Orgullosos de ser 'cuatro ojos'
Las gafas se vuelven enormes y se convierten en el accesorio de la temporada
Anna Laub era una de esas periodistas de moda y tendencias que acuden a los desfiles ataviadas con sus más epatantes galas. Al empezar el show, ella -como muchas otras y otros-, rebuscaba en su bolso y sacaba un par de horrorosas gafas, sin las cuales no sería capaz de distinguir un desfile de Alexander McQueen de otro de un centro comercial con Belén Esteban en traje de novia. Tanto esfuerzo estético, tanto complemento a la moda, más de 30 pares de zapatos en el armario y sólo unas viejas gafas, tan feas que no cabían ni en la gran casa de la ironía posmoderna. "Un día me di cuenta de lo que tardaba a diario en decidir lo que me ponía y que, en cambio, al accesorio más prominente en mi rostro no le dedicaba ni un segundo. Decidí que era el momento de comprarme un buen par de gafas, pero no hallé ningunas que me encantaran. Decidí hacerlas yo misma".
"Ser un empollón tiene su gracia", afirma la diseñadora Carrie Mundane
Hoy Anna Laub es la directora creativa de Prism, una pequeña, casi íntima, firma de gafas de gama alta que se ha aliado con una vieja familia del norte de Italia para, a partir de viejos acetatos, crear la más esperada colección de monturas en un año en el que las gafas se han convertido en el accesorio más buscado. Artistas como KanYe West ya son fans de Prism. Y eso que sus productos no podrán comprarse hasta el mes de abril, cuando salgan a la venta en la londinense Browns (www.brownfashion.com) como primer paso en el camino hacia una distribución más extendida.
"Creo que existe un hueco en el mercado para un producto como el nuestro. Además, en tiempos duros como éstos, la gente se siente mucho más cómoda invirtiendo en productos funcionales. La gente que compra gafas, lo hace porque las necesita. No es una extravagancia, pero tampoco significa que no pueda ser algo que te emocione adquirir, algo bonito". Así explica el geoestratégico posicionamiento actual de las gafas dentro del mercado de los complementos.
La funcionalidad del producto lo hace casi inmune al derroche, el capricho y demás actitudes nada acordes con las nuevas realidades. Las puedes (o debes) llevar siempre, las debes (o puedes) combinar con todo. La tendencia nerd (empollón) es la clave. Grandes monturas, robustas y ninguna vocación por pasar inadvertidas marcan el paso de las tendencias en mobiliario facial de la temporada.
"Las gafas han vuelto. Tal vez la gente se haya dado cuenta de que parecer un empollón tiene su gracia", declaraba la estilista y diseñadora Carrie Mundane (Cassette Playa) el mes pasado en The Guardian. Ya sea por la coyuntura socioecoanímica, por el patrocinio de la tendencia que hacen celebridades como Jay Z, Alexa Chung o Johnny Depp, o porque el público finalmente se ha dado cuenta de que las gafas merecen el mismo mimo estético que los relojes o los zapatos, lo cierto es que hoy se pueden adquirir monturas sin cristales en tiendas como Topshop, o gafas de lujo, con estuche diseñado por el prestigioso estudio Sabotage, como las de Prism.
La tendencia es tan global que, incluso clásicos usuarios de estos artefactos, como el músico indie Lightspeed Champion, el gafotas underground definitivo, han considerado pasarse a las lentes de contacto. "Estaba harto de que la gente empezara a pensar que llevaba gafas por gusto y no por necesidad", declaraba el músico en el mismo reportaje del diario británico donde se otorgaba a estos instrumentos para corregir los defectos visuales la categoría de sexys. "Iba a pasarme a las lentillas, cuando hallé unas monturas geniales en una tienda de Nueva York y descubrí que llevaba gafas por necesidad y por gusto".
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