El BCE subirá los tipos en julio
Trichet deja el precio del dinero en el 1,25% pero sugiere un próximo aumento - El Eurobanco se opone a una reestructuración obligatoria de la deuda griega
Las palabras clave son "fuerte vigilancia", que anuncian una más que probable subida de los tipos de interés. El presidente del Banco Central Europeo (BCE), el francés Jean-Claude Trichet, dejó ayer intacto el precio oficial del dinero, en el 1,25%, pero dijo las palabras mágicas -"la fuerte vigilancia está justificada"- y el mercado da por hecho que los tipos subirán en julio al 1,5%, y probablemente acaben el año por encima de esa cifra, que aun así es históricamente baja. Las causas de esa política son el recalentamiento de las economías del Norte de Europa y una tasa de inflación por encima del objetivo del Eurobanco. Y las consecuencias, más problemas para la frágil situación de las economías del Sur.
La entidad tiene deuda griega por valor de 40.000 millones de euros
El banco central mantiene la barra libre de liquidez para la banca
Los banqueros centrales suelen ser predecibles y aburridos. Y el BCE quiere serlo más que ninguno: Trichet había advertido también en marzo de la "fuerte vigilancia" del BCE sobre la evolución de los precios; un mes más tarde, el Consejo de Gobierno decidió subir el precio de dinero a su tasa actual, en la que fue su primera modificación desde 2008. Lo normal es que dentro de un mes suceda exactamente lo mismo. Como siempre en estos casos, Trichet aclaró ayer que el BCE "no se compromete previamente" a dar un paso como este, si bien reconoció abiertamente que parece "posible" una subida de tipos "en la próxima reunión". Salvo cataclismo, ya nadie lo duda.
Trichet no ofreció pistas claras sobre los futuros movimientos de los tipos a partir de julio. Sólo su previsión de que la inflación en la eurozona no superará a medio plazo el 2% que el BCE considera idóneo permite inferir, con todas las reservas, que los tipos podrían permanecer inalterados varios meses más, para proceder a una o dos nuevas subidas a partir de otoño. Los mercados reaccionaron con una fuerte caída del euro frente al dólar: de 1,46 a 1,44 euros por dólar, un salto notable para lo que es habitual en los mercados de tipos de cambio.
Pero más allá de los tipos, en los que Trichet se limitó a cumplir con el guión previsto, de la comparecencia de ayer se esperaba algo más de luz acerca de la reestructuración en Grecia. Alemania ha dado esta semana un golpe de mano, con una ofensiva para implicar al sector privado en una suspensión de pagos suave -o no tan suave- en Grecia. En ese debate, Berlín ha elevado varios peldaños la incertidumbre al no aclarar si esa reestructuración será voluntaria -es decir: con la aquiescencia de la banca- u obligatoria. Trichet dejó meridianamente clara la posición del BCE: se opone categóricamente a cualquier medida de reestructuración de la deuda griega que no sea "puramente voluntaria y libre de cualquier elemento coercitivo". Apeló Trichet a la "extremada independencia" del BCE respecto a cualquier país de la eurozona y recordó el BCE mantiene su diálogo "con todo el eurogrupo". Aunque la Eurotower -la sede del BCE- esté en Fráncfort.
El ministro de Hacienda alemán, Wolfgang Schäuble, ha propuesto que los plazos para devolver la deuda griega se retrasen siete años. Pese a que jurídicamente ese aspecto no está aclarado, las agencias de calificación de riesgo entienden que una medida así equivaldría a una suspensión de pagos, y eso podría provocar problemas de contagio en todos los países periféricos. También en los bancos poseedores de esos bonos. E incluso en el BCE, que tiene deuda griega por valor de unos 40.000 millones.
Trichet, en línea con las declaraciones del Eurobanco de la semana pasada, considera que una reestructuración obligatoria de la deuda helena -con los bancos forzados a asumir parte de la factura- sería un "enorme error". Si se quiere hacer participar al sector privado en el rescate de Grecia, el presidente del BCE recomienda las recetas habituales: que se potencien y aceleren las privatizaciones y que se faciliten las inversiones directas. Considera que esas alternativas no erosionarán la credibilidad de Grecia ante los mercados financieros.
El banquero central europeo -que será sustituido por Mario Draghi a finales de octubre, tal como ayer confirmó el Consejo de Gobierno del BCE- tiene un as en la manga: amenaza con que el BCE deje de comprar deuda en caso de que las agencias de calificación rebajen aún más la nota de Grecia. Semejante medida supondría, con toda probabilidad, la bancarrota del sistema financiero griego, y enormes pérdidas para los bancos europeos más expuestos a Grecia, en especial los alemanes y los franceses.
Pero Grecia es un cúmulo de incógnitas para la eurozona, un dolor de cabeza para el resto de países rescatados (Irlanda y Portugal) e incluso para la segunda línea de países con problemas (España, Italia y Bélgica). Schäuble cifra en unos 90.000 euros el monto necesario para el próximo rescate griego, que hay que sumar a los 110.000 millones comprometidos en mayo de 2010. Otras fuentes sitúan esa cifra en torno a los 65.000 millones. Esa decisión se tomará en Bruselas el próximo 20 de junio. Pero el Gobierno de la canciller Angela Merkel juega sus bazas: cree que la participación del sector privado en la reestructuración facilitará la aprobación parlamentaria de la participación alemana, ante la fuerte oposición de la ciudadanía alemana a dar más dinero a Grecia.
La futura subida de tipos de interés y el incendio fiscal de Grecia no acapararon toda la atención. El BCE despejó una de las incógnitas de la jornada al anunciar que seguirá con sus operaciones de refinanciación de la banca privada en la eurozona con la barra libre de liquidez semanal, mensual y trimestral. La medida, que pretende combatir las dificultades de los bancos, seguirá en marcha hasta de octubre por lo menos.
Y dejó algunas cifras que permiten explicar el próximo incremento del precio del dinero: la inflación se situó en el 2,7% en mayo -por encima del objetivo del 2%-, lo que explica la referencia a la "fuerte vigilancia". Sin embargo, la recesión es profunda en Grecia y el horizonte económico de Irlanda, Portugal, España e Italia se complica con una subida de tipos. "La divergencia entre Norte y Sur es una complicación para el BCE. Pero preocuparse ahora por la inflación, cuando el problema es Grecia y la periferia, es un error", explicó Juan Ignacio Crespo, de Thomson Reuters.
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