Espectros al borde del abismo
Fantasmas y vidas inadecuadas pueblan 'Los ingrávidos', primera novela de la mexicana Valeria Luiselli
El metro de Nueva York tiene cuatro vías, ya que hay dos trenes por cada dirección. A fuerza de girar, puede darse la circunstancia de que los cuatro se hallen a la vez parados en la misma estación. Ese instante antes de que cada ferrocarril vuelva a su camino basta para que los viajeros intercambien una mirada breve, pero bastante larga como para dar luz a la novela Los ingrávidos (Sexto Piso), de la escritora mexicana Valeria Luiselli (Ciudad de México, 1983). "Dos mundos paralelos se encuentran fugazmente en una incómoda proximidad", explica Luiselli, en el café Barbieri del madrileño barrio de Lavapiés.
De un vagón a otro se entrevén el poeta mexicano Gilberto Owen y la narradora sin nombre que protagonizan Los ingrávidos. Y a raíz de esas apariciones empiezan a escribir el uno de la otra, para llenar el vacío de sus existencias. "Son personajes que no están en sus vidas", cuenta Luiselli. Es decir, "fantasmas". Estos y otros espectros pueblan una novela que va de vidas inadecuadas, diálogos melancólicos y décalage, palabra francesa que Luiselli traduce con "un abismo que te separa de tu existencia".
"Soy muy lenta escribiendo, me resulta muy difícil", cuenta la autora
La escritora tenía claro que su punto de partida sería alguien que se estuviera "fantasmando". Y contaba con una segunda certeza: avanzaría despacio. "Soy muy lenta escribiendo. Para mí es un trabajo muy difícil", sostiene Luiselli. Gota a gota, fantasma tras fantasma, la joven mexicana fue construyendo las 143 páginas en las que Owen -escogido porque "sus rarezas se prestaban a la ficción. Cada día daba 100 pasos y luego se pesaba para ver si adelgazaba"- y la narradora relatan en primera persona Los ingrávidos. Ellos mismos llevaron la novela a su conclusión. "De repente me salía una cosa, un párrafo y seguía adelante. Nunca sé qué va a pasar. Es un tópico, pero los personajes adquirieron vidas propias y me indicaron cómo continuar", recuerda la escritora.
A medida que los párrafos llovían sobre Los ingrávidos, la vida de Luiselli se asomó a la obra. "No es autobiográfica, pero algo de lo que me pasaba acababa, novelizado, en el libro", explica la escritora. Ya fuera una charla entre vecinos o aquella vez que visitó la casa de Owen en Nueva York y se encontró (y se llevó) una maceta y un árbol muerto que el propio poeta nombraba en una carta de hacía 80 años: una vez superado el filtro de la ficción, Los ingrávidos acogía a la realidad. Inevitablemente, la maternidad de la escritora también desempeñó un papel.
Madre casada, 28 años, Luiselli ya ha vivido en México, España, Sudáfrica, India y EE UU. Tantas experiencias han plasmado a una joven madura que pondera sus respuestas y cita a Heming-way y a Rulfo. Además de complicar su castellano ("Con 14 años escribía ortografía con h"), su vida nómada también le enseñó lo que significa saudade, un tema presente en uno de los 10 ensayos de su anterior obra, Papeles falsos (Sexto Piso). "Es vivir el presente anticipando su pérdida". Como ese instante antes de que el tren de enfrente arranque.
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