Los delitos de siempre, pero más violentos
Los vecinos exigen más seguridad para frenar robos y agresiones en el Raval
La seguridad en el Raval (o su ausencia) es una cuestión de percepciones. Ni la Dirección General de Policía de la Generalitat ni el Ayuntamiento quieren facilitar datos sobre el estado de la delincuencia en el barrio más conflictivo de Barcelona. A falta de números, vecinos y comerciantes sostienen que la inseguridad ha aumentado. Admiten que los robos, las drogas y el sexo de pago en la calle siempre han tenido su espacio en el Raval. Pero subrayan que cacos, traficantes y prostitutas actúan ahora con un grado de violencia nunca visto.
El reciente asesinato de un joven argelino de 18 años, en plena Rambla del Raval, ha acabado con la paciencia de los vecinos. La víctima no tenía vínculos delictivos y estaba a punto de iniciar un curso de inserción laboral. Un compatriota de su misma edad se le acercó, supuestamente para comprar droga, y le apuñaló al no ver satisfecha su demanda.
Otro episodio de violencia gratuita —los que generan mayor malestar— ocurrió en primavera. Un magrebí de 19 años con antecedentes por robo apuñaló a un hombre que intentó resistirse al atraco en el casco antiguo.
El Raval y el resto de barrios de Ciutat Vella concentran la mitad de delitos que se cometen cada día en Barcelona. Además, uno de cada cuatro vecinos asegura haber sido víctima de algún delito, según la última encuesta de victimización del Consistorio, que mide la percepción de los ciudadanos. Este verano, los Mossos d'Esquadra han reforzado su plantilla en Barcelona con 240 agentes, pero ayer eludieron comentar el estado de la seguridad en el barrio.
Los robos con violencia (los tirones de bolso, por ejemplo) y los hurtos al descuido son las preocupaciones de los agentes que operan en el Raval. La mayoría de las víctimas de esos atracos son turistas. De ahí que la fama de Barcelona como capital europea de los pickpockets (carteristas) se haya extendido en las guías turísticas. Los agentes se sienten, a menudo, desbordados por la cantidad de hechos delictivos, aunque dicen que el repunte de verano es normal. "Por muchos policías de paisano que pongas, es difícil estar en todo", dice un responsable.
Los agentes se sienten, a menudo, como un Sísifo de uniforme, empujando al mismo ratero a comisaría una y otra vez. A sabiendas de que, una vez más, saldrá por la misma puerta por la que ha entrado. Sin un cambio legal, subrayan fuentes policiales, el combate contra la pequeña delincuencia multirreincidente (la más común en el Barrio Chino)resulta estéril.
En el Raval se distribuye al consumidor parte de la droga que llega a Barcelona por tierra, mar y aire. La lucha por controlar los beneficios de ese tráfico ilegal ha desatado tensiones entre los grupos, que se reparten zonas del casco antiguo y hasta tramos de una misma calle. Esas disputas han degenerado, en ocasiones, en peleas sangrientas.
Ordenanza de civismo
Al habitual tráfico de estupefacientes se suma la losa de la prostitución callejera. Según los vecinos, la ordenanza de civismo no ha logrado erradicar esta práctica, también en manos de mafias. Y advierten de que algunas mujeres despluman a sus clientes al ofrecer servicios sexuales. El Ayuntamiento defiende que hace lo que puede y recuerda que carece de competencias para expulsar a las mujeres del país. Aunque, como la mayoría son del África subsahariana, la expulsión tampoco resulta viable.
Ante "la situación actual de deterioro y degradación que vive el Raval y que es conocida por todos" conviene actuar, según el Eje de Comerciantes del Raval, que ha propuesto instalar cámaras de vigilancia en 18 cruces de calle conflictivos. Tallers, Hospital y las callejuelas que cruzan con Nou de la Rambla, en el sur, son los "puntos negros" en materia de seguridad.
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