EE UU todavía no se ha perdido
Siempre hemos sabido que el reinado de EE UU como primera potencia mundial terminaría algún día. Pero la mayoría de nosotros imaginábamos que la caída, cuando llegase, sería algo grandioso y trágico.
En vez de eso, lo que estamos presenciando no es tanto una tragedia como una farsa mortal. En lugar de desmoronarse por la presión del sobreesfuerzo imperialista, está paralizado por los trámites. En lugar de una nueva versión del ocaso y caída de Roma, está repitiendo la disolución de la Polonia del siglo XVIII.
Una breve lección de historia. En los siglos XVII y XVIII, la asamblea legislativa polaca, el Sejm, funcionaba según el principio de unanimidad: cualquier miembro podía anular una legislación gritando: "¡No lo permito!". Esto hizo que el país fuese en gran medida ingobernable y los regímenes vecinos empezaron a apropiarse de pedazos de su territorio. En 1795, Polonia había desaparecido, y no resurgió durante más de un siglo.
La forma en que funciona el Senado ya no es compatible con un Gobierno operativo
Hoy, el Senado de EE UU por lo visto está decidido a conseguir que el Sejm parezca bueno comparado con él. La semana pasada, después de nueve meses, el Senado aceptó por fin a Martha Johnson como jefa de la administración de servicios generales, que controla los edificios gubernamentales y compra los suministros. Es un puesto esencialmente no político, y nadie cuestionaba las aptitudes de Johnson: fue aceptada por 94 votos a favor y 2 en contra. Pero el senador Christopher Bond, representante por Misuri, había solicitado el aplazamiento de su nombramiento para presionar al Gobierno a fin de que éste aprobase un proyecto de edificación en Kansas City.
Este dudoso logro puede que haya inspirado al senador republicano por Alabama Richard Shelby. En cualquier caso, ahora Shelby ha solicitado el aplazamiento de todos los nombramientos importantes de la Administración de Obama -unos setenta puestos gubernamentales de alto nivel- hasta que su Estado consiga un contrato de aviones cisterna y un centro de lucha antiterrorista.
¿Qué confiere a los senadores individuales esta clase de poder? Gran parte del funcionamiento del Senado depende de la aprobación unánime: es difícil conseguir que algo se haga a menos que todo el mundo esté de acuerdo con el procedimiento. Y se ha ido estableciendo una tradición según la cual los senadores, a cambio de no paralizarlo todo, obtienen el derecho de vetar a los candidatos que no les gusten. En el pasado, los aplazamientos se usaban con moderación. Eso se debe, como señala un informe del servicio de investigación del Congreso sobre esta práctica, a que antes el Senado se regía por "las tradiciones del respeto, la cortesía, la reciprocidad y el acuerdo". Pero eso era entonces. Las normas que antes eran viables se han vuelto paralizadoras ahora que uno de los principales partidos políticos del país ha caído en el nihilismo, y no ve problema alguno -de hecho, ve dividendos políticos- en hacer que el país se vuelva ingobernable.
¿Hasta qué punto es grave? Es tan grave que echo de menos a Newt Gingrich. Los lectores quizá recuerden que, en 1995, el republicano Gingrich, por entonces presidente de la Cámara de Representantes, cortó la financiación del Gobierno federal y forzó una parálisis gubernamental temporal. Fue una acción fea y radical, pero al menos Gingrich tenía unas demandas específicas: quería que Bill Clinton accediese a realizar unos fuertes recortes del gasto sanitario.
Actualmente, sin embargo, los dirigentes republicanos se niegan a presentar propuestas concretas. Lanzan vituperios contra el déficit; y el mes pasado, sus senadores votaron en bloque contra cualquier subida del límite de la deuda federal, una jugada que habría precipitado otra parálisis gubernamental si los demócratas no hubiesen contado con 60 votos. Pero también denuncian cualquier cosa que realmente pueda reducir el déficit, lo que incluye, irónicamente, cualquier intento de gastar los fondos de Medicare de forma más prudente.
Y con un Partido Republicano que ha renunciado a cualquier responsabilidad a la hora de hacer que las cosas funcionen es perfectamente normal que los senadores se sientan libres para tomar al país como rehén hasta que se financien sus proyectos.
La verdad es que, dado el estado de la política estadounidense, la forma en que funciona el Senado ya no es compatible con un Gobierno operativo. Los propios senadores deberían reconocer este hecho y fomentar la modificación de esas normas, lo que incluye la eliminación o al menos la limitación del obstruccionismo. Esto es algo que podrían y deberían hacer, mediante votación por mayoría, el primer día de la próxima sesión del Senado.
No aguanten la respiración. Vista la situación, los demócratas no parecen capaces ni de anotarse puntos políticos poniendo de manifiesto el obstruccionismo de sus oponentes.
El mensaje debería ser simple (y debería haber sido el mensaje central en Massachusetts): un voto por un republicano, independientemente de lo que se piense de él como persona, es un voto a favor de la parálisis. Pero por ahora sabemos cómo se comporta la Administración de Obama con aquellos que están dispuestos a destruirla: va directa a los capilares. Como era de esperar, Robert Gibbs, el secretario de prensa de la Casa Blanca, ha acusado a Shelby de "estupidez". Claro, eso seguro que tiene eco entre los votantes.
Tras la disolución de Polonia, un funcionario polaco que trabajó a las órdenes de Napoleón escribió una canción que finalmente -después de la resurrección del país tras la Primera Guerra Mundial- se convirtió en el himno nacional de Polonia. Empieza diciendo "Polonia todavía no se ha perdido".
Bueno, EE UU todavía no se ha perdido. Pero el Senado está trabajando en ello.
Paul Krugman es profesor de Economía en Princeton y premio Nobel de Economía 2008. © 2009 New York Times News Service. Traducción de News Clips.
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