José Perona Sánchez, maestro de gramática
Café, tabaco, silencio y libros -"Todo prohibido hoy, o imposible", solía decir-, eran las únicas necesidades del profesor José Perona Sánchez. A eso añadía un grupo selecto de amigos a los que limitaba su reducida vida social. Respetadísimo y excéntrico catedrático de Gramática Histórica de la Universidad de Murcia, donde se le consideraba una institución viva, Pepe Perona prefería ser llamado maestro de gramática. Murió el pasado 3 de marzo, a los 59 años, tras un derrame cerebral que lo mantuvo casi un mes con el pie en el estribo, para desolación de sus compañeros y discípulos. Natural de Teatinos (Cuenca), licenciado en Filología Románica, se doctoró con una tesis sobre La influencia de Nietzsche y Schopenhauer en la generación del 98. Especialista en Nebrija, de cuyo Iuris Civilis Lexicon publicó una importante edición anotada, su extraordinaria personalidad marcó a varias generaciones de alumnos de la universidad murciana. Él sirvió de modelo directo, sin apenas maquillaje, para el maestro cartógrafo Néstor Perona de la novela La carta esférica, y de la película que sobre ella rodó Imanol Uribe.
Ensayista sereno, articulista vitriólico, erudito sin presunción, envidiador confeso del patriotismo cultural francés e italiano, discreto en su vida sin otra ambición que amueblarla con libros, amigos, sabiduría, cigarrillos y cerveza helada, Pepe Perona buscó durante toda su vida consuelo en los clásicos. Manejaba el latín y el griego con tanta soltura como la lengua española, a la que amaba con pasión desaforada. Poseía una inteligencia sutilísima y extrema, una perspicacia apocalíptica y una cultura extraordinaria. Todo eso hizo de él un polemista brillante e implacable, con tono que él procuraba fuese -sus amigos lo vimos disfrutar mucho bajo esa apariencia- deliberadamente provocador, malhumorado y gruñón. Nunca se hizo demasiadas ilusiones sobre el género humano, excepto en lo que se refiere a su familia y sus íntimos, a los que era leal con generosidad y sin condiciones. Misántropo confeso, enemigo despiadado de la cultura de masas y la barbarie contemporánea, llegó a escribir: "El peor cáncer de este tiempo es que las masas hayan aprendido a leer, porque así la inteligencia se ha puesto a su servicio y se ha degradado. Eso deja al pensamiento en una marginación casi autista, antisocial".
Pesimista en cuanto al futuro de la cultura occidental, de la que se sentía copartícipe orgulloso, extremadamente crítico con los planes de Bolonia y con las desorientadas políticas educativas españolas de los últimos tiempos, Pepe Perona confesaba sentirse a menudo como un espartano en las Termópilas: "No leáis, que no merece la pena. Así, al menos, algunos encontraremos menos chicles pegados en el suelo de los museos y las bibliotecas". Esa visión del mundo lo hacía abominar sin complejos de multiculturalismos y paños calientes. "La conclusión", escribió en cierta ocasión, "es que no hay solución. La cultura europea se ha ido a la mierda, lo que no deja de ser ni bueno ni malo; pero para mí y cierta clase de personas, es una catástrofe".
Deslenguado, cáustico, provocador hasta el fin, una de las más brillantes intervenciones públicas del maestro de gramática se produjo durante el cuarto centenario de la publicación de la primera parte del Quijote. "Propongo que se retire de las aulas la lectura de Cervantes", escribía irónico, fiel a su estilo, "tan ajena a los itinerarios educativos, contraria al currículum de los centros, enemiga del conocimiento de los bables y fablas, ayuna del conocimiento del entorno, falta del espíritu de la multiculturalidad. Cargada, en fin, de mil y una frases de sosiego y de humanismo. Y por si fuera poco, es una vuelta más de tuerca del centralismo españolista y de su lengua... ¡Qué afrenta al multiculturalismo ese mamotreto de rancio españolismo escrito desde la Mancha profunda contra la diversidad de las Españas!".
Arturo Pérez-Reverte es escritor y académico de la Lengua.
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