La incertidumbre oscurece Argentina
Los vaivenes políticos y la crisis mundial frenan en seco un alto ritmo de crecimiento
La impresión de incertidumbre que ofrece Argentina (y que se refleja en una tasa riesgo-país cuatro veces superior a la de Brasil, por ejemplo) se debe más a la situación política que a la económica. Argentina ha sufrido considerablemente los efectos de la crisis y probablemente cerrará 2009 con un crecimiento negativo de aproximadamente tres puntos del PIB, lo que es importante porque el país ha venido creciendo a una tasa sostenida del 6%-8% en la última década.
Aun así, las previsiones para 2009 anuncian ya una recuperación hasta un 2%-3% del PIB, arrastrada por buenos precios de los cereales y por el tirón de Brasil y China, sus principales socios comerciales. Los problemas para 2010 siguen siendo una inflación demasiado alta (en torno al 20% real), el crecimiento del paro (más en los mercados informales, donde ya supera el 20%, que en los protegidos por el Gobierno) y falta de inversión privada (verdadero talón de Aquiles). Y, por supuesto, la alta impopularidad de la presidenta Cristina Fernández y de su marido, Néstor Kirchner, presionados además por escándalos relacionados con su patrimonio.
Al desempleo y la inflación se suma la falta de inversión privada
A diferencia de épocas anteriores, el país hace frente al pago de la deuda
El ex ministro de Economía Roberto Lavagna, considerado como uno de los responsables del milagro argentino, la rápida recuperación que experimentó el país tras la formidable crisis del corralito, es crítico con la actuación de los Gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández: "No creo posible que haya en Argentina una crisis abierta, del tipo de la de 2001. Terminantemente, no. Pero se ha roto la dinámica de crecimiento fuerte. Kirchner decidió en 2006 un cambio de política, se supone que por motivos ideológicos, y esos cambios han terminado por producir efectos negativos en la economía. Esa situación, ya delicada, se agravó como consecuencia de la crisis internacional de 2008 y provocó que, por primera vez en diez años, el crecimiento de Argentina fuera negativo".
Lavagna cree que el crecimiento en 2010 puede limitarse a un 2%, y que esa tasa no permitirá recuperar la economía ni crear empleo, con el riesgo de que "cuatro de cada diez argentinos que habían logrado salir del umbral de la pobreza vuelvan a caer por debajo".
El ex ministro no es optimista sobre posibles cambios. "Los cambios vienen cuando hay alternativa, y aquí no la hay", asegura. La oposición le parece en ocasiones "tan irresponsable" como los Kirchner. "Hacen una oposición rabiosa, según la cual todo lo que viene de K. es malo, lo que lamentablemente es cada vez más cierto, pero que no arregla nada".
La gran incertidumbre que sufre el país, y en la que coinciden la mayoría de los analistas, es tanto culpa del Gobierno como de la oposición, incapaz de ofrecer una alternativa solvente. "Y el Gobierno se está encerrando cada vez más. El mejor ejemplo fue el episodio de la subida de tarifas. Después de años sin tocarlas, el Gobierno se animó a subirlas, y la oposición, en lugar de discutir porcentajes, se opuso en plano. ¿Qué pretendería hacer si llega a gobernar? ¿Mantener los subsidios y dejar las tarifas intactas? Con tanto precandidato, no hay liderazgo ni credibilidad", protesta Lavagna.
No todo el mundo es tan crítico. El hecho cierto es que Argentina ha crecido un 60% desde que Néstor Kirchner llegó al Gobierno (lo que explica que Cristina Fernández ganara las elecciones con muy amplia mayoría). "Argentina tiene una imagen exterior que no se corresponde con la realidad", asegura Héctor Valle, catedrático de Historia de la Economía de la Universidad de Buenos Aires. Valle mantiene que la situación de estancamiento o recesión sufrida desde finales de 2008 se va a superar en 2010 y que el manejo de la crisis por el Gobierno de Cristina Fernández ha sido adecuado. Pese a los rumores que existieron durante buena parte del año, Argentina pudo finalmente hacer frente al pago de la deuda (gracias, entre otras cosas, a la nacionalización de los fondos privados de pensiones), controla el tipo de cambio y mantiene un superávit fiscal pequeño, en términos de la economía argentina, de unos 15.000 millones de dólares, pero superávit al fin y al cabo.
Los aspectos más negativos en estos momentos, afirma Valle, son la inflación (muy superior al 6%-7% que pregona el Gobierno), la salida de capitales (en los dos últimos años han abandonado el país o se han escondido en cajas de seguridad privadas 48.000 millones de dólares) y el gran problema de inversión privada, en fuerte caída. "De todas formas, para comprender este país hay que darse cuenta de que sacar 48.000 millones de dólares significa que estaban aquí y que, aun sintiéndose el impacto de esa fuga, no se ha sufrido ningún efecto insuperable". Resulta asombroso que en esas condiciones el índice Marval de la Bolsa de Buenos Aires haya subido un 100% desde el pasado mes de marzo.
El sector industrial, explica el presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), José Ignacio de Mendiguren, cayó en 2008 un promedio del 10%, pero la última encuesta interna señala que casi el 70% de los socios cree que ya se ha detenido la caída y que puede pensarse en una cierta recuperación. "La crisis ha golpeado seriamente, pero afortunadamente no se perdió la gobernabilidad económica del país, como en otros periodos de mala memoria. Yo diría que ahora lo que Argentina necesita es serenarse, acabar con la conflictividad en el campo y los servicios", explica Mendiguren. La UIA apadrina la creación de un Consejo Económico y Social (inspirado en el español) que permita "compensar el ruido político" con la convocatoria de los agentes sociales y productivos para mejorar el clima de negocios.
Tanto Mendiguren como Valle admiten que el desprestigio en el que ha caído el Indec (instituto de estadísticas y censos) es un problema serio que genera más expectativas de inflación, incertidumbre y difíciles relaciones con los organismos financieros internacionales. "Como las subidas salariales en este país se están negociando en torno al 20%-25% y la inflación oficial es del 6%-7%, deberíamos estar en el libro de los récords como el país con mayores incrementos de poder adquisitivo en la historia de la humanidad", bromea el secretario de la UIA.
Si se confirman las expectativas de crecimiento del 2%-3%, habría que atribuir esa pequeña recuperación a dos hechos: primero, que la crisis argentina ha sido peculiar. Desde la catástrofe de 2001-2002, Argentina se ha mantenido relativamente fuera de la comunidad financiera internacional, lo que tiene muchos problemas, pero una ventaja en caso de crisis en esos mercados. El Gobierno ha buscado dinero nacionalizando las pensiones privadas (una operación extraordinariamente polémica, pero que, según Valle, le ha dado resultados inmediatos positivos) y basándose en el consumo interno. Segundo, y sobre todo, que las expectativas de exportación agropecuaria en 2010 parecen recuperarse, después de una gran sequía y de un duro enfrentamiento entre los productores y el Gobierno, todavía no resuelto, pero algo más mitigado. Y, por supuesto, al precio de la soja, que si se mantiene entre 350 y 400 dólares la tonelada, garantiza movimiento económico en todo el país.
En todo caso, en Argentina hay que tener siempre en cuenta que la recuperación económica se basa en gran parte en la economía informal. Baste un dato: en los últimos años se ha producido una importante expansión de la actividad inmobiliaria, pero, con todo, la deuda de las familias se mantiene muy baja (2% de la renta disponible). Solamente el 15% de las transacciones registradas en el Gran Buenos Aires durante 2008 estuvo respaldado por créditos hipotecarios, según datos del servicio de estudios del BBVA.
La noticia de que Argentina era capaz de pagar los fuertes vencimientos de deuda el pasado mes de mayo y de evitar un ajuste brutal, mediante la combinación de la nacionalización de las pensiones privadas y la reestructuración voluntaria de títulos, tranquilizó bastante los ánimos, porque demostró una cierta habilidad de los responsables de economía, incluido el presidente del Banco Central, Martín Redrado, para renegociar bonos y controlar los tipos de cambio. El nuevo ministro de Economía, Amado Boudou, anunció además hace pocas semanas que reanudaba los contactos con el Fondo Monetario Internacional (FMI) con el que Argentina tiene pésimas relaciones. ¿Se está produciendo un acercamiento del Gobierno al FMI? Roberto Lavagna no lo cree. "El FMI tiene requisitos irrenunciables y no creo que el Gobierno esté dispuesto a limpiar el Indec o a dejar que se analicen sus cuentas oficiales".
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