Arquitectura y diseño hacen pie
Un repaso a lo mejor de 2011, el año en que la crisis nos devolvió a la realidad
Los arquitectos y los diseñadores suelen distinguir entre arquitectura y construcción -los primeros- y entre objetos y piezas "de diseño" -los segundos-. Lo hacen asegurando que diseño, y arquitectura, es solo el 5% de lo que se produce o construye. Como si los montones de edificios que empeoran nuestras ciudades no llevasen la firma de un arquitecto o todos los objetos de una fábrica no hubieran sido diseñados. Afrontar la necesidad de hacer desaparecer esa frontera entre el exclusivo buen hacer y la desastrosa mayoría es el reto. No es trabajo para un solo año, pero lo mejor de 2011 está en esa línea. Una parte importante de los arquitectos siente que ha llegado el momento de preocuparse por ese 95% de lo construido que quedaba, supuestamente, fuera de la arquitectura.
La labor excede a la propia disciplina y exige una pérdida de privilegios en la ya vapuleada profesión. Pero es, además de una obligación, una oportunidad. Y en esa línea se mueven muchos estudios prometedores. El arte puede ser la máxima ambición, pero es escurridizo y escaso. Son los hechos, y no la actitud, los que hacen al artista. Y este año Europa, y sobre todo España, han vivido un parón constructivo sin precedentes. El 34,4 % de los arquitectos está en paro. El número se multiplica exponencialmente al llegar a los albañiles. Y obliga a reflexionar.
En medio de esta redefinición profesional cada vez hay más proyectistas que, lejos de aspirar a convertirse en artistas del mundo, intentan hablarle al mundo desde las obras que firman en su región. Tiempo para pensarlas, tiempo para visitarlas y distancias cabales para hacerlo, son las nuevas medidas que barajan los arquitectos. Si la arquitectura de altos vuelos regresa para cuidar nuestras casas mejorarán los barrios. Y habrá mejores ciudades. El Premio Pritzker a Eduardo Souto de Moura refrenda esa idea. El portugués es, tras el suizo Peter Zumthor, el segundo Pritzker con los pies en el suelo tras una hornada de galardonados que coronó el deconstructivismo de Thom Mayne como uno de los caminos a seguir.
Asistimos a un momento de cambio en el que hasta la arquitectura monumental se redefine. Aunque continúa la carrera por los récords Guinness y China densifica con rascacielos sus nuevas ciudades, en Europa se ha instalado la reparación. En esa línea, la reconstrucción del Neues Museum de Berlín, firmada por David Chipperfield, se hizo este año con el Premio Mies van der Rohe de la UE. Y demostró que la restauración del pasado puede hacerse sin pastiches, que los edificios deben hablar de su origen pero también construir su futuro.
En España, Nieto y Sobejano han trasladado el Museo de San Telmo al siglo XXI sin callar su pasado ni negar su topografía. Y Tuñón y Mansilla le han inventado al hotel Atrio de Cáceres una piel de mampostería que lo asimila a la plaza de San Mateo. Con todo, 2011 ha sido el año del icono popular. El auditorio El B de Cartagena, firmado por Selgascano, podría ser el emblema de una nueva arquitectura que busca acercarse a la gente sin concesiones a lo fácil. Recorrer el interior de ese auditorio es adentrarse en un nuevo mundo que invita al conocimiento. También las reciclables e indestructibles sillas Tip Ton (Vitra) de Barber & Osgerby invitan a sentarse. En su empeño por lograr el asiento comodín (útil en interiores y exteriores, y utilizable en restaurantes, viviendas u oficinas) Rolf Fehlbaum, el dueño de la empresa Vitra, ha lanzado un asiento extraordinario por poco más de 100 euros. Este año 2011 ha mostrado que con los ojos abiertos a las necesidades de la gente y más cerrados a la rentabilidad de las decisiones el diseño y la arquitectura pueden crecer desde sus propias dificultades.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.