El ojo vago de María
La medallista española había perdido el 90% de la visión del ojo izquierdo sin percatarse de ello y tuvo que reeducarlo hace ocho años
Ser tirador de élite en cualquiera de las modalidades de tiro al plato y tener sólo un ojo equivale a ser un tirador caótico. Eso le ocurría a María Quintanal hasta hace ocho años. La ganadora de la plata en la modalidad de foso, que hoy luchará por la medalla en la final de doble trap, había perdido el 90% de la visión de su ojo izquierdo y ni ella misma lo sabía. Por entonces, alternaba días estupendos, de escopetazos perfectos y platos triturados, con jornadas penosas en las que no daba una.
Preocupado por la irregularidad, el médico de la federación española, Felipe Belinchón, sometió a la tiradora al examen de una optómetra, la doctora Pilar Plou. Hasta hace ocho años, la doctora Plou sólo había tratado a jugadores de fútbol de la Primera División, sobre todo porteros, y a alguno de baloncesto. No sabía nada de tiro y el problema que debía resolver estaba entre fosos y terraplenes por donde volaban platos rojos. Su paciente, María, estaba físicamente bien y dominaba la técnica perfectamente, pero no tardó en descubrir que tenía lo que vulgarmente se llama ojo vago.
En una pantalla se le mostraban siete números en 20 milisegundos y debía detectar su orden
"En los tiradores de plato no importan tanto las variables como el consumo de oxígeno", dice el doctor Belinchón; "pero, si un tirador no ve, apaga y vámonos". María veía bien. Pero ése no era el problema. Observaron que su rendimiento variaba según los días fuesen claros o soleados. La sometieron a una revisión optométrica. "No sólo para saber si veía bien o mal", dice Belinchón, "sino para ir más allá". La sorpresa fue importante. "Descubrimos", cuenta el médico, "que entre los ojos de María había una gran diferencia de capacidad visual. Inconscientemente, el cerebro anula en estos casos la visión del ojo malo porque de las dos informaciones elije la mejor. La persona cree que la percibe, pero el cerebro hace una selección. Esto da igual en determinados deportes. En el tiro de precisión incluso puede ser bueno porque se hace sobre un mismo plano. Pero en tiro con escopeta el objetivo se mueve en el espacio y el que apunta necesita elementos referenciales porque el plato se va alejando. Si el tirador no encuentra referencias se pierde el sentido de la profundidad y esto es caótico".
"El ser humano", prosigue Belinchón, "es enormemente adaptable. Los ciegos activan el olfato y el tacto. Cuando hay un déficit, se recurre a mecanismos complementarios. María lo hacía bien casi siempre o catastróficamente mal. La doctora Plou tuvo que trabajar mucho con ella porque, con 27 años, no era una niña y la visión es muy difícil de reeducar".
Plou, especialista en medicina del deporte, explica: "María tenía astigmatismo hipermetrópico porque el cerebro le había anulado el ojo vago. Se lo corregimos completamente con una lente de contacto y un tratamiento de activación de la agudeza visual. El ojo pasó de funcionar al 10% a hacerlo al 100%. Tardó dos años para recuperar la binocularidad y no lo habría hecho de no trabajar muchísimo, durante horas, haciendo ejercicios en su casa".
María se ponía ante una pantalla que le mostraba hasta siete números en 20 milisegundos. Ella debía detectar el orden en el que habían salido y volver a empezar para mejorar el tiempo de percepción. Lo hizo hasta ganar una velocidad asombrosa en la detección de variables como la distancia. "Eso se necesita, por ejemplo, para romper el plato rápido", dice la doctora, "justo cuando sale de la máquina. Sobre todo, en el doble trap, en el que hay que romper un plato para ir a buscar otro antes de que se aleje".
"En una tiradora como María", dice Plou, "es fundamental que, además de ver bien, se puedan calcular las distancias, las velocidades y el sentido de los platos. Las cualidades visuales que se necesitan en el tiro al plato son muy superiores a las que se precisan en el tiro de precisión o el tiro con arco, donde el blanco está fijo en un plano".
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