Muchos venden, pocos compran
Los fondos de riesgo apuestan por las caídas y arrastran a otros inversores
El mundo de la inversión también tiene sus mitos. Uno de ellos es Philip Fisher (1907-2004). Tras el crash del 29 este estadounidense graduado en Stanford comprendió que en el mercado había muchos asesores financieros "que sabían el precio de todo y el valor de nada". Decidió fundar su propia firma bursátil en 1931 y sus resultados llamaron la atención del mercado. Hasta el propio Warren Buffett se desplazó a San Francisco para conocer sus métodos. La estrategia de Fisher era la antítesis de la especulación. Basaba sus decisiones en un análisis profundo de las compañías. Creía que un inversor a largo plazo solo tenía tres razones válidas para vender una acción: si había cometido un error en la valoración de la empresa; si la sociedad ya no encajaba en sus criterios de inversión; o si encontraba una oportunidad más interesante. Fisher, que fue uno de los pioneros en los años 50 en la compra de acciones de empresas tecnológicas, no incluía el pánico entre los motivos para vender. El miedo, sin embargo, se ha apoderado de los inversores en los últimos días.
El perfil del ahorrador español es eminentemente conservador
La caída bursátil de esta semana se ha tratado de explicar desde diferentes puntos de vista: un análisis racional (los últimos datos de coyuntura sugieren que hay riesgo de que la economía mundial entre de nuevo en recesión), un análisis más emocional (los especuladores están sacando tajada) e incluso un análisis político (las instituciones, nacionales e internacionales, no están a la altura y generan desconfianza). En momentos de incertidumbre se suele olvidar el principio fundamental para la formación de precios en un mercado: el cruce entre oferta y demanda. Hay muchos inversores que venden activos considerados de riesgo (acciones, deuda de países de la periferia europea...) y pocos dispuestos a comprarlos. El resultado: fuerte caída de precios.
Aunque para muchos sea una estrategia contra natura, en la Bolsa se puede hacer bastante dinero cuando hay caídas. Eso lo saben los fondos de alto riesgo, también conocidos como hedge funds. Los gestores de estos fondos son personas brillantes y han encontrado el caldo de cultivo idóneo para ganar apostando a la baja: datos económicos tirando a malos, poco volumen de negociación en el mes vacacional por excelencia -que permite lograr movimientos más exagerados en las cotizaciones con menos dinero- y falta de liderazgo . Además, y pese a que hace unos años los gobernantes se comprometieron ampulosamente a "refundar el capitalismo", estos tiburones apenas han visto mermado su arsenal de herramientas para especular: ventas en corto, uso de derivados, paraísos fiscales y alto apalancamiento.
Estos inversores cualificados, además, conocen perfectamente la psique del mercado. Saben que los inversores son gregarios por naturaleza y que el dinero es muy miedoso. Los hedge funds por sí solos no pueden hundir las cotizaciones, necesitan que entren al trapo otros inversores de mayor tamaño como los fondos de inversión o de pensiones. Si los gestores no convencionales responden a las caídas provocadas por los hedge con órdenes de venta para proteger el patrimonio de sus clientes la bomba bajista se habrá cebado.
En situaciones de pánico se dice que los inversores huyen a activos refugio. Sin embargo, estas estrategias de defensa a veces son cuestionables. Pocos parecen dispuestos a comprar deuda de los países periféricos, aunque los bonos a diez años de países como Italia o España ofrezcan una rentabilidad en el mercado secundario superior al 6% y, sin embargo, se matan por comprar bonos de Alemania o EE UU cuando éstos ofrecen réditos inferiores al 2,5% lo que quiere decir que apenas sirven para compensar la inflación. Como en la renta fija la rentabilidad se mueve de forma inversa al precio, cuanto más dinero entre en los bonos refugio menor será su rédito.
En el caso de la renta variable, la Bolsa española reúne varias características que, cuando vienen mal dadas, la hacen más vulnerable que otros parqués. El primer rasgo es que se trata de un mercado cada vez más dependiente de inversores foráneos (que suelen ser menos fieles que los nacionales). El 40% de la capitalización bursátil española está en mano de extranjeros, según los últimos datos de BME, 10 puntos porcentuales más que hace una década. Las diferentes clases de inversores nacionales (Estado, familias, entidades financieras o instituciones de inversión colectiva) han ido perdiendo peso en este periodo. Además, hay que tener en cuenta que el perfil del ahorrador español es eminentemente conservador (en parte condicionado por las entidades financieras). Por ejemplo, los fondos de inversión en España gestionan un patrimonio de 135.348 millones (datos de junio) y sólo 2.152 millones está invertido en renta variable nacional. El tercer rasgo técnico que acelera las caídas de la Bolsa española en las fases bajistas es que el peso del sector bancario en el mercado es mucho mayor que en otros países.
Para salir airosos de la crisis quizás resulte más valioso saber dónde están los límites de la racionalidad humana que ser un experto en finanzas. Y es que ya lo decía Isaac Newton en 1720: "Puedo calcular el movimiento de los cuerpos celestes, pero no la locura de las masas".
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