"He sido una 'maripuri' del tecno"
Clara Morán, mujer de buena cuna, hija del ministro socialista Fernando Morán y sobrina del que fue presidente del Gobierno Leopoldo Calvo-Sotelo, está en un momento de cambio. Pionera del tecno en España, primero con el grupo Oviformia y Heroica y luego como compositora y música de Fangoria, Clara es además madre, periodista, traductora y lo que haga falta. La primera vez que salió en los papeles fue en una redada en la sala Marquee a propósito del primer simposio electrónico en España que organizaron junto a Aviador Dro: "Fue el 9 de marzo de 1981, justo después del 23-F. Íbamos tremendos. Con unos tubos fluorescentes que hicimos con líquido de clara de huevo, llevábamos reflectores de bici en la cara, el pelo blanco... Y había un periodista que al día siguiente sacó en un periódico una foto que ponía: 'La sobrina rockera del presidente". Han pasado los años y los problemas cambian.
"Mi hijo fuma 'maría', dice que el mundo es Babilonia y que hay que huir"
"Algún día habrá que contar bien la historia de Fangoria, y antes la de Dinarama"
"Estoy preocupadísima con mi hijo menor. Le gusta el reggae, fuma maría, es rastafari y justifica todo diciendo que este mundo es Babilonia y que hay que huir de Babilonia, y está montando una comuna. Yo vengo de una mezcla muy rara: mi madre, una señorita bien, y luego el marxismo de mi padre. Nunca he encontrado mi lugar, demasiado señorita para unas cosas y demasiado poco, para otras. Y veo a este pobre que, claro, un master en Boston no va a hacer, y es lógico que no quiera ir a ICADE, pero de ahí a las sobremesas que me está dando... Estoy horrorizada".
Pregunta. ¿Qué pensaba a los 18?
Respuesta. Nosotros, los de los 40, somos una generación muy poco operativa y un tanto perdida. Rechazamos los valores de la progresía, que nos parecían represores, y hemos acabado siendo la generación posmoderna del relativismo. Algo que he ejercido divinamente: soy una indecisa.
P. ¿Qué es eso del posmodernismo?
R. No sé, somos una generación del pick and mix de influencias, donde podías revindicar lo más popular, pero al mismo tiempo sólo escuchar la electrónica más radical. Tengo 43 años y, mira, creo que he acabado siendo una tibia.
P. ¿Tibia?
R. Sí, pero estoy abandonándolo, estoy leyendo a Ayn Rand [filósofa precursora del objetivis-mo], a ver si puedo dejar este relativismo galopante. En los últimos 10 años me ha perdido, comprender todas las posturas... Voy a probar a postularme.
P. ¿Has dejado la música?
R. Me he alejado de la música porque no la disfrutaba. Quizás he atribuido a la música muchos sinsabores de mi vida. Ahora vuelvo a disfrutar al escucharla. Me gusta mucho Elliot Smith [cantautor estadounidense de indie-pop fallecido a los 34 años tras autoapuñalarse], estos nuevos cantautores norteamericanos... Estoy muy atormentada, en un camino de emoción enloquecido después de tanta contención.
P. ¿De veras?
R. Ha sido mi educación, nunca pierdo los papeles, nunca broncas, nunca un taconazo. La electrónica era esa liberación. Desde que decidí dejar la tibieza estoy más atormentada.
P. ¿Se está liberando?
R. En parte tiene que ver con haberme separado y tener relaciones nuevas. Me he dado cuenta de muchos fallos, de mecanismos lastrados, de querer huir siempre sin querer dejar huella.
P. ¿Cuándo se lo pasó mejor?
R. He sido una maripuri de movimiento tecno, como reacción a los personajes excesivos de los ochenta. Llegamos a los 30 asustados. Coño, si llegamos a no tomar Coca-Cola porque era excitante.
P. ¿No hubo momentos de desenfreno?
R. A finales de los ochenta paré, estuve de madre total. Y en el 95, con Fangoria, llegó más el despendole. Ahí entró el éxtasis en nuestras vidas. Había toda una cultura, éramos seguidores de Alexander Shulgin, Sasha, el creador del MDMA. Leíamos a Escohotado religiosamente. En esa época componíamos para Fangoria, sobre todo Lucho, mi marido, temas como No sé qué me das, Eternamente inocente, Hombres o Electricista... Pero aquello, cuando llegó el dinero, acabó fatal. No hay ni lealtades ni amigos. Algún día habrá que contar bien la historia de Fangoria, y antes la de Dinarama. A Carlos Berlanga, el Serge Gainsbourg español, le pasó lo mismo.
P. ¿Y que hacíais con los niños en esa época?
R. Bueno, venía a pinchar Laurent Garnier y a las nueve de la mañana recogía en casa de mis padres a mis hijos para llevarles al parque. En la vida puedes experimentar y al mismo tiempo no desatender a nadie.
P. ¿Pudo compartir su modo de vida con sus padres?
R. No. Son educaciones muy contenidas, muy poco expresivas. No hay ningún momento de juerga en el que alguien descontrole, no hay fiestas familiares en las que se cuenten chistes y alguien se parta, no hay peleas ni grandes abrazos. Es algo por lo que yo he luchado para no tener con mis hijos. De mayores, a mis padres se les está dando mejor.
P. ¿Y ahora?
R. Con la muerte de mi tío Leopoldo me he acercado a la familia. Me habría gustado hacerlo antes, pero ha tocado ahora. Estoy en un cambio de destino por liquidación del anterior.
P. ¿Pero eso va en serio?
R. Eso es una petardada. Pero algo tengo que cambiar.
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