El 'low cost' llega al vino
Jommeliers es un colectivo que apuesta por caldos "jóvenes y modernos"
Quince personas se reúnen en el antiguo despacho de un procurador barcelonés. Le piden al chef del Restaurante Me -tal vez el mejor restaurante de Barcelona sin estrellas ni ganas de estrellarse-, descorchan unas cuantas botellas de vino blanco y, al grito de "joder, qué bueno", se disponen a inaugurar la historia de los Jommeliers. El vino que les reúne y que les hace echarse unas risas y jamás sentir la tentación de chasquear las copas de cristal caro, oler el producto o poner cara de filósofo griego teniendo una idea genial en la bañera cada vez que lo beben, se llama Jo! y es un verdejo cosechado en Cataluña, concretamente en Batea (Tarragona). Ésta es su primera cosecha que sale a la venta (10.000 botellas), tras una primera tentativa en 2007 que marcó el punto de partida de este vino, que es una marca, un club, un estilo de vida.
"Joder", dijo el padre de los Vaquer cuando supo que sus vástagos habían plantado verdejo (variedad típica de la denominación de origen Rueda) en las bodegas familiares, anónimas cepas que producen marcas blancas y que hoy acogen el primer concepto democratizador, modernizador, joven y sobradamente desacomplejado de vino patrio. "Provengo de la comunicación y mis dos hermanos, Marta y Josep Maria, son enólogos", comenta Miguel Ángel Vaquer desde Ibiza, donde, según sus palabras, se encuentra haciendo de "jomercial". "Nuestra idea ha sido, desde el principio, la de crear algo que no fuera excesivamente caro, que fuera joven y que desdramatizara toda la cultura del vino, que se mueve alrededor de consumir botellas de más de 20 euros, de las denominaciones de origen y de cierta impostada necesidad por fingir saber más de vinos de lo que realmente se sabe. No vamos a sacar un vino que cueste 30 euros cuando sabemos que no vale más de 60 céntimos hacerlo". Éste cuesta 8 euros.
Este vino es una marca. Una marca popular, moderna, y adhiriéndose a la cual uno se siente a gusto y, sobre todo, desacomplejado. "Queremos crear algo que logre fidelizar a nuestra gente. Nos costó encontrar el verde que queríamos para la botella, decidimos poner le etiqueta del revés y conteniendo el mínimo de información posible, sin frases tipo 'lágrimas de otoño...'. Vamos a trabajar con la gente que creó la revista Fantastic Man y preparamos una línea de productos Jommelier, artilugios de todo tipo y que tengan que ver con nuestra filosofía. Desde copas de metacrilato hasta taburetes con la forma del corcho de nuestra botella", comenta Vaquer.
Habla de la etiqueta y dice que "los diseñadores más modernos, cuando se ponen a pensar etiquetas para vinos, no acaban de salir de este paradigma. Al principio, contactamos incluso con uno muy conocido y, la verdad, nos costaba más pagarle el diseño que producir el caldo". Así, en plan low cost, pero con un perfil emocional más bien alto, los Vaquer han creado un vino que viene con dirección creativa a cargo de la agencia Carlitos y Patricia (ex SCPF), imagen a cargo de fotógrafos de moda como Nacho Alegre o el propio Dani Riera y unos puntos de venta que incluyen tanto tiendas especializadas, restaurantes emblemáticos de la modernidad barcelonesa (El Noti) o incluso salones de belleza. "Quien quiera venderlo, puede hacerlo, aunque mi intención actual es centrarme en las islas y la costa mediterránea, pues pienso que es un producto que encaja muy bien con el estilo de vida de estas zonas. Aunque en algunos lugares se haya dicho que somos un poco snobs, la realidad creo que es bien distinta. En nuestras catas, el vino se bebe, no se escupe, que eso sí que es snob. Si los romanos, que tenían un vino de mierda, se lo tragaban, ¿qué sentido tiene escupirlo?".
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