España derrocha prestigio
La selección de Del Bosque, demasiado pálida, recibe en Portugal otra zurra como en Argentina
Acostumbrada a batallas de campeonato, resulta que a España no le van las treguas. Se desplomó frente a Argentina y recibió otra zurra ante Portugal, dos adversarios obligados a encarar estos partidos con la penitencia de su penoso tránsito por Sudáfrica y sus tormentosos tiempos recientes. No es que la selección de Del Bosque se haya acomodado con su estrella en el pecho, pero la defensa de sus títulos siempre es un reto para los contrarios. Hoy, ganar al campeón es mucho más que un amistoso. Frente a la selección más reputada no hay tiempo para la molicie habitual en este tipo de cartelera. España ya debería saberlo. La cita en Argentina fue una decisión federativa calamitosa con un equipo en tanga, aún de jarana por el éxito mundialista y sin entrenamientos previos. A Lisboa la selección ya fue rodada, pero le faltó hueso, el punto febril que sí tuvo Portugal, que tiró serpentinas. Un sedante tras la zozobra vivida con Carlos Queiroz. Como ya lo fue para Batista y Argentina tras el sainete de Maradona. En el fútbol todo es efímero y España no puede permitirse rehabilitar a nadie. Las hermandades, en los despachos. La de anoche es la mayor goleada recibida desde 1963 (2-6 ante Escocia en el Bernabéu). Otro dato elocuente: es la primera vez que a Casillas le meten cuatro goles con La Roja.
PORTUGAL 4 - ESPAÑA 0
Portugal: Eduardo (Rui Patricio, m.46); Joao Pereira, Ricardo Carvalho (Pepe, m.46), Bruno Alves, Bosingwa; Carlos Martins (Manuel Fernandes, m.63), Raúl Meireles, Joao Moutinho; Cristiano Ronaldo (Danny, m.46), Nani (Paulo Machado, m.88) y Helder Postiga (Hugo Almeida, m.76).
España: Iker Casillas; Sergio Ramos, Piqué (Marchena, m.46), Puyol (Arbeloa, m.73), Capdevila; Busquets, Xabi Alonso (Llorente, m.58); Xavi (Cesc, m.46), Iniesta (Cazorla, m.58), Villa (Torres, m.46); y Silva.
Goles: 1-0, M.45: Carlos Martins. 2-0, M.23: Hélder Postiga. 3-0, M.68: Hélder Postiga. 4-0, M.94: Hugo Almeida.
Árbitro: Antony Gautier (FRA). Amonestó a Busquets (m.8), Cristiano Ronaldo (m.9) y Cesc Fábregas (m.72).
25.000 espectadores en el nuevo Estadio da Luz 25.000 de Lisboa.
Demasiado retórica con la pelota, a España le faltó picante ante un contrario nada acomodado, frente a una selección que también tiene su cuajo. Quiso, sin éxito, limitar el partido a su rondo particular, sin apenas desmarques en el ataque, lo que reduce el paisaje de los magníficos asistentes de la selección. Lo advirtió Del Bosque, que antes de los 20 minutos ordenó a Iniesta enquistarse en la orilla izquierda, a Villa irse al centro y a Silva, improductivo en el eje, pasar al costado derecho. Al menos así, España se fabricó sus tres primeras ocasiones, dos remates lejanos de Iniesta y Villa y un cabezazo en soledad de Silva con todo a favor que se alejó de la red de modo incomprensible. Un espejismo porque España estaba pesadota, peor articulada que de costumbre, con un juego menos trenzado de lo habitual. Por el centro, Martins, Moutinho y Meireles hicieron de interruptor. Enredados en la telaraña, los medios de Del Bosque, tan fiables siempre, erraron más pases de la cuenta. Nada que no haga cualquier otro equipo, pero esta España se ha puesto el listón muy alto.
A la espera, Portugal aceleraba en cada robo del balón, con Nani como primer puñal, eléctrico por el lado de Capdevila. A Cristiano le costó más arrancar, gripado por un prematuro atropello de Busquets, que le frenó por las bravas a los siete minutos y se ganó la tarjeta amarilla. Así es este Busquets, descarado con la estrella local en campo ajeno. CR marcó de inmediato el territorio y un minuto después sacó el colmillo y tumbó al barcelonista con el mismo resultado: tarjeta amarilla. Quejoso el resto del primer tiempo, con gestos evidentes de dolor, el madridista estuvo pálido hasta el último tramo. Entonces apareció ese trapecista que lleva dentro. Primero hizo derrapar a Piqué y exigió con su posterior disparo una respuesta firme de Casillas. Ya metido en el tajo, por la misma vía elevó con gran sutileza la pelota por encima del portero español. Era gol o gol, pero Nani se cruzó en el camino y tocó la pelota con la cabeza. El árbitro anuló el tanto al creer que el extremo, en fuera de juego, había cabeceado antes de que entrara el balón. CR se puso de los nervios, contrariado por la torpeza del futbolista del Manchester United. Habría sido uno de los mejores tantos que jamás haya marcado un cojo. En plena efervescencia lusa, Piqué evitó bajo el larguero un gol cantado de Martins, que hizo diana a un paso del descanso con la complicidad de Cristiano, cuyo remate desvió como pudo Casillas. Martins cazó el rechace. Ya entonces, Piqué estaba con la pierna derecha tiesa. Ni él ni CR volvieron tras el intermedio: las penurias de este amistoso electoralista.
Del Bosque movió fichas en el parón y Cesc, Torres y Marchena dieron relevo a Xavi, Villa y el dolorido Piqué. Sin remedio. De nuevo Portugal tuvo más brío, más ardor. Unos decibelios que le faltaron al campeón del mundo, que encajó de inmediato un autogol de Ramos y a punto estuvo de que Nani, solo ante Casillas, amplificara el castigo final. Por momentos, en Lisboa se rebobinaba el argentinazo de hace tres meses. Con el encuentro algo extraviado por la ruleta de los cambios en estos amistosos, España se agrietó por completo. Sin demora, Del Bosque agotó las seis sustituciones pactadas de antemano. Donde había comenzado Silva, como ariete postizo, acabaron ubicándose Torres y Llorente, dos delanteros puros, por talla y alma. Tampoco hubo solución y Postiga y Almeida le dieron la puntilla.
Tres amistosos a la vuelta de Johanesburgo y dos calamidades: ocho goles en contra por uno a favor. Definitivamente, a esta España no le van estos partidos. Por fortuna para sus seguidores, se crece en la oficialidad. Pero nadie debería olvidar que el prestigio no es gratuito y no se puede derrochar. Por algo, en público y en privado, insiste e insiste Del Bosque: "Que el pasado no nos confunda".
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