Deborah Howell, una periodista contra el techo de cristal
El periodismo estadounidense está de luto por la primera mujer que dirigió un diario de relevancia nacional, The St. Paul Pioneer Press. Deborah Howell llegó a despachos en los que las mujeres sólo se habían visto como secretarias. Rompió numerosos techos de cristal. Y se enfrentó a infinidad de estereotipos. Cubrió temas con los que nadie se atrevía, como la epidemia de sida en los años ochenta. Falleció el pasado 1 de enero, atropellada en Nueva Zelanda, donde estaba de vacaciones. Tenía 68 años.
Llegó muy lejos con el apoyo de otras mujeres y las reticencias de muchos hombres. Acabó su carrera con una trayectoria impoluta, sólo comprometida con la honestidad en su trabajo. Cuando en 1965, a los 34 años, fue ascendida a redactora jefa de local del diario The Minneapolis Star, se enteró de que su salario estaba bastante por debajo que el de otros redactores jefes, todos varones. Sin pensárselo dos veces, entró en el despacho de sus superiores y exigió un aumento, bajo amenaza de llevarlos a los tribunales. No en vano era entonces una de las líderes sindicales del diario. Logró el aumento. "Si a eso no se le podía llamar discriminación, entonces no sé qué será la discriminación", dijo en 1993 a los representantes del National Press Club de Washington.
Fue la primera mujer que dirigió un diario de ámbito estatal en EE UU
Tampoco creyó nunca en el manido argumento de que el mayor enemigo de una mujer en el trabajo es otra mujer. "Me apoyaron inmensamente. No recuerdo a ninguna que me pusiera la zancadilla. Muchos hombres sí lo intentaron, pero nunca una mujer", dijo. "La única gente que se ha aprovechado de mí profesionalmente han sido los hombres".
A los 38 años llegó al Pioneer Press, donde llegó a ser directora, en una época en la que aquel diario ganó dos premios Pulitzer: uno por una serie de reportajes sobre la vida de una familia de granjeros en plena crisis económica de los ochenta y otro por la cobertura de la epidemia de sida en EE UU, cuando se sabía poco de aquella enfermedad. Posteriormente se trasladó a Washington, donde acabaría su carrera como Defensora del Lector de The Washington Post, puesto que ejerció entre 2005 y 2008.
En noviembre de 2008, tras la victoria de Barack Obama en las últimas elecciones presidenciales, a raíz de diversas quejas de lectores por un supuestamente excesivo apoyo de su diario al candidato ganador, escribió: "El periodismo, naturalmente, atrae a gente progresista; nos encanta cambiar el mundo. Apuesto a que la mayoría de periodistas del Post votó por Obama. Yo misma lo hice. También hay gente de centro en el Post. Pero los conservadores a los que yo conozco personalmente aquí se sienten en número tan reducido que no quieren ni que se les cite por su nombre en un informe interno".
De su época en Minnesota, a Howell le quedó un sobrenombre que refleja lo machista que fue el mundo del periodismo norteamericano en décadas pasadas: La Mujer Dragón. Es un apodo que se ha aplicado indistintamente a casi toda mujer con poder, desde la actriz de cine mudo Anna May Wong hasta Hillary Clinton, pasando por la editora de Vogue, Anna Wintour. A Howell no le importaba. Se lo tomaba con humor y lo justificaba con un pequeño "defecto" personal: "Normalmente no acepto un no como respuesta".
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