"Cada partitura es una carta de amor que expresa mis sentimientos"
"Soy producto de muchas mezclas, por eso me siento tan cosmopolita"
Mauricio Kagel (Buenos Aires, 1931) suspendió su examen de ingreso en el Conservatorio de la capital argentina. A cambio, se procuró una profunda formación autodidacta en campos muy diversos. Esto influyó en el desarrollo de su carrera como compositor clásico, de ópera o de música para películas como El perro andaluz, de Buñuel. Pero también se formó como director escénico en ópera y teatro y como director de cine. John Cage, uno de los grandes autores de música de vanguardia del siglo XX, dijo: "El mejor músico europeo es argentino y se llama Mauricio Kagel".
Pregunta. Se habla de usted como argentino, como judío argentino, como argentino nacionalizado alemán, como alemán de origen argentino... ¿Qué importancia tiene esto para usted?
"No tengo ninguna posición ideológica relacionada con la música"
"Los creadores han de ser honrados y no escribir pensando en modas"
Respuesta. Íntimamente, soy cosmopolita. Mi estructura étnica, en cambio, es muy compleja. Desciendo de una familia de judíos sefardíes que, tras su expulsión de España por los Reyes Católicos, se establecieron en Turquía. Pero hay algunas ramas de mi familia que tienen origen ruso; otras provienen de Alemania. En realidad, soy producto de muchas mezclas; esa es la causa de que sentirme cosmopolita sea un sentimiento tan íntimo para mí.
P. Se suele hablar de su familia como muy posicionada socio-políticamente y con ideas de izquierdas.
R. Es cierto y forma parte del alma judía; de su historia de persecuciones y expulsiones a lo largo de los siglos. En el fondo, esa forma de pensar no es más que la expresión de la necesidad de justicia.
P. También se confiesa devoto por la historia de la lucha política en Argentina. ¿Cómo sigue la actualidad política de su país?
R. No soy, para nada, un experto en ese tema. En realidad, volví por allá hace tan sólo dos años, después de una ausencia de treinta y cinco. Mire, hay una expresión que siempre se usa en Argentina para referirse a la situación del país: "Cada vez peor". Pero esto es una constante en Argentina, en toda época. En realidad es un infinito en la forma de hablar de los argentinos y su sentir colectivo como pueblo en este sentido.
P. A usted se le describe como polifacético o interdisciplinario.
R. La música es un arte realista. La ambición del público es escuchar música absoluta. Una sinfonía, un cuarteto, cualquier música instrumental, es percibida como algo abstracto, como un fin en sí misma. Pero, en su origen, cada pieza musical es una carta de amor. Cuando uno escucha música, ésta despierta otras sensaciones y sentimientos que se perciben al mismo tiempo. Cuando se compone pasa algo parecido: surgen en la nuca, bien dentro de la cabeza, imágenes, sensaciones y sentimientos. Por eso, cada partitura es una carta de amor en la que el autor expresa estos sentimientos. La música siempre los expresa y de ahí surge la necesidad de llevarlos también al público mediante la prolongación del sonido en el gesto visual.
P. ¿El teatro instrumental se inscribe en un proceso general de gestualización del sonido, incluyendo ruido y silencio?
R. El teatro instrumental es una exacerbación del gesto, en realidad. Es la inclusión del gesto como parte fundamental del acto del concierto. Cuando un pianista sale al escenario y ajusta la banqueta del piano, es sólo un gesto del pianista; pero si eso se repite cuatro o cinco veces por cada pieza que toque, o lo hace continuamente durante varios minutos, entonces ya es teatro. El teatro instrumental plasma eso en la partitura y en su realización sobre el escenario.
P. Esto recuerda la definición de esperpento que daba Valle-Inclán, la realidad deformada por espejos de feria como los que había en Madrid en el Callejón del Gato.
R. No sería demasiado exacto, pero aprovecho para afirmar mi gran admiración por el teatro de Valle-Inclán, que considero más avanzado en algún sentido que el del propio García Lorca.
P. Usted conoció bien a John Cage ¿En qué se parece su forma de crear música y en qué se diferencia?
R. Hay una diferencia fundamental: para mí, el azar no es una religión. En la música de Cage, en cambio, es un elemento sustancial. Yo pienso que el artista debe decidir dónde puede y dónde no puede intervenir el azar, ya que es el artista el que debe tener el control de su obra. No existe el arte si el artista no impone, o al menos respeta, una jerarquía en los materiales.
P. En la Escuela Superior de Música de Colonia se creó ex-profeso para usted una Cátedra de Teatro Musical Contemporáneo. ¿Qué significa ver la propia obra, teorías e investigaciones elevadas al rango de doctrina académica?
R. Primero he de aclarar que nunca hablé de mi propia obra como materia académica. Tengo verdadera pasión por enseñar, por explicar, por compartir. Desde esa cátedra siempre animé a los alumnos a crear sus obras explorando su propio camino, también cuando partían de experiencias anteriores, ya fueran éstas mías o ajenas.
P. Se considera Kantrimusik, pastoral para voces e instrumentos, como un hito en su creación. ¿Su esencia es la heterodoxia de instrumentos y músicos o la heterogeneidad de la música en sí?
R. Es otro caso parecido a lo que decíamos sobre el teatro instrumental. En éste, es la exacerbación de la música propia del folclore de diversos países. Hay un capítulo dedicado a España, entre otros. Pero, aun usando materiales folclóricos heterogéneos, la esencia de esta obra es el perfume, no la reproducción antropológica, del folclore musical de esos países.
P. El carácter de su música se ha hecho con los años más irónico e imaginativo para llegar en ocasiones a una simplicidad infantil ¿Podría explicarnos la evolución de su música?
R. Es muy simple. No tengo ninguna posición ideológica respecto de la música. La verdad absoluta no existe y la verdad impuesta se convierte en la no verdad. Se trata de usar los medios que requiere aquello que quiera expresar en cada momento.
P. ¿Es el consejo que da a los jóvenes creadores?
R. Sí. Siempre la honestidad: ser honrados consigo mismos y no escribir pensando en modas ni mercados.
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