La revancha de Carl
El escolta del Kalise lidera al equipo canario tras superar una dura historia familiar
Dicen de Carl English (St John's, Canadá, 1981) que es un tipo extravertido, pero suena tirante al teléfono. "Es el cansancio", se excusa el escolta del Kalise Gran Canaria; "fui padre hace una semana y en diez minutos me voy con mi esposa al médico". Su tiempo, dice el baloncestista, tendrá que dividirse este año entre su primogénito, Ryder, y el club canario, donde, en su segunda temporada, ha explotado. Lleva 19,2 puntos de media por partido y le ha empujado al liderato con el Tau.
Pero enfocarse en el baloncesto no es una novedad para Carl. De hecho, puede que su fijación por este deporte le haya servido de reactivo vital. "Creo que todo ocurre por algún motivo", explica English; "y las desgracias que te ocurren en el pasado, extrañamente, te hacen más fuerte". Lo cierto es que la vida le abofeteó demasiado pronto. Cuando tenía cinco años, sus padres murieron abrasados en un incendio casero. Sus cuatro hermanos y él se salvaron gracias a que el mayor les sacó por una ventana trasera. "No lo recuerdo muy bien y tampoco me agrada revivirlo", cuenta English, que entonces vivía en St. John's, una ciudad de la región septentrional de Newfoundland, al abrigo de los vientos gélidos del Atlántico. Sus hermanos fueron acogidos por la familia y Carl se mudó con sus tíos a St. Patrick's Cove, un pueblecito de apenas 800 habitantes. "Fue muy duro separarme de ellos, pero al menos un hermano vivía en St. Patrick y con otros coincidía en el colegio", explica.
Sus padres murieron en un incendio cuando tenía cinco años. Su hermano le salvó
"Se puede superar cualquier circunstancia si pones empeño en ello", dice English
Fue en aquella aldea donde Carl comenzó a jugar al baloncesto. Construyó con su hermano un aro y lo colgaron en una pared de la casa. Allí anotaba sus primeras canastas, que intentaba después repetir en su escuela, la Fatima Academy, donde conoció a su mujer. El centro aún muestra orgulloso en su página web la foto del jugador canadiense. "Pero sólo empecé a jugar seriamente al baloncesto con 12 años, en el instituto St. Thomas Acquine, de Oakland, cerca de Toronto", explica English, que señala especialmente la figura de su entrenador Pike. "Él fue quien más me apoyó para convertirme en jugador profesional", recuerda.
Tras completar los estudios secundarios, los ojeadores escolares sabían que English tenía un talento especial para el baloncesto. Le ofrecieron una beca en la Universidad de Hawai, donde Carl, en su primer año, sufrió una lesión que le tuvo parado todo su primer curso universitario. Y a aquel infortunio se le sumó una nueva desgracia; en el primer verano que regresaba a St. Patrick's para visitar a su familia adoptiva, su tío fallecía delante de sus narices cuando regresaban juntos de pescar. "Fue un ataque al corazón. No pude hacer nada para salvarlo", se lamenta.
English remontó aquel nuevo golpe del destino. Regresó a la Universidad y sus brillantes actuaciones le convirtieron en una pieza codiciada para el draft de la NBA en el verano de 2003. "Reservé un restaurante para seguir la elección con mi familia y mis amigos", asegura el escolta, que esperaba ser elegido en la primera ronda. Pero no fue así. Y su nombre tampoco apareció en la segunda. English estaba fuera de la NBA. Pero no desesperó. "Estudié mis opciones y decidí quedarme en la NBDL [la Liga de Desarrollo] porque pensé que algún equipo podría repescarme".
Pero no llegó aquella llamada. Y dos años después se marchó a Europa. Jugó una temporada en Italia, en la Virtus, y después recaló en el KK Zadar, croata, donde su juego acabó de madurar. Promedió 20 puntos en la temporada 2006-07, lo que le valió un pasaje a la ACB para jugar en el Gran Canaria. "Le había seguido ya en las Summer Leagues de la NBA", afirma Himar Ojeda, el secretario técnico del Kalise, que decidió ficharlo después de saber que terminaba su contrato en Croacia. "Aparte de su calidad, era un jugador que conocía el baloncesto europeo y no tendría problemas de adaptación". English le dio la razón desde el primer día. En su estreno con los canarios, anotó siete triples. Y terminó su primer año siendo el máximo anotador del equipo.
Este verano tuvo ofertas, pero ninguna (sonó Unicaja) le arrancó de Canarias. "Me temo que si los grandes tenían alguna duda sobre él... se les habrá disipado ya", comenta Ojeda; "el año pasado tiraba demasiado. Desesperaba a muchos. Ahora asiste más a sus compañeros. Pero sigue siendo el dueño del último tiro".
El jugador, que acaba su contrato en junio, dice que aún sueña con jugar en la NBA. "Es el objetivo para el que trabajo duro a diario", dice English, cuya vida puede servir de ejemplo a quienes buscan excusas en su pasado para justificar su destino. "Se puede superar cualquier cosa siempre que pongas empeño y enfoque tu mente hacia ello", afirma.
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