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Columna
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La Barceloneta como síntoma

La presentación a la opinión pública del Plan Integral de la Barceloneta, con el soporte de la Ley de Barrios, es una espléndida noticia. Tras más de un año de lucha de los vecinos afectados, por fin se manifiesta el resultado de las negociaciones y la intención de detener el llamado "plan de los ascensores". Los quarts de casa van a mantenerse y a rehabilitarse, y el presupuesto de 16 millones de euros para mejora del espacio público y equipamientos contribuirá a rehacer un barrio cuya rehabilitación se había ido posponiendo.

La Barceloneta es todo un síntoma de lo que sucede en Barcelona: la presión del turismo, las expectativas inmobiliarias, el papel de las administraciones y las demandas críticas de los habitantes. En la Barceloneta se va a poner a prueba la capacidad de cambio del actual Ayuntamiento, anunciada recientemente con la voluntad del PSC de aproximarse más a la realidad de los barrios y recuperar votantes, y con la deseable tendencia a que Iniciativa-Verds refuerce su perfil ecosocialista, hoy tan desdibujado. Es de esperar una evolución positiva del modelo de gestión, en el que no sólo se haya abandonado la dependencia de los grandes eventos, sino que también se sepa salir de la trampa de la importación de arquitectura espectáculo, que legitima la especulación y que tanto contribuye a dilapidar las cualidades de Barcelona.

Con la reforma se juega el futuro de un barrio y la capacidad de Barcelona para evolucionar y salir de su ensimismamiento

Se trata de demostrar que la superación del modelo Barcelona no implica caer en el neoliberalismo, sino que ha de ir en la dirección de mejorar las condiciones de vida de sus habitantes. Y en este proceso es crucial la contribución de las mujeres en una gestión más inclusiva y humana. A las aportaciones en los barrios de regidoras como Imma Moraleda y Elsa Blasco, y a la defensa de un urbanismo social e inclusivo de Imma Mayol y Ricard Gomà, se ha sumado ahora la energía positiva de la regidora de Ciutat Vella, Itziar González, arquitecta experta en la mediación en procesos participativos, que une a su cultura la experiencia en los métodos para afrontar el urbanismo que se está desarrollando en la ciudades más avanzadas.

En la reforma de la Barceloneta se juega mucho más que el futuro de un barrio: se está poniendo a prueba la capacidad de Barcelona para evolucionar y salir de su ensimismamiento y de un círculo vicioso de frentes irreconciliables: que si todo va bien, que si odio Barcelona; que si modelo sí, que si modelo no. Más allá de esta retórica vacía, lo importante es demostrar que sigue vigente el derecho a la ciudad de los inquilinos de un barrio hasta hace poco abandonado a su suerte y ahora enclave codiciado de la especulación inmobiliaria; es decir, se demuestra que son posibles los pactos coyunturales entre vecinos e instituciones democráticas para frenar la voracidad capitalista.

Después de cada conflicto urbano no puede hablarse de victoria. Y en este caso, antes de celebrarlo, se ha de dejar pasar un tiempo razonable y seguir atentos al proceso de gestión del plan. Porque la mejor noticia es que hayan quedado atrás los tiempos recientes de la represión y la intolerancia ejercida por algunos políticos y técnicos municipales, que llegaron al máximo en su rechazo a la defensa de los puestos de trabajo y del patrimonio de Can Ricart, en el Poblenou, y que se abra un periodo de urbanismo participativo. Que sean las fuerzas renovadoras en el Ayuntamiento las que vayan avanzando, a medida que los representantes de la línea dura van perdiendo fuerza, es algo que también depende de la ciudadanía. Y es mucho lo que falta por cambiar en la gestión de esta ciudad.

Que se haya decidido rectificar un urbanismo mercenario de los intereses neoliberales, que se había intentado imponer con el "plan de los ascensores", y se apueste por un urbanismo inclusivo y participativo es muy buena noticia, siempre que sea un cambio real, que se consolide y se extienda por toda la ciudad: Les Corts, Vallcarca, los Tres Turons, Bon Pastor, etcétera.

Ahora es el momento de los ensayos, los debates y los proyectos desde la nueva oficina técnica de la calle de Ginebra. Es la ocasión no sólo para estudiar manzana a manzana, manteniendo a sus habitantes y revalorizando el patrimonio, sino también para ensayar nuevos usos y formas del espacio público de la Barceloneta: pruebas con mobiliario urbano y vegetación que faciliten las actividades de los vecinos en el espacio público, retirando poco a poco a los automóviles y dando espacio libre a las personas. Que este nuevo horizonte que se abre no sea frustrado es un reto para todos y todas; en ello está en juego el futuro de la ciudad. Realmente, si la Barcelona de Jordi Hereu y Carles Martí acierta en la mejora de la Barceloneta y en la implementación del transporte público en la Diagonal, puede que sea muy diferente a la del fiasco del Fórum 2004, que encabezó Joan Clos

Josep Maria Montaner es arquitecto.

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