Robert Lockwood Jr., guitarrista de 'blues'
Desarrolló la herencia de Robert Johnson
Fue hijastro de Robert Johnson, el más celebrado de los bluesmen del delta del Misisipí, del que aprendió los rudimentos de su arte; sin embargo, creció musicalmente adaptándose a la guitarra eléctrica y asimilando elementos del jazz.
Con la desaparición de Robert Lockwood Jr., se pierde uno de los últimos eslabones que conectaban con los misteriosos inicios del blues rural en las orillas del Misisipí. Lockwood, que había nacido el 27 de marzo de 1915 en Marvell (Arkansas), comenzó tocando el órgano en la iglesia. Se pasó a la guitarra y a la música profana tras recibir lecciones informales del legendario Robert Johnson, que formó intermitentemente pareja con su madre, Esther. En realidad, Johnson solo tenía cuatro años más que Lockwood: se puede afirmar que ambos pertenecían a la misma generación, aunque su carismático padrastro ocasional poseía una mayor cultura musical debido a sus viajes, aparte de su habilidad innata para interiorizar y refundir los hallazgos de otros bluesmen.
Racionalista, Lockwood despreciaba las historias faustianas sobre el famoso pacto de Johnson con el diablo, que supuestamente le había proporcionado poderes extraordinarios a cambio de su alma: sabía que era automitificación y que su atormentado arte resumía muchas horas de ensayo. Lockwood trató a Johnson a lo largo de 10 años, hasta su muerte en 1938, envenenado tras lo que se supone fue un conflicto de celos.
Incluso cuando Johnson todavía vivía, Lockwood actuaba por el sur de Estados Unidos como Robert Junior: era capaz de duplicar los éxitos de Johnson y más de una vez les confundieron. Pero no tenía su espíritu aventurero, excepto en lo musical: fue uno de los primeros guitarristas de blues en electrificarse. Debutó para el sello Bluebird y -tras visitar Memphis, St. Louis y Chicago- terminó volviendo a Arkansas, desde donde se emitía el popular programa King Biscuit Time; allí acompañaba con modestia al arrollador cantante y armonicista Sonny Boy Williamson II.
En 1950, Lockwood se instaló en Chicago; sus dotes como guitarrista le permitieron tocar con Muddy Waters, Howlin' Wolf, Little Walter, Willie Mabon, Roosevelt Sykes, Otis Spann, Sunnyland Slim o Eddie Boyd. Era espabilado y toleraba mal los contratos leoninos que Chess y otros sellos ofrecían a los músicos negros. Aunque perfectamente aclimatado al blues urbano, tuvo escasas oportunidades para funcionar como solista: solo registró algunos singles para Decca, JOB y Bea & Baby. En 1960 decidió trasladarse a Cleveland, donde había menos competencia y pudo llevar un club nocturno.
Siempre inquieto, adoptó la guitarra de 12 cuerdas en 1965. Al poco, aconteció el primer redescubrimiento de Robert Johnson, gracias a la publicación de dos elepés recopilatorios y las versiones de Eric Clapton o los Rolling Stones. Lockwood se convirtió en el depositario oficial de su legado y formó incluso un dúo con otro discípulo del artista asesinado, Johnny Shines.
Lockwood firmó excelentes discos con Delmark, Trix y Advent, aunque sus grabaciones más difundidas fueron para Rounder, Telarc y el sello francés Black and Blue, que editó el impactante Plays Robert and Robert, selección de canciones suyas y de su padrastro: terminó fundando su propia compañía.
No se conformaba con fotocopiar el country blues de su juventud: usó metales y se aproximó al jazz sin complejos. Llegó incluso a grabar con B. B. King, al que la había dado consejos en sus inicios.
Atribuía su longevidad a sus hábitos alimenticios: desconfiaba de la comida producida industrialmente y sólo compraba carne de animales criados por la comunidad amish. Aún con 91 años, tocaba todos los miércoles en el Fat Fish Blue, un local de Cleveland. Un aneurisma cerebral acabó con su vida el pasado martes.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.