El saqueo del Palau
Las irregularidades en la gestión del auditorio modernista han sorprendido a la sociedad catalana
Cuando el pasado 23 de julio los Mossos d'Esquadra entraron por orden judicial a registrar el Palau de la Música de Barcelona, una sacudida estremeció uno de los símbolos, junto con el Barça y Montserrat, de la identidad catalana. Las imágenes de la policía autonómica sacando cajas de documentos y ordenadores del emblemático auditorio modernista han quedado fijadas en la memoria de la sociedad catalana con la misma intensidad de las estampas que el 31 de enero de 1994 mostraban la columna de humo que salía del Liceo.
El Juzgado de Instrucción número 30 de Barcelona investiga a Fèlix Millet y otras cuatro personas, entre las que se encuentran el director administrativo del Palau, Jordi Montull, y su hija, Gemma Montull, directora financiera, por falsedad documental y presunto desvío de 2,29 millones euros de las arcas de la institución en 2003 y 2004. Fueron los reintegros bancarios de billetes de 500 euros por grandes cantidades que durante esos dos años se realizaron lo que alertó a Hacienda. Pero los nuevos responsables que a finales de julio asumieron la gestión del emblemático auditorio modernistano han dejado de hallar pruebas y más pruebas que incriminan a Millet, Montull y su hija. El primero fue forzado a dimitir de sus cargos el 27 de julio, el segundo se jubiló el 1 de septiembre y la tercera presentó ese mismo día una baja médica por enfermedad común.
El alcance de los daños, que ha forzado a las tres entidades que cohabitan en el Palau -asociación Orfeó Català, Fundación del Orfeó y consorcio de administraciones públicas-, a personarse en la causa contra Millet en calidad de damnificados, pone los pelos de punta.
Fèlix Millet se asignó el año pasado unos honorarios de 1,6 millones de euros, que cobró en diversos conceptos de sueldo y facturas a cargo del consorcio del Palau, la Fundación Orfeó Català y el mismo Orfeó. Como principal administrador de las tres entidades, él mismo autorizaba las facturas y el suelo y emolumentos que se asignaba por su trabajo. El director administrativo cobró 480.000 euros y tenía, como Millet, un Mercedes 600 pagado por la institución. A esto se suman pagos en dinero negro de sueldos de empleados que ya cobraban la jubilación de la seguridad social, contratos a familiares con altas retribuciones, visto bueno de gastos sin justificantes de viajes de trabajo a Madrid por importes de hasta 6.000 euros y operaciones inmobiliarias en las que Millet y Montull revendían locales de su propiedad a la institución por el triple del precio en que los habían comprado.
Hasta dentro de varias semanas, o meses, no se conocerá el alcance de las irregularidades. Pero, mientras, la vida en la centenaria institución musical continúa. Como puede. El próximo martes por la noche se celebrará el primer ensayo de la temporada del Orfeó Català, el principal y más antiguo de los coros de la asociación, y se espera que los nuevos gestores escenifiquen su apoyo incondicional a los más damnificados por la irregular gestión de Millet.
Bajo su presidencia, el Palau de la Música, joya arquitectónica del modernismo y edificio patrimonio de la humanidad desde 1997, ha enmascarado su condición de sede del Orfeó Català, entidad que, paradójicamente, cuenta con diversos coros de aficionados que no cobran y ha tenido que estrecharse el cinturón muchas veces ante la presunta falta de liquidez de la entidad. De referente musical de la clase obrera, el Orfeó se convirtió durante el franquismo en símbolo catalán de la resistencia. Muerto Franco, la entidad empezó un proceso de normalización encabezado por Millet, quien tras ser elegido en 1978 presidente del Orfeó Català inició una serie de cambios para devolver el esplendor perdido a la institución. Para ello recurrió a las administraciones públicas, quienes en 1982 asumieron, a través de un consorcio la gestión del Palau para salvarlo de la ruina ante la imposibilidad del Orfeó de mantener el edificio.
Las obras de reforma desembocaron en una ampliación en toda la regla, concebida por el arquitecto Óscar Tusquets, que costó 1.123 millones de pesetas (10,9 millones de euros) sufragados con dinero público, de los que 500 millones (tres millones de euros) los aportó el Ministerio de Cultura. La inauguración de la ampliación, en 1989, dio alas a Millet y al año siguiente creó la Fundación Orfeó Català-Palau de la Música Catalana para conseguir, a través del patrocinio, dinero para organizar ciclos de conciertos propios, que no tenía. Temía perder ingresos ante la inminente construcción del Auditori y la consiguiente salida de la Orquestra Simfònica de Barcelona del Palau, que desde su creación como Orquestra Municipal lo había alquilado para realizar sus ensayos y conciertos.
La fundación se convirtió entonces en el brazo económico del Orfeó Català y fue creciendo en patrocinadores a la par que su patronato se llenaba de empresarios, nombres de preeminentes músicos y una larga lista de representantes de la burguesía catalana, además de instituciones públicas locales, provinciales, autonómicas y estatales, hasta alcanzar un centenar.
Se emprendió una segunda ampliación del edificioy las administraciones se avinieron a sufragar buena parte de las obras, cuyo presupuesto inicial de nueve millones de euros acabó convirtiéndose en 24 millones, más de la mitad de los cuales, 15 millones, fueron sufragados con dinero público.
Cuando se inauguró, en 2004, Fèlix Millet y el Palau de la Música tocaban casi el cielo. A él lo colmaban de reconocimientos por doquier y formaba parte de la juntas y patronatos de numerosas asociaciones y fundaciones, amén de figurar en el organigrama directivo del Fútbol Club Barcelona, una de sus grandes pasiones. Además, el Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat le habían aprobado la recalificación de tres solares colindantes para construir un hotel promovido por la propia sala de conciertos.
Sólo una cosa se le resistió, el Premio Príncipe de Asturias. En 1991 ya había promocionado la candidatura del Orfeó Català al galardón y desde 2002 dedicó recursos a promocionar su candidatura, año tras año, hasta ocho veces, al galardón. Era la guinda que soñó en colocar a los festejos de celebración, el año pasado, del centenario de la inauguración del Palau, que contaron con un presupuesto, según la cifra facilitada por la propia institución, de seis millones de euros. El aniversario concluyó el pasado mes de mayo en el Auditorio Nacional de Madrid con un concierto del Orfeó Català y la soprano Ainhoa Arteta presidido por la reina Sofía.
En aquella ocasión, el recién nombrado director general del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM), Félix Palomero, manifestó en público la que era la opinión de mucha gente. "El Palau tiene una gestión muy bien llevada y orientada" y es "un ejemplo de cómo pueden trabajar las instituciones públicas y las entidades privadas". Pero nada ha resultado ser lo que parecía.
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