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Reportaje:

El segundo destierro de Plácido Castro

La fundación que vela por la memoria del galleguista intenta poner una placa en un edificio de Vigo en el que vivió, pero algunos vecinos no se lo permiten

"¿Cuál es la cualidad más digna del alma humana?", le preguntó en antena a Plácido Castro un locutor de la programación en gallego que la BBC emitía en pleno Franquismo. "La tolerancia", contestó él. Por entonces, Castro había emigrado buscando aire fresco y trabajaba para la emisora británica. En 1949 se había instalado en Londres con su familia, asfixiado por la presión política que padecía Galicia. Aquí estaba condenado a 15 años de inhabilitación absoluta y cuando decidió poner agua de por medio acababa de cumplir con una pena de ocho años y un día de destierro "a más de cien kilómetros" de Muxía, donde hacía su vida.

A más de cien kilómetros, en 1940, tras ser procesado por el Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas, Plácido Castro (Corcubión, 1902 - Cambados, 1967) eligió Vigo para desterrarse. Primero se instaló en Coruxo y luego, en pleno centro: en el número 11 de la rúa Reconquista, en un edificio proyectado por Palacios, elegante, sólido, con una fachada de piedra decorada por enormes columnas cerámicas. Allí cumplió Castro su deportación sin imaginar que cuatro décadas después de muerto iba a padecer, tal y como define su estudioso, Xulio Ríos, "un segundo destierro" por parte de algunos de los propietarios del inmueble.

"El mensaje les parece demasiado provocativo. Político en exceso"
Las palabras de la discordia son "desterrado" y "nación"

En septiembre de 2003, la Fundación Plácido Castro colocó una losa de granito con una efigie y una placa en bronce en la fachada de Reconquista 11. Fernández del Riego, amigo del otro galleguista, apadrinó el acto, que en apariencia no era más que uno de tantos homenajes con placa y cortinilla que se estila organizar en memoria de los inquilinos ilustres y finados de muchos edificios. Sin embargo, a los tres meses, la gruesa losa de granito de Plácido Castro fue objeto de un "ataque vandálico" cuyos autores nunca fueron descubiertos. La piedra amaneció hecha pedazos, pero la efigie que firmaba el escultor vigués Pepe Molares y la placa quedaron enteras. Así que la fundación las recogió del suelo con la intención de volver a instalarlas.

Desde entonces, no lo ha conseguido. Cuando, esta vez soldadas sobre una plancha de hierro, volvieron para colocarlas en el mismo sitio, los promotores del homenaje se dieron de bruces con la oposición de algunos vecinos. Cuenta Ríos que, en concreto, había dos términos en la placa de bronce que molestaron y siguen molestando a un par de propietarios de los diez que poseen pisos en el noble edificio. "Aquí viviu desterrado Plácido Castro, a voz que acadou o recoñecemento internacional de Galicia como nación", reza la leyenda. Las palabras de la discordia, según el biógrafo de Castro, son "desterrado" y "nación".

Pero es cierto, explica Ríos, director del Igadi (Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional), que el destacado miembro del Partido Galeguista fue condenado a un destierro sui generis. Y también es verdad que Castro, poeta, traductor y periodista, fue el representante de Galicia en el Congreso de Nacionalidades Europeas que se celebró en el Hotel Savoy de Berna en septiembre de 1.933.

Precisamente, la fundación que honra su recuerdo colocó la primera placa en septiembre de 2003 para celebrar el 70 aniversario de aquel acontecimiento. El objetivo de este congreso era proteger los derechos de las minorías nacionales, y allí Plácido Castro leyó, primero en gallego y luego en inglés, una declaración del Partido Galeguista en la que se proclamaba a Galicia como nación.

Los propietarios que se oponen a la colocación de la placa han rehusado hacer declaraciones a este periódico, uno de ellos, además, con hostilidad. Tienen sus razones, pero no quieren exponerlas. Otros vecinos, totalmente favorables a la instalación de la nueva plancha metálica, intentan quitar hierro al asunto. Ricardo Prego (hijo del pintor orensano Manuel Prego de Oliver, que fue amigo de Plácido Castro) es el residente que más peleó en la comunidad por convencer a los reacios. "Convoqué varias reuniones y luego fui piso por piso, pero no conseguí nada", cuenta. "A estos vecinos la placa les parece demasiado provocativa", sigue explicando: "Creen que contiene un mensaje político excesivo y, al menos en uno de los dos casos, entiendo que lo que no quiere el propietario son líos, después de ver cómo fue atacada la primera placa... Creo recordar que no sólo una, sino dos veces. Y en mi opinión los autores fueron vándalos intencionados, que sabían lo que hacían".

Ahora parece que, tras seis años de desencuentro, la Fundación Plácido Castro ha dado con la solución. "La plancha de hierro con la efigie y la placa de bronce se va a colocar al fin", anuncia Ríos. "En vez de ir puesta sobre la fachada, se va a instalar sobre una peana de hierro que vamos a hacer", directamente atornillada en la acera, junto al inmueble del "destierro". Como el pavimento de la calle Reconquista es de propiedad pública, y la fundación cuenta con los pertinentes permisos municipales, ningún interés particular podrá impedirlo.

El escultor Pepe Molares, junto a la primera versión, sobre granito, de la placa de Plácido Castro, que fue destrozada en un acto vandálico.
El escultor Pepe Molares, junto a la primera versión, sobre granito, de la placa de Plácido Castro, que fue destrozada en un acto vandálico.IGADI

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