¡FILÓSOFO!
Es muy irritante ver cómo se convierten en insultos hasta las profesiones, o los méritos. Hace años, nuestro maestro Jesús de la Serna contó una anécdota que sucedió en su periódico, Informaciones. Había dos adversarios irreconciliables y violentos, que se habían negado el saludo. Un día, uno de ellos quiso congraciarse con el otro y le gritó, al llegar a la abigarrada, ruidosa, humeante redacción del histórico diario: "¡Maestro!". Y el otro, pertrechado en su odio sin fin, le replicó desde el ensimismamiento enrabietado de su asiento: -¡Más maestro serás tú!
Ahora que se ha aireado tanto ese exabrupto de Ibrahimovic, futbolista sueco que era del Barcelona, me ha venido a la memoria ese suceso que De la Serna cuenta como una metáfora de lo que el odio puede cegar. Javier Pradera suele decir que lo peor de una discusión es cuando uno de los dos contrincantes se carga de razón. Cargarse de razón es despreciar las razones del otro. En la televisión hay ahora rasgos de ese cargamento (realmente cargante) de razón; no se da sólo en las discusiones políticas, sino que tiene efecto en los shows más ligeros. Ahí los insultos son de aquel género; si alguien quiere sosegar, se le llama blando; un día, igual que filósofo (que es lo que llamó Ibra a Guardiola) se convierte en insulto, los contrincantes televisivos se van a acusar: "¡Tolerante, blando, dialogante, informado!".
Filósofo. Hace poco tiempo le gritaron "¡traductor!" a Mourinho, ahora rival accidental de Guardiola en la liga española. Con eso le quisieron decir, en el Nou Camp, que era un don nadie, algo que, quizá habrían tenido que decirle, también, a Esther Benítez, Consuelo Berges, Miguel Sáenz o Javier Marías, insignes traductores a los que se debe el conocimiento, en español, de grandes autores italianos, franceses, alemanes o ingleses.
Llamar filósofo a Guardiola es emparentarle con Bertrand Russell o con Miguel de Unamuno. No está mal. Claro que Ibrahimovic no sabe ni quién es uno ni quién es otro, y además quizá no sepa tampoco qué significa filósofo. Por eso cree que insulta con esa palabra. Uno nunca sabe cuánto pesan las piedras con las que se carga de razón para gritarle al otro "¡más maestro serás tú!".
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