Apaleado por los neonazis
Los jueces condenan a cuatro 'ultras' por el intento de asesinato a un hombre de origen magrebí - El fallo no aplica la agravante de xenofobia
Mourat Mortabit anda despacio, ayudado por dos muletas. Sufre continuos dolores de cabeza y ataques epilépticos, además de parálisis en una parte del cuerpo. En la cabeza se le aprecian varias cicatrices. Son algunas de las secuelas del brutal ataque a manos de cuatro hombres de ideología nazi que intentaron matarle a golpes el 27 de septiembre de 2007. La Audiencia Provincial de Madrid les ha condenado a 10 años de cárcel por un delito de asesinato en grado de tentativa. Mortabit, lejos de quedar contento con la sentencia, dice que no confía en la justicia, porque nadie le ha explicado el porqué de su ataque.
Todo empezó por la tarde. Mourat fue a recoger a su novia, de 17 años, con la que llevaba poco tiempo saliendo. Tras llevar un teléfono móvil a un primo a Sevilla la Nueva, se marcharon a un descampado en un paraje conocido como Camino de Fuente Pilas, en el punto kilométrico 0,600 de la M-404 (Navalcarnero-El Álamo), junto a la autovía de Extremadura. "Siempre íbamos allí porque mi novia trabajaba en un videoclub. Cogíamos un DVD y nos poníamos tranquilamente a ver una película", explica Mourat.
Mourat anda con muletas y tiene parte del cuerpo paralizado
Los médicos estuvieron a punto de darle por muerto
Pero aquella noche fue distinto. Justo a las 22.25, cuando pararon el coche (un Golf TDI), salieron de detrás de una caseta cuatro encapuchados. Uno de ellos rompió la ventanilla lateral derecha, que quedó hecha añicos. Otros tres abrieron la puerta del conductor y sacaron al vecino de Navalcarnero, tras agarrarle en un hombro. Sin mediar palabra y sin que pudiera reconocer a sus atacantes, recibió un golpe con un objeto metálico en la cabeza. "Recuerdo que hice amago de coger algo, supongo que una piedra del suelo. En ese momento me tiraron al suelo y me cayeron golpes de todos los lados. Empezaron a decirse uno a otro: '¡Mata a ese hijo de puta, mátale!' En ese instante quedé inconsciente", recuerda la víctima.
Sus atacantes hablaban un español perfecto, según Mourat. Los tres la emprendieron a golpes con una porra de madera, con una porra extensible y con un puño americano. Mientras, el cuarto atacante amenazaba a la menor de forma que ésta sólo podía tener la cabeza agachada y mirar al suelo del coche.
Mourat quedó tendido en el suelo. Sus atacantes huyeron a la carrera sin mirar atrás. Gracias a que el padre de uno de los atacantes sospechaba lo que iba a pasar, este español de origen magrebí puede contar lo que le ocurrió. El progenitor le trasladó en su coche junto a la menor a la Fundación Hospital Alcorcón con unas lesiones gravísimas. Entró en coma profundo, con golpes en un costado, un traumatismo craneoencefálico con fractura craneal y un hematoma dentro del cráneo, a la altura de la parte derecha de la frente. Fue trasladado de inmediato al hospital Puerta de Hierro, donde estuvo cerca de un mes en coma profundo.
"La actividad de mi cerebro era del 0,5%. A mi madre le dijeron que, si no mejoraba, me iban a desconectar al día siguiente. Cuando me iban a quitar el tubo de oxígeno, moví el dedo índice de la mano derecha y eso me salvó", explica. "Después los médicos le dijeron a mi madre que iba a quedar como un vegetal o loco. Tras un año y medio de rehabilitación, me estoy recuperando, aunque no me encuentro bien", reconoce.
La Guardia Civil logró identificar a los autores del intento de asesinato. Se trataba de Francisco Quesada Solana, Sergio Laguna Velasco e Iván Curto Zahino. Los tres son militares, destinados a la base de El Goloso. Les acompañó en el ataque Jorge Hernández Martínez. La sentencia de la Audiencia Provincial considera probado que todo empezó a raíz de que el coche de Quesada (un Opel Astra) sufriera daños el 15 de septiembre de 2007.
El supuesto testimonio de una vecina, que nunca ha declarado ni ante la Guardia Civil ni el juzgado, apuntaba a que los autores iban en un coche como el de Mourat. "Es todo mentira. Yo jamás me he metido a romper el coche de otro. Por eso nadie pudo ver que yo hiciera algo así. Además, ¿dónde está esta mujer que dicen que me vio?", se pregunta el agredido.
La sentencia también reconoce que tras el ataque los cuatro encapuchados se fueron a un bar de ideología neonazi, en los alrededores del estadio Santiago Bernabéu, para recoger unas entradas y fraguarse una coartada de que fueron al partido del Real Madrid. El fallo reconoce que al menos tres de los condenados (Sergio Laguna, Jorge Hernández y Francisco Quesada) son neonazis. El primero intervino en el programa Comando actualidad de Televisión Española defendiendo esta ideología. También lleva tatuajes que así lo atestiguan. Al segundo le conocen como Jorge, El Ultra. Sin embargo, el tribunal no vio la agravante de xenofobia.
"Me estoy volviendo loco. No puedo vivir porque no tengo el porqué de lo que me ha pasado. La explicación que han dado en el juicio es mentira. Yo nunca me he metido con ellos, ni tengo antecedentes. Antes era una persona normal", asegura Mourat, que llegó a España cuando tenía cinco años. Cursó hasta 4º de la ESO, pero como no le gustaba estudiar, se formó como cerrajero e informático. En los dos últimos años trabajó como soldador y de albañil para el Ayuntamiento de Navalcarnero, con el que consiguió un contrato indefinido. Ahora, le han dado la invalidez permanente, por lo que sólo cobra 700 euros al mes.
"Yo era el que tenía que estar orgulloso con la sentencia, pero ya no creo en la Justicia. Yo vivo en la calle, pero como si fuera una prisión. Veo a la gente haciendo cosas y yo no puedo hacerlas. Me han destrozado la vida", se queja Mourat.
"Me estoy muriendo día a día. Estoy sufriendo mucho por la injusticia que estoy pasando. Los cuatro hicieron la pantomima de pedir perdón al final del juicio, pero no lo creían ni ellos. ¿Por qué en lugar de hacer el tonto no pudieron decirme el motivo de que me atacaran?", añade con rabia contenida este hombre de 23 años.
La vida después del ataque ya no ha sido la misma. Además de tomar abundante medicación, sufre continuos dolores de cabeza y tiene la movilidad muy reducida. La sentencia sólo le reconoce una indemnización de 150.000 euros, de los que sólo cobrará unos 91.000. Es la cantidad que consignaron los condenados antes del juicio. "Con eso no tengo ni para una casa ni para los pañales de un hijo, cuando lo tenga", concluye amargamente.
Mourat tiene miedo. Quiere irse de Navalcarnero ante la posibilidad de que haya represalias, pero no tiene dinero. Ahora está buscando cómo salir de lo que ha vivido. "Me estoy volviendo loco. Daría todo por estar con la salud que tenía antes de que me intentaran matar".
¿No hubo racismo?
Mourat tiene rasgos norteafricanos: pelo muy tupido, es muy moreno de tez y muy delgado. Al oírle hablar se le nota rápidamente el acento. Pero el ataque que pudo costarle la vida no fue racista. Así lo ha entendido la Sección Decimosexta de la Audiencia Provincial de Madrid que no ha aplicado esta agravante. Y eso pese a la ideología neonazi de los atacantes.
"No cabe duda tampoco del origen magrebí de la víctima. Ahora bien, no existe prueba en las actuaciones que nos permita llegar a la conclusión de que estos tres acusados actuaran con motivos xenófobos", recoge la sentencia.
Hasta ahora, la agravante de ideología sólo se ha aplicado en un caso en Madrid. Ha sido en la sentencia por el asesinato de Carlos Javier Palomino en la estación de metro de Legazpi. Su autor, el soldado Josué Estébanez, fue condenado a 26 años de prisión.
La abogada de Mourat, Aurora Polo González, recurrirá en casación ante el Tribunal Supremo para que aumente las condenas a los militares. "Es muy fuerte que no hayan aplicado esa agravante", resumió la letrada.
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