumo y engancharlos a la vida mediante centros de día", explica Pérez.
Ajenos a crisis económicas y cuestiones políticas, en Las Barranquillas Santi y Senén no encajan en el perfil medio que da la agencia. "Me compraré un perro y una bici y me iré a recorrer las Canarias", sueña Senén, que guarda unas hojas sueltas de un evangelio de san Juan en la cartera que ya ha leído más de mil veces, aunque asegura que no es creyente. "Os expulsarán de las sinagogas", le anuncia el apóstol desde la billetera, justo al lado de su carné de usuario de metadona.
Otro centro cerrado
La narcosala de Las Barranquillas no va a ser el único centro que eche el cierre en 2012. La Comunidad de Madrid no renovará el contrato con la ONG que gestiona el centro de desintoxicación de El Batán. Los 130 usuarios de este lugar no saben dónde irán a parar. El colectivo de afectados por el cierre de la red antidrogas de la Comunidad de Madrid ha convocado una concentración para el próximo 16 de noviembre ante la Consejería de Sanidad. Consideran que cuando los cierres se hagan efectivos, más de dos tercios de los usuarios se quedarán en la calle o serán derivados a otros recursos no especializados, como ambulatorios o albergues. "Nos van a oír, no nos pueden dejar tirados así", explica la madre de un paciente del pabellón que se ocupa de los menores de edad.
La Agencia Antidroga, por el contrario, señala que con el cierre se pretende "modernizar la red". La directora Almudena Pérez dice que se va a sacar a concurso un programa de residencia de día que se haga cargo de los usuarios de El Batán, con un enfoque más sanitario, aunque aún no se conoce qué servicios va a tener el nuevo centro.
Varias asociaciones que atienden a toxicómanos preparan movilizaciones tras celebrar una asamblea la semana pasada.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.