Ataque al bacilo 'extraterrestre'
Los científicos que anunciaron un microorganismo que vivía de arsénico afrontan duras críticas, pero defienden que su conclusión es aún viable
El espectacular anuncio del descubrimiento de unas bacterias que abrirían el espectro de posibilidades de vida extraterrestre se ha venido abajo. Han tenido que recular los investigadores, liderados por el Instituto de Astrobiología la NASA, que hace seis meses presentaron en la prestigiosa revista Science unas bacterias en las que el normalmente tóxico arsénico sustituiría al fósforo en sus moléculas vitales, incluido en su ADN. Las duras críticas de los expertos han obligado a la revista a abrir un inusual debate al respecto y los autores del hallazgo han tenido que aguantar el chaparrón, contestar a sus colegas que han cuestionado el trabajo y poner muestras de sus bacterias libremente a disposición de quien quiera repetir los experimentos. Ellos sostienen que su "interpretación de la sustitución del arsénico, basada en múltiples líneas confluyentes de evidencias, es plausible", pero Science ha puesto ya en su resumen de aquel artículo de principios del pasado diciembre una advertencia destacada en tinta roja: "Este artículo describe una bacteria que sustituye por arsénico un pequeño porcentaje de su fósforo, pero no que vive enteramente de arsénico".
La NASA anunció a bombo y platillo el 'hallazgo' de astrobiología
Los investigadores ceden su material a quien quiera repetir los experimentos
La presentación del artículo de las bacterias del arsénico, el 2 de diciembre de 2010, estuvo precedida por el anuncio de la NASA convocando una rueda de prensa que alimentó el suspense y las expectativas sobre un importante hallazgo de astrobiología que muchos quisieron interpretar, antes de tiempo, como anuncio inminente del descubrimiento de vida extraterrestre. Ahora el protagonismo recae en Felisa Wolfe-Simon, primera firmante del famoso artículo, y la propia revista Science que lo publicó tras superar el proceso habitual de revisión entre pares.
El trabajo en cuestión se basa en unas moléculas de la familia Halomonadaceae, obtenidas en el lago Mono de California -muy salado y rico en arsénico- que, una vez en el laboratorio, fueron cultivadas en un medio cada vez más rico en arsénico y más pobre en fósforo. Wolfe-Simon y sus colegas concluyeron que las bacterias habían acabado por vivir enteramente de arsénico y que incluso habían incorporado en su ADN ese elemento normalmente tóxico. Las implicaciones astrobiológicas se derivaban del hecho de que todas las formas de vida en la Tierra (las únicas conocidas) utilizan seis elementos básicos (oxígeno, carbono, hidrógeno, nitrógeno, fósforo y azufre), por lo que añadir uno nuevo a la receta ensancharía la perspectiva de búsqueda de vida extraterrestre.
"Si fuera verdad, este hallazgo provocaría importantes cuestiones acerca de los requerimientos básicos de la vida", afirma ahora Science en una declaración sobre la revisión del trabajo original.
La revista reconoce que recibió "muchos comentarios técnicos, artículos y otras formas de correspondencia tras la publicación del trabajo de Wolfe-Simon". También en foros científicos, revistas especializadas y blogs se expusieron inmediatamente dudas y críticas acerca de esa investigación, cuestionando desde aspectos concretos de los experimentos y mediciones incompletas hasta la interpretación misma de los datos, pasando por las alertas sobre la contaminación en los ensayos.
Lo que ha hecho Science ha sido seleccionar las críticas argumentadas de ocho investigadores de todo el mundo que, en cierto modo, sintetizan las numerosas objeciones, publicarlos y dar a Wolfe-Simon y sus colegas la posibilidad de respuesta, debate y rectificación. Todo el proceso, destaca la revista, ha seguido los procedimientos habituales en ciencia de revisión entre expertos, algo que ha sido valorado positivamente en la comunidad científica. Pero el mismo hecho de que se produzca esta situación deja en mal lugar a los revisores del artículo original que direon luz verde para su publicación a un trabajo que tantas críticas ha suscitado, incluidas algunas muy fuertes sobre escasas explicaciones y detalles acerca de los pasos dados en el laboratorio con esas bacterias amantes del arsénico.
Las ocho críticas publicadas suscitan un amplio abanico de pegas a los experimentos del equipo de Wolfe-Simons y sus conclusiones. Uno de los comentarios técnicos seleccionados por Science plantea la posibilidad de que las bacterias a las que supuestamente no se aportó fósforo en el cultivo hasta convertirlas en dependientes del arsénico en realidad tomasen el primer elemento de pequeñas cantidades residuales e impurezas del entorno, y dichos microorganismos "sencillamente sobrevivieron con cantidades minúsculas de fósforo", como se sabe que hacen otros. También es posible que los porcentajes medios de presencia de los elementos en los análisis sean incorrectos. Los expertos argumentan varias pegas relacionadas con diferentes procesos bioquímicos que condujeron a interpretaciones erróneas de los resultados.
El trabajo de Wolf-Simon y sus colegas durante los pasados seis meses ha debido ser realmente duro para hacer frente a un aluvión de críticas y preguntas planteadas por especialistas mundiales en la materia que cuestionan o incluso descartan sus conclusiones. Ellos responden en Science a los ocho seleccionados. En unos casos proporcionan más detalles de cómo hicieron los experimentos y análisis, en otros defienden su trabajo básicamente, pero admiten que "es interesante hacer más experimentos" sobre algunas cuestiones; admiten críticas a sus cálculos, pero insisten en que se han repetido y que los resultados siguen admitiendo sus conclusiones iniciales.
Stefan Oeheler, por ejemplo, plantea en su crítica que el estudio original "presenta exclusivamente resultados preliminares y no los experimentos de confirmación que uno esperaría encontrar en apoyo de las conclusiones", y propone diferentes pruebas y análisis para verificar esa supuesta sustitución de fósforo por arsénico en las bacterias del lago Mono. A esto Wolfe-Simon y sus colegas responden que esperan trabajar con otros equipos de investigación para probar su hipótesis. Anuncian, además, que ponen a disposición de la comunidad científica muestras de la cepa de bacterias en cuestión, GFAH, para que otros puedan repetir los experimentos (principio esencial de la ciencia). De momento agradecen "la oportunidad de explicar mejor nuestros métodos y de tomar en consideración interpretaciones alternativas".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.