Una respuesta definitiva llena de cabos sueltos
La cumbre del Eurogrupo atiende todos los frentes de la crisis europea: Grecia, la recapitalización de la banca y la ampliación del fondo de rescates.- Pero habrá que esperar semanas para comprobar cómo se desarrollan los acuerdos anunciados
"Pasos importantes para un camino largo" o "una solución integral, pero no permanente". A finales de la semana pasada, las autoridades alemanas precisaban ya qué esperar de la que se había vendido como la cumbre de cumbres europeas; en palabras del rimbombante presidente de la Comisión Europea, Jose Manuel Durao Barroso, "un acuerdo para salvar la estabilidad del mundo". La reunión de líderes de la zona euro se ha saldado con el final que anticipaba Alemania, que para eso ha oficiado de guionista, director y actor principal. También, con una ausencia significativa, la del Banco Central Europeo, al que el Gobierno alemán se niega a dar más protagonismo en la resolución de la crisis.
Es un pacto que plantea soluciones para los principales frentes de la crisis europea: Grecia, banca y eficacia del fondo de rescates. Pero, también, es un acuerdo con multitud de cabos sueltos. Y la historia reciente de las decisiones europeas, invariablemente superadas por las crecidas de la crisis financiera, se ha ganado a pulso el escepticismo. Para concluir que ayer se puso la primera piedra de una solución definitiva a la crisis, como promociona Durao Barroso, habrá que comprobar si el edificio resiste los embates de los mercados cuando acabe de construirse. Y la situación obliga a culminar el proyecto esbozado ayer, a despejar un sinfín de dudas, en un puñado de semanas.
Segundo rescate a Grecia (diciembre). ¿Será suficiente?
La canciller alemana, Angela Merkel, adelantó esta madrugada que el segundo plan de rescate a Grecia se aprobará en diciembre. La precaria situación del país mediterráneo impone que el acuerdo, que involucra también al FMI, deba cerrarse primero, aun cuando su desarrollo está muy condicionado porque otras medidas lleguen a buen puerto. La idea es otorgar otro crédito de 100.000 millones de euros a las autoridades griegas para mantener su menguante Estado y afrontar los pagos por la deuda hasta 2014. A cambio, Grecia tendrá que aceptar una supervisión permanente de la UE, que se queda a un paso de la intervención. Y deberá destinar buena parte de los inciertos ingresos del programa de privatizaciones a devolver el dinero prestado. El primer ministro griego, Yorgos Papandreu, asegura que el rescate, junto a la amplia quita de la deuda pactada con la banca, permitirá estabilizar la deuda griega (al 120% del PIB) y que Grecia vuelva a los mercados antes de diez años. En contra, las nulas perspectivas de crecimiento (y de generar ingresos fiscales) de la economía griega, ahogada por los recortes.
Planes de recapitalización de la banca (finales de año). ¿Será eficaz?
El acuerdo más avanzado es el de recapitalizar a los grandes bancos europeos con 106.000 millones. La Autoridad Bancaria Europea refinará sus cálculos en noviembre, con información de las cuentas de las entidades al cierre del tercer trimestre. Y los bancos tendrán que comunicar a sus supervisores como piensan lograr el capital antes de final de año. La sorpresa negativa se la ha llevado (otra vez) la banca española. A los cinco grandes, que han detallado hoy uno a uno sus necesidades, se les pide 26.161 millones más, lo que equivaldría a decir que el sector financiero español es el más débil, solo después del griego. La singularidad es que esa exigencia de capital no se debe, en su mayoría, a la depreciación del valor de la deuda pública en cartera, casi toda española. Si no a que la banca española ha encajado peor el nuevo listón de capital (se ha pasado del 5% al 9% de los activos ponderados por riesgo) fijado por la Autoridad Bancaria para pasar el examen. La clave está en lo que cada supervisor entiende como activo ponderado por riesgo, un criterio que no está unificado, y que, en el caso español, sugiere balances llenos de inversiones arriesgadas (con el ladrillo a la cabeza).
Para las entidades españolas, la duda, de resolución inmediata, es si les dejarán computar los bonos convertibles en acciones, que aliviarían en 10.000 millones las exigencias. En cualquier caso, aseguran, saldrán de esta con sus propios recursos. Para el conjunto del sector financiero europeo, la incertidumbre es si el plan valdrá para ahuyentar las dudas. La falta de claridad sobre cómo computan los bancos centroeuropeos los activos tóxicos heredados de la crisis hipotecaria estadounidense, tres años después, es una incógnita que este plan no despeja.
Suspensión de pagos a la griega (enero). ¿Será verdad?
En la mejor tradición de las cumbres europeas, los principales actores no se levantaron de la mesa hasta alcanzar un acuerdo. Y esta vez hubo que esperar a las tres y media de la madrugada. El último obstáculo era la reticencia de los representantes de los bancos a asumir la propuesta de la UE para ampliar la quita a los bonos griegos, pactada en el 21% el pasado julio, hasta el 50%. Charles Dallara, director ejecutivo del Instituto de Finanzas Internacionales, que aglutina a los principales bancos acreedores, solo dio su brazo a torcer cuando la eurozona ofreció movilizar 30.000 millones para garantizar el pago del resto de la deuda griega. En este caso, al acuerdo le falta casi todo: medios griegos anticipaban que se ofrecerá a los bancos bonos a 30 años, con un tipo de interés del 6%, equivalentes al 35% del valor teórico de la deuda griega en cartera. Y habrá un pago en metálico, equivalente al 15%, al cancelar la deuda viva. Y lo que no está claro en absoluto es que, esta vez, los acreedores se avengan a una suspensión de pagos amistosa. Como señala un análisis de Barclays, a diferencia de lo pactado en julio, una quita del 50% se acerca mucho (cuando no supera) a los niveles que activarían las pólizas de seguros (credit default swaps) contratadas por los bancos, que cubren toda o casi toda su inversión.
Ampliación del fondo de rescates (sin fecha). ¿Habrá para todos?
Los líderes de la zona euro optaron por combinar las dos soluciones validadas por Alemania. El objetivo confeso por Angela Merkel es elevar la capacidad de fuego del fondo de rescates sin poner más dinero y sin involucrar al Banco Central Europeo. La cantidad mágica es un billón de euros, una cifra tan redonda que inspira desconfianza. Aquí entra en juego la primera propuesta alemana, el dinero del fondo de rescate serviría para avalar un 20% de las nuevas emisiones de deuda de países cuestionados por los mercados: es decir, para garantizar que, en caso de suspensión de pagos, los inversores tienen asegurado cobrar un 20%. Las cuentas son sencillas: como al fondo de rescates le quedan entre 220.00 y 250.000 millones operativos, se podría avalar emisiones por, al menos, un billón. Pero están muy justas: de los 440.000 millones iniciales, 116.000 están comprometidos en la primera ola de rescates (Grecia, Irlanda, Portugal) y otros 66.000 millones, al menos, se destinarán al segundo rescate griego. Eso deja menos de 258.000 millones, de los que 30.000 -esto está sin aclarar-, quedarían inmovilizados para garantizar los bonos griegos tras la quita pactada. El resultado (238.000 millones) está en la banda estimada, pero del remanente del fondo tendría que salir también el dinero para recapitalizar la banca, cuando no sea posible ni por inversores privados ni por autoridades nacionales (Grecia, de nuevo, es el caso más evidente). Y, también, la compra de bonos en el mercado secundario, un papel en el que Alemania quiere que el fondo sustituya al BCE. Aquí, es la segunda propuesta -crear un vehículo de inversión para facilitar la intervención del FMI y de fondos de países emergentes en la compra de bonos-, la que evitaría que el fondo se quede sin munición. Pero la idea está muy verde aún. En una semana, el G-20 puede dar alguna pista.
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