El Celtic inutiliza al Barça
Los azulgrana no pasan del empate en el Camp Nou ante el fútbol primitivo del equipo escocés
Privado de Larsson, el Celtic es como la cerveza sin alcohol. Aunque muy fuerte físicamente, le falta fútbol y gol y, de alguna manera, se ha vuelto muy pesado y algo desagradable, también en la grada, por donde su hinchada se despliega como Pedro por su casa, como si la mejor de las sonrisas alcanzara para ganarse la localidad más vistosa sin atender a los números de los asientos ni otras obligaciones. Los muchachos de O´Neill intentaron ganar ahora los partidos por eliminación, y ayer sus marcas individuales y defensa en bloque acabaron pesando más que el juego colectivo de los azulgrana, muy despistados. Perseguido por Valgaeren, Ronaldinho jugó más con las manos que con los pies durante un cuarto de hora largo. Los aspavientos del brasileño, tan quejoso con la marca como disgustado porque el árbitro no le hacía ni caso, fueron tan apreciables como los braceos de Eto'o frente a Balde. No es que el Barcelona se espantara por la fiereza del Celtic sino que se concedió un tiempo antes de afrontar propiamente el partido. Los azulgrana miraban a los escoceses desde la distancia, sin presión y tensión, y la noche no pintaba nada bien. A nadie parecía apetecerle el encuentro. De la salida apresurada ante el Madrid se pasó a no arrancar frente al Celtic. El Camp Nou parecía una pista de autochoques hasta que se arrancó Giuly y se presentó ante Hedman. El francés movió el partido y, acto seguido, marcó el Barcelona en una acción que pilló a la zaga verdiblanca con la cerveza en la mano. Ronaldinho sacó un falta con picardía, prácticamente sin detener la pelota, Eto'o recibió, tiró una buena pared con Deco y remató a la red. El gol del camerunés anunció un cuarto de hora de buen fútbol, presidido sobre todo por los gestos técnicos, a veces incluso sobredimensionados, más propios del circo que del fútbol. Los azulgrana le pusieron un punto de velocidad al partido y se ganaron unas cuantas ocasiones. Demasiado relajados, seguramente por un exceso de confianza, desviaron el tiro y no atinaron a cerrar la contienda. La falta de puntería, especialmente por parte de Eto'o, le obligó a recomenzar el partido después del descanso porque Hartson empató en un libre indirecto botado por Petrov y peinado al segundo palo por el central Varga. Pese a que el ariete remató en posición de fuera de juego, el gol castigó la falta de concentración del Barça, que defendió mal la falta, aún cuando sabía que toda la munición del Celtic procedía de las jugadas a balón parado, más que nada por su fortaleza aérea. El Barcelona se vio nuevamente en la obligación de buscar la portería para desequilibrar el partido por su concesión defensiva y el Celtic se animó con el empate. No es que los escoceses pidieran la pelota sino que presionaron su salida desde la portería de Valdés y le complicaron la vida a los azulgrana, que no supieron administrar energías y regalarse una jornada cómoda. Apareció de pronto un Barcelona lento y errático, sobre todo en la línea de pase, poco puesto en el encuentro, falto de chispa, expuesto a cualquier sobresalto. No le quedó más remedio a Rijkaard que recurrir al banquillo y darle cancha al liviano Iniesta, un futbolista singular, capaz de avivar el choque, de cambiar la marcha de su equipo, de resolver el empacho futbolístico. Aguantó el Celtic otro buen rato, porque siempre aventó el cuero a cambio de asegurarse una buena organización defensiva y también porque al Barcelona le faltaba ritmo y aire. Despreciaba a menudo las bandas, no trabajaba los espacios ni abría el campo y la pelota corría poco y tarde. No atinaba siquiera a generar una oportunidad de gol, y el cansancio jugaba a favor del Celtic. El transcurrir de los minutos confirmó el absentismo y esterilidad azulgrana frente al vigor verdiblanco. No hay manera de ganar a un equipo escocés en el Camp Nou. Al Barcelona parece que empiezan a pesarle los partidos y, sobre todo, a molestarle los equipos que más que desafiarle se dedican a inutilizarle
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