Sergio Azagra populariza las setas
El cocinero aragonés gana el premio de libros de cocina Gourmand
No hay vez que en sus charlas el cocinero Sergio Azagra (Huesca, 1975) no alerte con macabra ironía: "Todas las setas se pueden comer, pero algunas tan sólo una vez". Porque las setas son suculentas pero también peligrosas. Y él, convencido de que son tantos los buenos chefs que hay que "especializarse en bacalao, la trufa o nitrógeno", se decanta por los hongos, a los que dedica cursos, sus mejores platos, amén de un libro, Setas: guía y recetas, ganador en Pekín del prestigioso premio de libros de cocina Gourmand al volumen más innovador y mención especial en la categoría de mejor fotografía de estos premios.
Azagra comenzó a documentarse sobre las setas cuando a los 17 años su maestro, José Antonio Escartín, se las descubrió en unas jornadas monográficas. "Además, en Barbastro hay mil tipos diferentes", asegura. Hiperactivo, asesora a un hotel en Biescas y otro en Jaca, ha diseñado una vajilla en aluminio, regenta su restaurante, cocina y saca tiempo para su mujer y sus dos hijos. "Ahora quiero crear un laboratorio de experimentación, un aula de cocina y una biblioteca de 1.000 libros de gastronomía", asegura.
En un campeonato decidió presentar sus creaciones en platos de piedra, cristal y metal y se dio cuenta de la utilidad del aluminio para un cocinero: "Es una vajilla muy cómoda porque no se rompe y además es apilable, por lo que no ocupa espacio". La empresa leridana Liplax accedió a comercializarla y se enorgullece de haber vendido ya 4.500 menajes. El chef, que en enero impartirá una conferencia sobre micogastronomía en el Museo Guggenheim, no hace ascos a ninguna seta -"es como que te pregunten si prefieres a un hijo u otro"- y defiende el champiñón cultivado, "que con la patata acabó con la hambruna en Francia tras la Revolución".
Las setas le gustan "salteadas con muy poca sal y el mínimo aceite". "Condimentarlas es comer ajo y perejil, no setas. Hay que potenciar el sabor, no taparlo". Y su apuesta por las setas deshidratadas, que han revolucionado la gastronomía, es fuerte. "Te dan juego todo el año y multiplican en sabor por diez. Al deshidratar quitan el agua y queda todo el aroma".
Setas: guía y recetas, de 400 páginas, es un cajón de sastre en el que, junto a los guisos tradicionales, aparecen las recetas de estrellas como Arzak o Adrià, reglas para distinguir las setas venenosas -incluye fotos con los hongos laminados y en distintas fases de su crecimiento- o consejos para conservar el bosque. "Por primera vez en un libro se unen la gastronomía y los conocimientos de micología", saca pecho por su volumen Azagra, en el que ha trabajado codo con codo con los micólogos Emilio Ubieto y José Uña y el fotógrafo Mikel Alonso.
Azagra tira de compás para explicar su máxima a la hora de guisar: el 80% de los productos deben poder encontrarse en un radio de 40 kilómetros de donde se va a cocinar. Su batalla ahora se centra en la trufa, que es víctima del "fetichismo comercial". "No puede ser que el 50% de la trufa de España salga de Aragón -casi toda para Francia- y que el 95% de los aragoneses no hayan tenido una en sus manos". Y hace un cálculo simple: por dos euros se prepara un exquisito huevo con trufa.
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