El capitalismo tiene los siglos contados
La reunión de Davos comienza con el lema de buscar la gran transformación
A pesar de los mayas, no parece que el mundo vaya a acabarse en 2012. Y a pesar de la crisis, tampoco el capitalismo tiene visos de correr esa misma suerte: "El capitalismo tiene los siglos contados", decía al principio de esta larguísima Gran Recesión un político italiano, Gianni Ruffulo, a propósito de la mala salud de hierro, del extraordinario instinto de supervivencia del sistema. Davos (Suiza) es un buen lugar para tomarle el pulso al sistema; y al antisistema. La reunión del Foro Económico Mundial, con los primeros espadas de la política, las finanzas y las grandes multinacionales en liza, empieza hoy con un lema grandilocuente, La gran transformación. Y con el habitual juego de contrastes: mientras los superricos juegan al polo sobre la nieve, un puñado de jóvenes ha construido iglús en los aledaños del archivigilado palacio de congresos, en la versión alpina del Ocupa Wall Street o del 15-M. "Davos apesta"; "Destruye el Foro", dicen pintadas que recuerdan a la que una vez recogió el escritor Eduardo Galeano en el puente de Boca, en Buenos Aires: "Todos prometen y nadie cumple. Vote por nadie".
Davos no vota por nadie. Y en cambio paga lo que haga falta. En torno a 2.000 vips estarán presentes en la edición de 2012, a la que van llegando en autobuses y trenes, pero sobre todo en limusinas, aviones privados y helicópteros, a un coste de 5.500 dólares por viaje (solo ida). Los hoteles, por encima de los 500 dólares por noche, deberían ser un indicador del optimismo entre la clase dirigente. Nada más lejos de la realidad: PricewaterhouseCoopers presentó ayer en el Foro una encuesta a primeros ejecutivos de todo el mundo que constata que la confianza en la economía se desvanece: solo el 15% de los directivos cree que mejorará este año.
El año 2012 llega cargado de riesgos. Europa amenaza la recuperación mundial. Nadie sabe cómo están los bancos. La deuda pública es ahora una fuente más de incertidumbre. El paro se ha desbocado. El estancamiento amenaza a las grandes potencias occidentales, y las burbujas a los emergentes. Las desigualdades se han ensanchado a toda velocidad y los sociólogos vaticinan una etapa convulsa que acabe con el "silencio de las víctimas" que, según Alain Touraine, ha caracterizado el primer lustro de la Gran Recesión.
Hace dos años Nicolas Sarkozy habló aquí de "refundar el capitalismo". En 2011, Davos volvió a reclamar reglas globales para el tigre de los mercados. Está por ver qué decretan los mandarines esta vez, pero la gran transformación que reclama el Foro contrasta con la cruda realidad: lo nuevo no acaba de nacer y lo viejo no acaba de morir. El multimillonario George Soros comerá hoy con los periodistas, pero ya ha adelantado su punto de vista: el problema es que los mercados se han hecho globales, pero la regulación, no. La paradoja es que eso lo denuncie un tipo al que el Nobel Paul Krugman definía como un "delincuente de aventuras financieras". En fin, así es Davos: contradictorio y estimulante, incluso en tiempos difíciles.
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