Criptas para el último descanso
La Iglesia católica abre la mano a la venta de sepulturas subterráneas en los templos después de siglos de prohibiciones
En las entrañas de Madrid, bajo algunos de los principales templos, miles de personas allí sepultadas duermen su sueño postrero desde tiempos remotos. Pero esos espacios habitualmente ocultos a la mirada de los vivos se han visto agitados en fechas recientes por una secuencia inédita de enterramientos, aunque bajo una modalidad funeraria nueva: la de las urnas cinerarias, que comienzan a poblar ahora los numerosos columbarios que se construyen en el subsuelo de templos históricos o en algunas de las nuevas iglesias que en Madrid se erigen. Es una moda, al parecer, imparable. Y muy rentable, además.
Es el caso de la iglesia de Santa Bárbara, joya del barroco rococó madrileño, antiguo monasterio de monjas salesas, hoy junto al edificio del Tribunal Supremo. Fue construida en el siglo XVIII durante el reinado de Fernando VI de Borbón para su esposa, Bárbara de Braganza. El monarca y la reina portuguesa, que permanecen enterrados en dos suntuosas sepulturas trasdosadas dentro de esta parroquia de la calle del General Castaños, componen un poderoso reclamo para cuantos quieran hoy que sus cenizas sean allí sepultadas.
Por 150.000 euros uno puede ser enterrado en La Almudena
La Comunidad exige que los restos estén en recipientes metálicos
Así lo recuerdan las fotografías que el tablón de anuncios de la parroquia exhibe en la entrada al templo. El visitante recibe allí una información gráfica, a base de planos y fotos, que informan sobre lo que el subsuelo de la parroquia alberga.
El proyecto del columbario de la parroquia de Santa Bárbara data del año 2003. En total, tiene una capacidad variable, que frisa las 2.000 unidades para urnas cinerarias. Una estatua angélica, otra de San José y un gran crucifijo presiden la estancia doble. La primera sala cuenta con ocho y la segunda con cinco alas, nombradas con letras, de columbarios sencillos, dobles, triples y hasta séxtuples. Los receptáculos para albergar cenizas de difuntos se agrupan en la sala más grande, la primera. Además, los suelos de ambas estancias contienen, bajo lujosas baldosas, 320 y 187 nichos mortuorios.
Otra de las criptas más señeras de cuantas Madrid esconde es la de la catedral de la Almudena. Columnas de orden gigante, con potentes capiteles neorrománicos, jalonan la estancia, flanqueada por numerosas capillas, casi todas ellas propiedad de ilustres familias, bien de la nobleza, la alta burguesía acaudalada o bien religiosos y religiosas de alcurnia. El arquitecto del templo, Fernando Chueca Goitia, y el marqués de Villaverde, entre otras personas célebres en vida, yacen sepultados en esa cripta. Según fuentes del arzobispado "la regulación de estos enterramientos está en fase de estudio y de cambio".
Pero otros testimonios son más precisos: "Hay dos tipos de sarcófagos, ambos de pared, dentro de capilla: los que cuestan 150.000 euros y los que cuestan 180.000", explica un empleado que atiende desde un teléfono anunciado en los tablones catedralicios. "Admiten un cofre y una urna cineraria", precisa. "De los sarcófagos, ya sólo quedan siete, dos de ellos en la capilla de la Virgen de la Luz; en cuanto a los columbarios, únicamente queda espacio para 30 unidades, con precios que oscilan entre 6.000, 7.500 y 12.000 euros".
"Para obtener uno de esos espacios es preciso rellenar un impreso dirigido a un delegado del cardenal que expide un certificado de propiedad, bajo la forma de donativo para la prosecución de las obras de la catedral", explica el mismo empleado. Y precisa: "Salvo el embalsamamiento, no es necesario ningún requisito más: aquí vienen féretros de madera, pues no se exigen cofres metálicos sellados". El reglamento de Policía Sanitaria y Mortuoria de la Comunidad de Madrid, que versa sobre la normativa de los enterramientos e incineraciones, autoriza la actividad funeraria en las criptas bajo los templos, si bien se exige el depósito de los restos en recipientes metálicos.
"Lo más curioso es que hasta 1964, las incineraciones de difuntos eran prohibidas por la jerarquía eclesiástica para todo el orbe católico", dice Nieves Concostrina, periodista especialista en asuntos funerarios. En aquel año, el Concilio Vaticano II levantó las prohibiciones, pero la incineración seguía siendo rechazada por el alto clero en Madrid.
Otra cripta singular de Madrid se encuentra bajo la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, en la calle de Goya. La escritora naturalista Emilia Pardo Bazán yace en ella sepultada bajo un rótulo que informa de su pertenencia a la Venerable Orden Terciaria franciscana. En sus panteones decidieron enterrarse, por privilegio pionero, aquellos próceres que financiaron el templo.
En Madrid, la muerte, que, en teoría, a todos iguala, cuenta con un buen manojo de excepciones.
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