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sexografías | el tiovivo

ERÓTICA DE LA LECTURA

Existe una erótica de la lectura: todo -bueno, casi todo- entra por los ojos. Hay que abrirse como un libro, humedecerse un dedo, pasar lentamente las páginas, leer entre líneas, no saltarse el prólogo, no empezar por el final. Ya sabemos que un alto porcentaje de la población se va a la cama con un libro. O con más de uno. La pose habitual es la del misionero: el libro encima y tú debajo, recibiendo pasivamente sus acometidas, por eso a veces tienes que fingir un orgasmo o te duermes en plena faena. Sólo algunos libros te dejan encaramarte y montar sobre su lomo. Entonces te haces su amante. Una relación puramente sexual, sin descartar el sexo con amor, algún día. Eso sí, el tamaño no importa. En muchos casos, hasta es preferible que sea talla small y edición de bolsillo.

Ésta no es sólo una preciosa metáfora que usaré cuando escriba un cuento. Del objeto libro se puede decir que es, pragmáticamente, un consolador. Puedo dar fe que todavía existe gente que se masturba leyendo, que prefiere páginas llenas de letras que DVD llenos de gente follando.

Aunque hay personas que sólo se masturban con Sade o Miller, en realidad todavía no se ha podido probar que sean mejores los orgasmos provocados por la lectura del Lolita de Nabokov o Elogio de la madrastra de Vargas Llosa, que la incursión en la novela erótica del subcomandante Marcos. Cualquier opúsculo con un par de buenos polvos ya les vale a algunos poco remilgados. Aunque más excitante aún que leer la autobiografía sexual de una crítica de arte francesa con una vida muy sórdida o de una menor de edad nacida en Italia o China a la que le va la humillación o una periodista gonzo que se acuesta con sus personajes (mi caso), es escribirla. Y vender mucho.

Esto me recuerda que el año pasado alguien propuso crear una línea erótica literaria. En lugar de gemir y decir guarradas, pero siempre con una voz muy cachonda, la operadora leería a solicitud del cliente fragmentos de clásicos del erotismo. No entiendo cómo no fructificó esta iniciativa. Menos arriesgada pero siempre en la misma línea de promover los magullados índices de lectoría, una editorial ha lanzando este verano el libro acuático. Está diseñado para leerse bajo la máquina del aire acondicionado, en bañeras, playas y piscinas, y contener todo tipo de flujos, desde babas hasta lágrimas de cocodrilo. Su material impermeable lo hace perfecto para sesiones de sexo al aire libre y bajo riesgo de tormenta. El libro que te llevarías a una isla desierta, el libro-flotador. Y, sobre todo, un desafío para la crítica literaria que tendrá que buscar fórmulas alternativas a "la novela náufraga" o "el argumento hace aguas".

Gabriela Wiener es autora de Sexografías (Editorial Melusina).

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