Neutralizando el asombro
Spielberg abrió Indiana Jones y el templo maldito (1984) con un inesperado número musical que, en realidad, era toda una declaración de principios: el Anything Goes de Cole Porter se reciclaba como manifiesto de un modelo de cine dionisiaco, orientado a restituir al medio su primigenia condición de máquina del placer. El que esa máquina del placer también fuera una máquina de fabricar dinero propició la insistente explotación del modelo por parte de cineastas cada vez menos sensibles a las sutilezas de la propuesta de Spielberg. Cuando, en 1999, Stephen Sommers creó al egiptólogo Rick O'Connell como una especie de Indiana Jones del pobre, el modelo original quedaba tan lejos que el espectador memorioso ya había alimentado una cierta nostalgia capaz de quitar hierro a las diferencias. Hay cierta justicia poética en el hecho de que La Momia: la tumba del emperador dragón se estrene cuando el recuerdo del regreso de Indiana Jones aún se mantiene fresco en la memoria: O'Connell lo tiene más crudo para dar gato por liebre.
LA MOMIA: LA TUMBA DEL EMPERADOR DRAGÓN
Dirección: Rob Cohen.
Intérpretes: Brendan Fraser, Maria Bello, Jet Li, John Hannah, Michelle Yeoh.
Género: aventuras. Estados Unidos-Alemania-Canadá, 2008.
Duración: 111 minutos
Sommers creó al egiptólogo Rick O'Connell como una especie de Indiana Jones del pobre
Las dos últimas aventuras de Jones y O'Connell comparten parecida condición crepuscular: son historias que devuelven a la acción a héroes retirados (O'Connell) o desubicados (un Jones anacrónico en los cincuenta), al tiempo que proponen su relevo generacional. Ahí acaban las semejanzas: fiel al "todo vale" porteriano, Spielberg subordina su cámara a la voluntad de asombro del espectador y busca la sintonía entre las esencias clásicas (el pulp, el cine de aventuras) y las nuevas posibilidades para el sentido de la maravilla (el videojuego, el parque temático). Rob Cohen, encargado de revivir la franquicia de Sommers, traduce el "todo vale" a una extenuante lógica acumulativa que, finalmente, hace que La Momia: la tumba del emperador dragón sólo pueda ser recordada como esa película capaz de desaprovechar la friolera de cuatro yetis en una de sus escenas de impacto. El resto es suma imprudente, desorden y confusión.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.