Intrigas en la casa de Bernie
Los últimos escándalos alrededor de la fórmula 1 ponen de manifiesto el inagotable poder del patrón Ecclestone y las sospechas acerca de la limpieza de la competición
Nadie es completamente inocente en la fórmula 1, un negocio disfrazado de competición deportiva donde está por demostrarse si gana el más listo o el más rápido. Bernie Ecclestone ha sido hasta el momento el más listo. Nadie lo duda. Por eso le apodan El Supremo. A su alrededor florecen las intrigas y el conflicto de intereses. El último episodio deja a dos de sus amigos enemistados de por vida y en la cuneta: Max Mosley y Flavio Briatore. Ellos pierden y Ecclestone vuelve a ganar: su negocio sigue vivo, el Banco Santander invierte en Ferrari y la escudería ficha a Fernando Alonso. El interés por la próxima temporada está garantizado. Al margen quedan las dudas sobre la limpieza y la forma en que se dictan las normas de la competición.
Los derechos de explotación y televisión de la fórmula 1 están concedidos por 100 años a la firma de Ecclestone
Demasiada gente opina que el divorcio de Ecclestone puede ser una treta para salvar buena parte de su patrimonio
Para entender el último incidente sucedido en la fórmula 1 es necesario ampliar el foco. El piloto Nelson Piquet júnior confiesa que hace un año acordó con Flavio Briatore cómo estrellar su bólido intencionadamente en el circuito de Singapur para favorecer el triunfo de su compañero Fernando Alonso. Max Mosley, presidente de la Federación Internacional de Automovilismo (FIA), ordena una investigación e inhabilita de por vida a Briatore tras un rápido proceso sin garantías jurídicas. El escándalo se resuelve de un plumazo, pero se puede mirar más lejos: Nelson Piquet júnior es el hijo de Nelson Piquet, dos veces campeón del mundo con la escudería Brabham en los años ochenta, cuando el equipo era propiedad de Bernie Ecclestone, aquella época gozosa en la que Max Mosley era su abogado. Por otra parte, Ecclestone es socio de Briatore en algunos negocios. Pocas cosas suceden dentro de la fórmula 1 sin que aparezca la sombra de Bernie.
Así pues, el último escándalo, el conocido como Crashgate, tiene otras derivaciones que permiten un aluvión de interrogantes. ¿Había detrás de esta acusación un propósito de vendetta? Ésa es la palabra adecuada en este caso. ¿Ha pagado Briatore la factura por su protagonismo en el intento de crear una competición paralela con las principales marcas? ¿Tuvo algo que ver Briatore en la filtración a un medio de comunicación británico de unas imágenes de Mosley disfrutando de una orgía con símbolos nazis a su alrededor -hace dos años-, imágenes que han sido determinantes para que Mosley, finalmente, no se presente a la reelección? ¿Qué grado de conocimiento previo tenía de todos estos hechos Ecclestone si, como todos afirman en el circuito, nada se mueve sin su consentimiento, si por algo le apodan El Supremo?
El apodo no es gratuito. Y por ese motivo nadie cree dentro del circuito que el Crashgate se haya limitado a la simple acusación de un piloto despechado. La fórmula 1 mueve miles de millones de euros y disfruta de audiencias también millonarias pero, a diferencia de otros deportes, es gestionada por empresas privadas de dudosa transparencia y cuyos resortes directivos están controlados por una sola persona. No hace falta ir muy lejos para observar cómo algunos puestos clave de la FIA, el organismo deportivo que le da cierta apariencia de imparcialidad, están ocupados por quienes en su momento trabajaron para Ecclestone en la escudería Brabham. Son los chicos de Bernie. Es el caso del citado Mosley, pero también de Charlie Whiting, director de carrera (antiguo jefe de mecánicos de Brabham) o de Herbie Blash, otro miembro del staff de dicha escudería, con cargos en la FIA.
Y tampoco es inocente que la FIA no haya escapado al control absoluto de Ecclestone. Porque siendo la FIA dueña de la marca fórmula 1, los derechos comerciales y de televisión son la esencia del negocio. Si en 1987, la FIA renovó la venta de esos derechos a la FOM (Fórmula One Managment, empresa de Ecclestone) por 14 años, fue la FIA en el año 2000 (presidida desde 1991 por Mosley) quien amplió esa venta de derechos ¡por un periodo de 100 años! A cambio de una cantidad -algo más de 300 millones de dólares- calificada como ridícula.
En ninguna otra manifestación deportiva se ha producido una venta de derechos semejante por un periodo que atenta contra el sentido común y que llamó la atención de las autoridades de la Unión Europea. Pero Ecclestone escapó a las garras de la autoridad comunitaria. Claro está que Ecclestone parece que también sabe moverse en la arena política, a pesar de que algunas de sus declaraciones han sido valoradas como políticamente incorrectas, como cuando alabó a Hitler ante un periodista de The Times o criticó la invasión de Irak porque, a su entender, Sadam Husein era la persona adecuada para mantener la estabilidad de Irak. Pese a sus opiniones políticas, no dudó en donar un millón de libras al Partido Laborista británico cuando a su entonces joven candidato, Tony Blair, le amparaban todas las encuestas. Más recientemente, Ecclestone tampoco se privó de condicionar la candidatura de Valencia para organizar el Gran Premio de Europa a que Francisco Camps ganara las elecciones autonómicas de 2007. De esa injerencia en plena campaña electoral, como de otras actuaciones suyas, Bernie Ecclestone siempre ha salido indemne.
Próximo a cumplir los 80 años, ni siquiera los tres bypass que le instalaron cerca del corazón en 1999 parecen haber reducido su inagotable vitalidad. Todavía sigue dirigiendo el negocio con pulso firme y pendiente de cada detalle, a veces tan intrascendente como comprobar la acreditación que cuelga del cuello de un invitado en el paddock.
A lo largo del tiempo ha creado y vendido empresas, y sobre todo ha repartido ganancias sin dar cuenta de sus actos. El entramado de sociedades que gestiona la fórmula 1 es tan enrevesado que el semanario The Economist lo calificó como un "complejo plan de evasión fiscal". En sentido estricto, Ecclestone actúa como propietario absoluto de un negocio sobre el que sólo posee en estos momentos un paquete inferior al 20% de las acciones de la compañía madre.
Claro está que existen serias dudas de si esa compañía madre es la FOM (Formula One Management), una firma participada por otras sociedades que, en una ramificación interminable, dependen de terceras empresas, de abogados domiciliados en Jersey y Liechtenstein o de testaferros. FOM, FOA (Formula One Administration), SLEC Holding (cuyo nombre se debe a la combinación de las iniciales del nombre de la que entonces era su mujer, Slavica Ecclestone), Alpha Premium, Alpha Topco, Bambino Holdings son algunas de estas sociedades. En definitiva, el poseedor del paquete mayoritario (75%) es CVC Partners, una sociedad de capital riesgo propietaria, entre sus 52 compañías, de firmas conocidas en España, como Cortefiel. Ecclestone actúa como consejero delegado y su poder no ha menguado a pesar de alguna declaración de los gestores de la compañía.
Como corresponde a un régimen autoritario, las intrigas palaciegas alimentan todo tipo de especulaciones en torno a quienes disfrutan de los favores del jefe. Si Ecclestone dirige el negocio y la competición a su voluntad, ¿se le puede considerar un deporte limpio, ajeno al conflicto de intereses? ¿Hay favoritismo hacia ciertas marcas? ¿Son asépticos los cambios en los reglamentos que pretenden igualar la competición? Fuentes consultadas prefieren mantener el anonimato. El negocio es tan opaco como sus interioridades. "Es cierto que Bernie lo domina todo, pero no creo que hasta el punto de condicionar qué escudería va a ganar el próximo campeonato", sostiene una de esas fuentes, que añade: "Los cambios en las normas han sido lógicos en muchas ocasiones y han garantizado emoción en los campeonatos y la seguridad de los pilotos". Sin embargo, entre las fuentes consultadas hay dos teorías contradictorias sobre los gustos de Ecclestone. Una afirma que el dueño de la fórmula 1 "ha sido siempre partidario de que la competición se decida entre dos o tres marcas muy fuertes, porque las grandes marcas y los grandes pilotos son siempre el gran atractivo para las audiencias televisivas". Otra fuente sostiene todo lo contrario a la vista de las normas que han imperado para la actual temporada: "Hemos visto pasar dificultades a McLaren y a Ferrari en beneficio de marcas modestas como Brown y eso ha sido un aviso de Ecclestone".
Cualquiera que sea la teoría correcta, la opacidad en la forma de funcionar, tanto la parte empresarial como la deportiva, da lugar a la sospecha. Sospechas que no son nuevas porque, de hecho, Ecclestone fue acusado en 1983, cuando era el máximo representante de la Asociación de Constructores (FOCA) y al mismo tiempo dueño de la escudería Brabham, de haberse beneficiado de información privilegiada sobre los cambios de normas para conseguir el título mundial..., precisamente con Nelson Piquet como piloto. Así que si hace unas semanas confesó el hijo, sería interesante que también hablara el padre respecto de aquel campeonato.
Los dos últimos escándalos, el Crashgate y el Spygate (otra denuncia de espionaje que afectó a McLaren, con Fernando Alonso en el reparto), han tenido como víctimas a dos clásicos de la fórmula 1: Flavio Briatore y Ron Denis (director de McLaren), que han quedado fuera del circuito. También ha salido el que fuera director de Ferrari, Jean Todt. Todos ellos han pertenecido al entorno de Ecclestone y de Mosley.
Pero en la corte de Ecclestone no hay amistades verdaderas. Priman los intereses y el favor de El Supremo. ¿Cuál es el próximo movimiento en perspectiva? Uno muy curioso: Mosley dejará la presidencia de la FIA; y a las elecciones, que se celebrarán dentro de tres semanas, se presentan dos candidatos. Uno es precisamente Jean Todt, el gran favorito. Desaparece de la circulación y ahora regresa para un destino importante. El rival será un ex piloto de rallies, el finlandés Ari Vataneen. Pero Vataneen parece dispuesto a mirar debajo de la alfombra. "Lo sucedido con Briatore es la punta del iceberg", dijo, "es el síntoma de un problema mucho mayor. Lo que ve la gente es que la fórmula 1 es un deporte corrupto".
Por ese motivo, todo cuanto sucede en la fórmula 1 se interpreta en clave conspirativa. Es unánime la opinión de que Ecclestone ha sido determinante para convertir a la fórmula 1 en un floreciente negocio, pero también es cierto que sus ganancias le han convertido en una de las tres mayores fortunas del Reino Unido. Incluso sus adversarios reconocen su intuición para ir delante de los acontecimientos: hace unos años, los grandes patrocinadores eran las tabaqueras; si hoy observamos las carrocerías de los bólidos, predominan las compañías tecnológicas (Telefónica o Vodafone, por ejemplo) y los grandes bancos. Ecclestone dejó los estudios por las motos a los 16 años. Era un mal estudiante. También lo fue Flavio Briatore, que dio sus primeros pasos en la hostelería. La fórmula 1 les ha permitido ser multimillonarios y tener a gobernantes en su círculo de amistades: hombres listos para manejarse entre pilotos muy rápidos.
La penúltima intriga. Ecclestone ha sufrido un duro proceso de divorcio. Su ex mujer, Slavica Ecclestone, ex modelo de Armani, 28 años más joven que él, con quien ha tenido dos hijas, Tamara y Petra, amenaza con quedarse con una suculenta parte de su patrimonio. Es uno de los divorcios más caros de la historia, sólo superado en el Reino Unido por el del magnate ruso Abramovich. Pero Ecclestone no parece afectado. "Nos ha sorprendido", comenta otra persona que no quiere revelar su nombre, "que haga comentarios irónicos sobre su divorcio en ciertas reuniones cuando este tipo de gente nunca habla de su vida privada". Otros comentarios en el paddock apuntan a una posible treta de Ecclestone para salvar parte de su patrimonio, a la vista de que CVC Partners puede pedirle cuentas de sus últimas decisiones, entre las que figura un mayor reparto de dinero hacia los equipos. ¿Es un divorcio intencionado? Algunas informaciones financieras afirman que 2.200 millones de euros (de los 2.800 millones en los que está calculada su fortuna) estaban puestos a nombre de su mujer en sociedades domiciliadas en paraísos fiscales.
Ecclestone habla de su divorcio como un asunto menor, él que es un hombre considerado "muy tacaño". Un ex colaborador explica hasta qué punto se obsesiona por el dinero: "Durante unos meses se apreció en la contabilidad un mayor gasto en papel higiénico. Era una cantidad pequeña, pero Ecclestone no dudó. Ordenó comprar papel higiénico blanco para el servicio de los caballeros y rosa para el de las mujeres. No paró hasta que identificó a la mujer que se llevaba algunos paquetes a casa. Y la despidió".
Dado su perfil, a nadie extraña que el fichaje de Fernando Alonso por Ferrari haya tenido la bendición de El Supremo. La boda entre Ferrari (la marca emblemática que ha estado a punto de hacer saltar por los aires la fórmula 1 hace unos meses) y el Banco Santander, con Fernando Alonso en la dote nupcial, es un movimiento de piezas que conviene al negocio. Después de tanto conflicto, la casa parece estar en orden.
Pero la atención de algunos expertos se centra ahora en la reacción de Briatore. ¿Habrá vendetta?, ¿callará?, ¿será amnistiado por su ex colega Jean Todt cuando ocupe la presidencia de la FIA? ¿Qué hará Mosley en un futuro? Quizás la respuesta la tenga Bernie. E imponga la paz entre sus chicos. Y todo vuelva a estar en su sitio. Como en los viejos tiempos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.