Forlán asalta Atenas
Agüero y el uruguayo derriban al Panathinaikos y dejan al Atlético a un paso de la Champions'
Treinta y seis minutos llevaba dormido Forlán. Y con él, el Atlético. Esposado por el marcaje al hombre al que le sometían los griegos, una táctica esta, propia del pleistoceno, que también sufrió su socio Agüero, el uruguayo no tenía peso alguno en el juego de un Atlético seguro en defensa pero torpe en el pase y sin ninguna jerarquía en el juego. Treinta y seis minutos llevaba dormido Forlán, y con él, el Atlético, cuando Raúl García oteó el horizonte y vio la furiosa arrancada del bota de oro. Ante sus narices mandó el balón y el uruguayo ejecutó una maravilla: regateó a Gilberto, que cayó desriñonado, y coló la pelota entre las piernas de otro rival, a la llegada de Maxi, que entró en el área como un tiro para, con un sutil toque, superar la salida de Galinovic. Con ese gol, más los posteriores de Forlán y Agüero, el Atlético acababa de poner pie y medio en la Liga de Campeones. Dicho de otro modo: acababa de salvar, amén de la bolsa, la vida.
Panathinaikos 2 - Atlético de Madrid 3
Panathinaikos: Galinovic; Moon, Gilberto Silva, Vintra, Spiropoulos; Katsouranis, Simao (Hristodoulopoulos, m. 79), Mattos (Leto, m. 46), Karagounis; Cissé y Salpingidis.
Atlético de Madrid: Asenjo; Heitinga, Juanito, Ujfalusi, Antonio López; Maxi Rodríguez (Sinama Pongolle, m. 85), Paulo Assuncao, Raúl García (Cléber Santana, m. 70), Simao; Forlán y 'Kun' Agüero (Jurado, m. 74).
Goles: 0-1, m. 35: Maxi Rodríguez culmina ante Galinovic un pase de Forlán. 1-1, m. 46: Salpgindis supera por encima la salida de Asenjo. 1-2, m. 62: Forlán con un disparo raso desde fuera del área. 1-3, m. 68: Agüero bate a Galinovic con un tiro cruzado y tras un contragolpe en solitario. 2-3, m. 73: Leto, con un potente disparo cruzado.
Árbitro: Félix Brych (Alemania). Amonestó a los locales Spiropoulos (m. 77) y Moon (m. 86).
Incidencias: partido de ida de la última ronda previa de la Liga de Campeones, disputado en el estadio OACA Spiros Louis de Atenas ante unos 55.000 espectadores.
Lo hizo ante un rival, el Panathinaikos que le plantó cara. Era de prever que los griegos salieran a morder, empujados por su vociferante, y amante de las prohibidas bengalas, hinchada. Equivocada previsión esta. El equipo de Ten Cate demostró tener un respeto casi reverencial por su rival. Solo así se explica su puesta en escena, cohibido, a verlas venir, acongojado por la sola visión de Agüero y Forlán, a quienes intentó atar con sendos marcajes al hombre que se creían descatalogados en esto del fútbol. Gilberto, que antes de dedicarse a la persecución ejerció de reputado mediocentro en el Arsenal y la mismísima Brasil, se tatuó al Kun mientras Simao, otro centrocampista reconvertido en perro de presa, hacía lo propio con el uruguayo. Durante un buen trecho el Atlético vivió de las arrancadas de Simao y las subidas por la banda derecha de Heitinga. En una de ellas, el portugués se trastabilló y pifió el remate tras un gran envío, y no es broma, del holandés. Al instante, Raúl García chutó con la zurda desde la lejanía y el portero Galinovic paró en dos tiempos. Parecía que ese par de fogonazos despertarían al Atlético. Pero al que despertaron fue a su rival. Sobre todo a Cissé, que en un minuto pudo liarla. Primero con un cabezazo que detuvo Asenjo y, a renglón seguido, con un disparo que obligó a volar al portero rojiblanco.
Pero llegó el minuto 36, el formidable envío de Raúl García a Forlán, la obra maestra del uruguayo y la magnífica resolución de Maxi. El Atlético, sufriendo lo mínimo, había conseguido un botín impagable. Con él se fue al descanso, relamiéndose con la posibilidad de sentenciar la eliminatoria al contragolpe. Pero movió ficha Ten Cate, técnico del Panathinaikos, y la jugada le salió de vicio. Puso en escena al argentino Leto y revolucionó a su equipo. Un magnífico centro de Karounis, el más dotado de los jugadores griegos, superó por alto a Ujfalusi y cayó a pies del menudo Salpingidis, que se comió a Antonio López en carrera para elevar la pelota ante la media salida de Asenjo.
El gol dejó tocado al Atlético durante varios minutos, pero el Panathinaikos no supo aprovecharse. Pero tienen los rojiblancos su despertador particular. Forlán se llama el tipo que acostumbraba, y acostumbra, a borrar las dudas del equipo. Progresó Simao por la izquierda, dejó a Maxi, que rompió el larguero con su zapatazo. A pies de Assunçao cayó el balón y este optó por lo más razonable: dárselo a Forlán. El uruguayo, al borde del área, soltó un zurdazo que entró pegado al poste.
Solo faltaba que Agüero se incorporara a la fiesta. Lo hizo a lo grande. Robó el balón en la banda derecha y se vio ante dos rivales, el Kun solo contra el mundo. Una minucia. Derribados dejó a ambos antes de lanzar el derechazo, abajo, mortal, pegado al palo contrario. Llegó al instante el gol de Leto, colosal su disparo a la escuadra, pero no pasó de ser una anécdota. El Atlético había hecho los deberes, conquistando Atenas y, salvo colosal tragedia, una plaza entre los grandes de Europa, donde corresponde estar a un equipo, que presenta en nómina al que es, con los números en la mano, el mejor goleador del planeta, Diego Forlán, que cerró el partido con un control imposible, a un balón imposible, de espaldas, de tacón, pero ¿cómo lo hizo si era imposible?
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