ETA decidió su fin en julio
El adelanto electoral aceleró la decisión de la izquierda 'abertzale' y de la banda terrorista. EL PAÍS reconstruye la historia de cómo se gestó el cese definitivo de 43 años de violencia.
ETA anunció el jueves una decisión histórica: el final de 43 años de terrorismo en los que ha dejado 829 víctimas mortales. Pero la decisión de abandonar definitivamente las armas la tomó meses antes, durante el verano, probablemente en julio. Un indicador de cuáles eran las intenciones de la banda terrorista llegaba apenas dos meses más tarde, el 11 de septiembre: el dirigente de la izquierda abertzale, Rufi Etxeberria, decía en la prensa vasca: "No tenemos ninguna duda de que ETA ha tomado la decisión de dejarlo".
La organización terrorista tardó varias semanas en escenificarlo. Lo hizo el jueves, a través de un comunicado enviado a los diarios Gara y Berria. Para facilitarlo, la izquierda abertzale, su antiguo brazo político, organizó una conferencia internacional en San Sebastián, en el Palacio de Aiete, protagonizada por seis personalidades internacionales: el exsecretario general de la ONU, Kofi Annan; los exprimeros ministros irlandés y noruega, Bertie Ahern y Gro Harlem Brutland; el exministro del Interior francés, Pierre Joxe; Jonathan Powell, exjefe de Gabinete del exprimer ministro británico, Tony Blair, y el líder del Sinn Fein, Gerry Adams.
La victoria electoral de Bildu y el avance electoral del PP impulsaron la decisión del grupo terrorista
Josu Ternera jugó un papel determinante en la gestación del final de ETA, según conocedores del proceso
El comunicado que leyó ETA, el jueves, fue precedido de otro que el lunes leyeron en San Sebastián, las personalidades internacionales. Este texto reclamaba a ETA el cese definitivo de la violencia a cambio de medidas favorables para sus presos. Y se limitaba a sugerir algunas iniciativas políticas, como una mesa de partidos y la celebración de una consulta. Fue el líder del Grupo Internacional de Contacto, Brian Currin, experto surafricano en la resolución de conflictos, y uno de los organizadores del evento el que redactó el texto, tras consultar con la izquierda abertzale y Paul Ríos, del movimiento social vasco, Lokarri, también organizador de la cita.
El texto tuvo un rechazo generalizado en los medios de comunicación por mezclar asuntos políticos con el esperado anuncio de cese definitivo de la violencia. Entre el martes y el jueves, Brian Currin, animado por la izquierda abertzale, convenció a ETA que redactara un comunicado claro y preciso sobre el cese definitivo de la violencia y abandonara sus textos farragosos habituales. Eso explica que el comunicado de ETA de cese definitivo de la violencia haya sido uno de los más cortos de su historia.
Para llegar hasta ahí, ETA necesitó medio año para asimilar el compromiso público de la izquierda abertzale de rechazar la violencia de la banda, recogido en los estatutos de Sortu, su nuevo partido, que el propio Etxeberria y el abogado Iñigo Iruin dieron a conocer el pasado 7 de febrero en Bilbao.
Fue la presentación de los estatutos de Sortu lo que marcó el paso del Rubicón del final de la violencia de ETA desde que la izquierda abertzale decidió tomar la vanguardia del llamado Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV) y desplazar a un segundo término a la banda terrorista: en febrero de 2010 las bases de la izquierda abertzale aprobaron, en un proceso asambleario, por una mayoría del 80%, el documento Zutik Euskalherria, que apostaba como nueva estrategia por las vías pacíficas para lograr sus objetivos políticos.
Fue también el principal salto en el vacío de la izquierda abertzale, de forzar a ETA a avanzar corriendo riesgos, en un proceso en el que apostó por convencer a la banda terrorista ETA y no romper con ella. Esa fue su decisión desde un comienzo ante el requerimiento de Alfredo Pérez Rubalcaba, ministro del Interior hasta el pasado octubre, que en sus pronunciamientos instaba a la izquierda abertzale a elegir entre convencer a ETA o romper con ella si quería recuperar su legalidad. El precio que tuvo que pagar la izquierda abertzale por tratar de convencer a ETA y no romper con ella fue el de un proceso muy lento. Cinco años si se tiene en cuenta que desde que ETA rompió la tregua de 2006 en diciembre de aquel año y casi dos desde que las bases de la izquierda abertzale votaron masivamente por las vías pacíficas y políticas para luchar por sus objetivos políticos.
Además de la presión policial, judicial y social, en la decisión final de ETA pesó la presión de la izquierda abertzale y el excelente resultado que esta formación obtuvo en las elecciones municipales del 22 de mayo, a través de la coalición Bildu. El mejor resultado de su historia, un 25% de los votos. Era la prueba definitiva de que la estrategia de la izquierda abertzale funcionaba frente a la desastrosa situación de la banda terrorista.
La euforia de los líderes de la izquierda abertzale el 22 de mayo radicaba no sólo en la recuperación de su presencia institucional sino, también, en que habían ganado definitivamente la batalla a ETA por la vanguardia del movimiento político, que corrió el riesgo de desaparecer, sobre todo, tras el atentado de la T-4 en Barajas en diciembre de 2006. Porque en esta historia, desde el final del proceso de 2006, la única negociación que ha habido es la de la izquierda abertzale con ETA para lograr su cese definitivo. Ni el Gobierno central, ni el vasco, ni los partidos han intervenido para nada en este período. Ha sido todo un contencioso entre la izquierda abertzale y ETA.
Nadie se atreve a asegurar nada. Pero algunos expertos ven la mano de Josu Urrutikoetxea, Josu Ternera, en la decisión última de ETA de terminar con la violencia definitivamente: habría regresado para poner el punto final a una banda terrorista descabezada y absolutamente desconcertada por los golpes policiales y por sus querellas internas, durante la tregua de 2006 y después.
Con la decisión de ETA en la mano, en el verano de 2011, muy probablemente en julio, la izquierda abertzale pretendía lograr, después de la legalización de Bildu y de su resultado electoral, y antes del anuncio del cese definitivo de la banda, otros dos éxitos políticos. El primero, la legalización de Sortu, su propio partido, ya que Bildu es una coalición de la que forman parte, además de la izquierda abertzale, Eusko Alkartasuna y Alternatiba. El segundo era la revisión de la aplicación de la doctrina Parot, que podría dejar en la calle a decenas de presos de ETA en poco tiempo.
Ambas decisiones estaban pendientes del Tribunal Constitucional. La primera era muy posible tras la legalización de Bildu, en mayo. Y la segunda tenía muy buenas perspectivas tras conocerse algunas de las deliberaciones de los magistrados del alto tribunal.
Pero este esquema de la izquierda abertzale se quiebra cuando el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, decide el 29 de julio adelantar al 20 de noviembre las elecciones previstas para marzo de 2012. La izquierda abertzale se encuentra que para el 20 de noviembre ya no tiene margen para que el Tribunal Constitucional se pronuncie y, menos aún con la sombra de unas elecciones, tras cuya celebración puede gobernar el PP.
En ese momento existe alguna tentación en la izquierda abertzale de tirar la toalla y esperar al cambio de Gobierno para escenificar el final. Pero se impone la idea de Rufi Etxeberria de seguir adelante con la hoja de ruta marcada. Es más. Los dirigentes de la izquierda abertzale creen conveniente no retrasar la decisión al cambio de Gobierno para consolidar su proceso y poner muy difícil la marcha atrás al nuevo Ejecutivo en el caso probable de que ganara el PP las elecciones del 20 de noviembre, como indican las encuestas.
Aunque la izquierda abertzale calcula que el PP moderará sus posiciones si llega al Gobierno, como empieza a confirmar Mariano Rajoy con su intervención al conocer el comunicado del cese definitivo de ETA, del jueves, teme que las presiones de la derecha mediática, algunas asociaciones de víctimas y un sector de la Guardia Civil le empujen a retroceder en su proceso.
Antes de acabar el verano, la izquierda abertzale planifica su hoja de ruta para relanzarla el primer fin de semana de octubre. De forma escalonada se escenifica la disolución de Ekin, los comisarios políticos de ETA dentro de la izquierda abertzale, que habían salido derrotados de las asambleas de febrero de 2010, pero con su disolución confirman que la izquierda abertzale es soberana en el llamado Movimiento Nacional de Liberación Vasco. Y la asunción pública del colectivo de presos de ETA de la Declaración de Gernika que, suscrita en septiembre de 2010 por la izquierda abertzale, Eusko Alkartasuna , Aralar y Alternatiba, que había pedido a la banda que avanzara hacia el final definitivo de la violencia.
Mientras se producen estos acontecimientos, la izquierda abertzale ya está organizando la Conferencia Internacional de San Sebastián. En el más estricto secreto, la izquierda abertzale encarga al movimiento social vasco, Lokarri, que preside Paul Ríos, y al Grupo Internacional de Contacto, que lidera el abogado surafricano, Brian Currin, conocido por su papel en los procesos de paz irlandés y surafricano, la organización de la Conferencia.
La izquierda abertzale se inspira en el proceso de paz de 2006. En dicho proceso, los partidos protagonistas -PSE, PNV e izquierda abertzale- decidieron durante las conversaciones políticas de Loiola celebrar el acuerdo al que llegaran con una conferencia. Con aquel acuerdo trataban de escenificar lo que, en la terminología de la resolución de conflictos, se denominaba el "paso de la fase deliberativa a la resolutiva" o "punto cero".
A aquella conferencia le quisieron dar rango local, la iba a organizar Eusko Ikaskuntza (Sociedad de Estudios Vascos) y sus asistentes iban a ser los partidos y organizaciones sociales vascas. Finalmente, no se celebró porque ETA no aceptó a la izquierda abertzale el acuerdo político al que había llegado con el PSE y el PNV.
Pero el nuevo proceso de la izquierda abertzale, al ser unilateral, esto es, el resultado de sus idas y venidas con ETA, cambia de esquema. Decide darle a la conferencia rango internacional. ETA siempre había pretendido "internacionalizar el conflicto". La izquierda abertzale tenía claro que la presencia de personalidades internacionales en San Sebastián era el escenario perfecto para facilitar que ETA hiciera pública su decisión de cese definitivo de la violencia.
Brian Currin moviliza al Grupo Internacional de Contacto, que se había presentado en enero en Bilbao, para atraer a personalidades internacionales relevantes a San Sebastián. Inmediatamente se asegura la presencia del líder del Sinn Fein, Gerry Adams, y del primer ministro irlandés, Bertie Ahern, comprometidos ambos en el proceso de paz irlandés y en proceso de paz de 2006 en España.
Lo mismo sucede con Jonathan Powell, exjefe de Gabinete del exprimer ministro británico, Tony Blair, que también participó activamente en el proceso de paz de 2006 en España por decisión de Blair. Blair estuvo a punto de acudir a San Sebastián. Finalmente, no lo hizo, pero al día siguiente envió un texto de apoyo a la conferencia a través de Lokarri.
Además de Blair, el Grupo Internacional sumó a otras dos personalidades pertenecientes a la Internacional Socialista: la primera ministra noruega, Gro Harlem Brutland, y el ex ministro del Interior francés, bajo el mandato de François Mitterrand, Pierre Joxe, responsable de las detenciones de decenas de etarras. Y, finalmente, suma al ex secretario general de la ONU, Kofi Annan.
En ese punto, el presidente del PNV, Iñigo Urkullu, en contacto con la izquierda abertzale, juega un papel. Habla con José Luis Rodríguez Zapatero, y le pide que no entorpezca la celebración de la conferencia. También lo hace con el líder del PP vasco, Antonio Basagoiti, al que, también, garantiza que la conferencia internacional no es el resultado de una negociación entre el Gobierno y los partidos con ETA. Y que el final de ETA no tendrá ningún tipo de contrapartida política.
Rajoy es informado puntualmente de lo que está sucediendo por Basagoiti y por el propio Zapatero. Ambos hablan, también, con regularidad sobre los acontecimientos.
El Gobierno, tanto central como el vasco de Patxi López, deciden desde un comienzo no asistir a la conferencia porque es la escenificación del final de ETA, precedida de una negociación entre la izquierda abertzale y la banda, en la que no tienen que ver.
Si algo tienen que ver es por la vía indirecta, con la detención por parte de las Fuerzas de Seguridad del Estado y de la Ertzaintza de los etarras más peligrosos, desde la ruptura de la tregua de 2006, que tanto debilitó a la banda y permitió a la izquierda abertzale imponerse por vez primera sobre ella.
La historia del final de ETA no se explica sin las desavenencias entre su anterior brazo político y la banda terrorista. Y estas desavenencias se agudizan con la ruptura de la tregua de 2006, con el atentado de T-4 de Barajas. Otegi lo reconoció en su alegato ante la Audiencia Nacional en el juicio por el caso Bateragune -que le condenó a diez años de cárcel por colaboración con banda armada- el siete de julio.
ETA y la izquierda abertzale toman, a partir de esa ruptura, caminos diferentes. Mientras Otegi, Díez Usabiaga y Etxeberria apuestan por alejarse de la violencia para salvar el movimiento político de la izquierda abertzale, ETA decide, en una asamblea celebrada en 2007, la continuidad del terrorismo. Inicia una campaña de atentados que culmina en julio de 2009 con el asesinato de dos guardias civiles, con un balance de once muertos. En esa etapa las relaciones son prácticamente inexistentes.
Las relaciones entre ETA y la izquierda abertzale pasan a otra dimensión a partir de noviembre de 2009 cuando los líderes del anterior brazo político de la banda deciden hacer pública su apuesta por las vías políticas y pacíficas. Para ese momento, ETA está prácticamente descabezada por las Fuerzas de Seguridad. Aún se mantiene la pugna por la vanguardia del llamado MLNV.
Pero dos hechos vuelcan la situación a favor de la izquierda abertzale y contra ETA. Por un lado, las bases de la izquierda abertzale apoyan masivamente la decisión de sus líderes de alejarse de la violencia. Esto sucede en febrero de 2010 y en mayo, las Fuerzas de Seguridad detienen en Francia a Mikel Carrera, el último líder importante de ETA, que era el último obstáculo para que la izquierda abertzale se impusiera a la banda.
A partir de esta detención todo se acelera. ETA declara en septiembre de 2010 una tregua. En enero de 2011 la hace permanente y verificable y elimina la extorsión y la kale borroka. Y un mes después, en febrero, la izquierda abertzale pega otro tirón, el definitivo, con la presentación de los estatutos de su nuevo partido, Sortu, en los que se rechaza expresamente la violencia de ETA. Una vez que ETA lo asimila, para lo que necesita varios meses, sólo quedaba la escenificación de su final.
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