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El peaje de París

La ausencia del número uno en la final de la Copa Davis vino anunciada por las nueve jornadas de descanso empleadas en la búsqueda de su recuperación. Tras siete días sometido a un tratamiento de antiinflamatorios, fisioterapia y crioterapia, Rafa Nadal intentó entrenarse el sábado. La experiencia fue dolorosa. "Peloteamos un poco, 45 minutos", recordó Toni Nadal, su tío y entrenador; "empezamos, porque nos había dicho el doctor que peloteáramos, y todavía sintió dolor. Hubo que parar tras 45 minutos sin forzar absolutamente nada. Esos 45 minutos no servían. Ahí vimos que estaba complicado. Vimos que todavía no estaba recuperado".

El domingo, Nadal volvió a saltar a la pista. No tenía buena cara. Vivía un momento de preocupación máxima. La extensión del entrenamiento fue mínima. "Peloteamos un poco, pero él prefirió parar y no hacer nada", resumió el técnico, que tuvo que cambiar su agenda para el día de ayer ante la gravedad de la situación. "Yo no pensaba que iba a llegar a este momento, al domingo, así. Fue una mala noticia. Decidí acompañarle a Barcelona por eso. A ver las pruebas y decidir", explicó.

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"Es un dolor que no consigo controlar"

Antes de que llegara ese momento, Nadal y su grupo de trabajo mantuvieron la esperanza de que la recuperación fuera posible. "Es una lesión aguda que necesita tiempo por mucho que la gente diga que no era nada", explicaba con prudencia a mediados de semana el doctor Cotorro, que examinó al tenista en dos ocasiones y también accedió a las pruebas realizadas en París el 31 de octubre, nada más producirse la lesión; "no haber ido a Shanghai no ha sido un capricho. Lo bueno es que la disposición que tiene Rafa para el trabajo de recuperación es total y absoluta. Se sabe cómo es: juega cojo, manco, como sea...".

Nadal jugó al límite el Abierto de Estados Unidos, el Masters Series de Madrid y el de París. Vivió esos tres torneos como una sucesión de dolores, en el glúteo y el hombro, por ejemplo, y sintiéndose mentalmente al límite, como reconoció su técnico, tras conquistar el número uno, Roland Garros, Wimbledon y el oro olímpico.

Su lesión reabre el debate sobre el exigente calendario, el sistema de puntuación y el de retribuciones de la ATP, el organismo regidor del tenis. Valga un ejemplo. París, el último masters del año, en el que Nadal se lesionó, ha sido tradicionalmente el escenario de las ausencias de los mejores. Esta vez, pese a que la temporada había llevado ya a los tenistas por Australia, Europa, Asia y América, nadie faltó. El español, como número uno, se aseguraba 1,5 millones de dólares (1,17 millones de euros) de la bolsa de premios de la ATP viajando a París. Roger Federer, el número dos, la mitad. Los premios se extendían al tres (hasta 392.000 euros) y el cuatro (196.000). Todos debían haber jugado ocho de los nueve masters, sin poder saltarse los de Madrid y París, los más afectados por las ausencias de los mejores. Pero las consecuencias de un calendario tan prolongado cayeron como una bomba sobre el torneo francés: Federer se retiró con dolores de espalda. Nadal, lesionado, siguió el mismo camino con la esperanza, vana, de cerrar su año en la final de la Davis.

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