Solidaridad oriental contra la crisis
Un restaurante chino de Vigo ofrece comida gratis a los parados un día a la semana
"Hasta ahora las cosas estaban bien, pero ahora, con esta crisis, algunos de nuestros clientes han dejado de venir", cuenta la propietaria del restaurante Shanghai de Vigo, Yvonne Shan Liu. Hace 25 años que llegó a Galicia y, con su marido, se puso al frente del primer restaurante chino de Vigo, que lleva el nombre de la ciudad natal del matrimonio. El local estaba regentado, en aquel entonces, por un amigo de la pareja, quien tuvo la iniciativa de importar la gastronomía de su país a estas latitudes.
A pesar de que la carta del Shanghai es bastante asequible, de un tiempo a esta parte, en el restaurante no sólo notan la ausencia de muchos de sus habituales, sino que se han acostumbrado a escuchar un rosario de quejas y lamentaciones: "La mayoría porque perdieron el trabajo, lo cierto es que todo el mundo está notando la crisis". A Yvonne y Perry se les ocurrió hacer algo: dar de comer gratis a los más necesitados y se acordaron de aquellos que con la crisis se han ido al paro.
"En la Segunda Guerra Mundial mi abuela ya ayudaba a los necesitados"
Los dueños asumen que perderán hasta el 14 de abril un 20% de sus ingresos
De modo que, todos los martes desde ayer mismo y hasta el próximo 14 de abril, cualquiera que se haya quedado sin trabajo tiene un plato de comida caliente en una de las zonas más caras y exclusivas de Vigo, porque el Shanghai está ubicado desde 1980 en el corazón de la Praza de Compostela, junto a la Alameda de la ciudad. En medio de edificios señoriales y bares de copas sofisticados, los farolillos rojos del local ya son una estampa cotidiana, como la estética de rojos, negros y formas recargadas que ellos estrenaron aquí hace casi tres décadas y tan corriente ahora como los rollitos de primavera, que nunca faltan en sus menús.
Los primeros en dar cuenta de la oportunidad, tres personas, aparecieron cuando se disipó la nube de periodistas que ayer circundó el restaurante, atraídos por la originalidad de la propuesta. La iniciativa parte, además, de un colectivo profesional tan numeroso como discreto, y que no suele hacer declaraciones públicas, mucho menos dirigirse a los medios de comunicación.
A la propia Yvonne le cuesta hablar con los periodistas, aunque está tan encantada de difundir su proposición que hasta abrió a la tele las puertas de su cocina para un recorrido improvisado. Pocos fueron los micros que no recogieron sus palabras: "No publicidad, ayudar, ayudar", repetía con insistencia, "porque estamos muy contentos de estar aquí".
El trámite es sencillo: basta presentar la cartilla del paro y el Documento Nacional de Identidad para acreditar, debidamente, la condición de parado que da derecho a un plato, que se puede escoger entre dos, y un botellín de agua. "Nada de alcohol", dice la patrona del Shangai con firmeza.
Ayer las posibilidades estaban entre unos sabrosos tallarines con pollo y el colorista arroz Tres Delicias. El paquete es para llevar, así que nada de sentarse en el salón del Shanghai, en las suntuosas mesas de dos manteles y en sus sillas de madera oscura y respaldo alto. "Tenemos poco personal como para dar servicio a todos, así que lo mejor es que la gente venga hasta aquí y después se lleve la comida", justifican desde este negocio familiar. "Son platos sencillos que gustan a todos los apetitos y que no presentan problemas de alergias, alimentos frescos y sin preparaciones complicadas, porque lo importante es llenar el estómago con comida caliente". Conviene recordar el horario: de 13.30 a 15.30 horas.
Claro que la pareja ya ha hecho cuentas de lo que le va a suponer este gesto generoso. En un mes, pueden perder hasta un 20% de sus ingresos, pero lo dan por bien hecho si con ello consiguen echar una mano. "Nos apretamos el cinturón para ayudar a la gente, el mundo necesita amor", declara Yvonne, dominando su nerviosismo. La actitud parece cosa de familia, porque, según cuenta la empresaria, ya su abuela practicaba la atención al prójimo en tiempos de la Segunda Guerra Mundial: "Era una época mala pero mi abuela nunca dejó de ayudar a las personas, es lo que desde pequeña siempre vi en ella y en mi madre".
Dos calles más arriba del restaurante Shanghai han puesto en práctica otra fórmula con una filosofía parecida: comer bien por poco dinero. A la solidaridad de Yvonne y Perry se le suma otra receta anticrisis que lleva unas semanas funcionando en otro establecimiento vigués. Los clientes de la cafetería Moka, también en pleno centro de la ciudad, pueden sentarse a la mesa y saborear gratis su almuerzo de dos platos y postre, porque sólo abonan las bebidas y el café. Esto ocurre sin periodicidad fija; simplemente algún que otro sábado, y es preciso apuntarse en una lista. Con todo, su menú habitual no llega a los siete euros por persona.
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