Un criminal en la cabina del avión
El piloto argentino detenido en Valencia alardeaba ante sus colegas de haber participado en los "vuelos de la muerte"
Julio Alberto Poch fue piloto del régimen del general Videla. Participó del horror de lanzar desde el aire a los detenidos por la feroz dictadura que sembró el terror entre 1976 y 1983 en Argentina. Lo contaba. Se felicitaba de ello. Así se lo contaron al juez argentino que persigue por torturas y asesinatos a quienes hicieron desaparecer a más de 30.000 personas; y se lo contaron los que desde hace años son compañeros de Poch en la línea comercial aérea holandesa Transavia. Desde ayer, por orden de la juez de Primera Instancia e Instrucción 2 de Quart de Poblet (Valencia), Poch duerme en la cárcel de Picassent.
Cuatro causas por torturas y asesinato buscan saldar cuentas con él en Argentina. La policía española le detuvo el martes en el aeropuerto valenciano de Manises, a los mandos de un avión en el que casi a diario hacía la ruta Valencia-Amsterdam. La justicia argentina cursará en breve la solicitud de extradición.
Poch, con cuatro causas por tortura y asesinato, viajaba a España casi a diario
Julio Alberto Poch tiene 57 años. Fue teniente de la Armada argentina. Pilotó aviones que vaciaron un pasaje vivo sobre el mar y el Río de la Plata para garantizarse la muerte por ahogamiento de sus víctimas. Eran los llamados "vuelos de la muerte". En 1981 abandonó Argentina y se trasladó con su familia a Holanda. Tiene doble nacionalidad. Y siguió ganándose la vida volando, transportando pasajeros como piloto de línea. Su último destino, una empresa de low cost (vuelos baratos).
El juzgado federal número 12 de Buenos Aires empezó a poner fin a la libertad de Poch el pasado 25 de febrero, cuando dictó una orden internacional de busca y captura. A Poch le perdió la boca, la arrogancia y la chulería. Y el juez Sergio Torres, encargado de perseguir a los pilotos de los "vuelos de la muerte", no desaprovechó la oportunidad.
Torres tenía conocimiento, después de un viaje a Holanda en 2008 en busca precisamente de antiguos militares colaboradores de la dictadura de Videla, de que un piloto, Julio Alberto Poch, había reconocido ante sus propios compañeros de Transavia lo que consideraba una hazaña, una gloria, una heroicidad: haber tirado vivos desde el aire a secuestrados por la dictadura.
Colectivos de víctimas de la época más oscura de la historia reciente argentina recuperaban ayer la biografía de Poch y explicaban los detalles de la investigación del juez Torres. Según explicó Alexis Banylis, de la Agrupación Hijos, un compañero de Poch relató cómo en un viaje a Bali conoció de su boca el estremecedor relato de los vuelos de la muerte. Sin pudor, sin dolor, sin vergüenza.
El titular del juzgado central de Instrucción número 6 de la Audiencia Nacional, Eloy Velasco, fue el encargado de ordenar la detención de Poch el pasado martes, en la pista del aeropuerto de Manises, en un avión.
Es el segundo represor argentino detenido en España en los últimos dos meses, después del arresto de Jorge Alberto Sosa, también en Valencia en el mes de julio. Los colectivos pro derechos humanos piden la visibilidad de los torturadores.
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